Día 3 (y 4) con Reporterito





Ya llevamos casi 4 días desde  que nos encontramos con Reporterito (o me encontró, o lo encontré), se ha ido adaptando a su nueva casa y Amarillo y Amarillito que ya tienen más de 3 años (calculo) lo aceptan como su crío, también la gata gorda y panzona que llegó hace unos días. Sólo a Linguito y a Rony no les parece para nada, ser desplazados por el nuevo gatito cola cortada. Que mientras redacto, anda brinque y brinque sobre la lap y mi panza.

Nos amalgamamos pronto, que a mí no me es nada difícil relacionarme con los animales, pero también llevo 3 días incomunicada, sin trabajar por falta de celular. Yo que criticaba a los que viven dependiendo de la tecnología y me he vuelto una dependiente de las redes para trabajar. "Un engrane más del sistema", diría Dany.

Me siento como 4 años atrás, cuando quedamos incomunicados por la tormenta Ingrid y Manuel, sin teeléfono, con la luz fallando, sin red, con mucha lluvia y los caminos destrozados. Las dos últimas, no han cambiado.

Tal pareciera, como ha repetido Astudillo, que septiembre es un mes complicado, en este mes fue lo de Ingrid y Manuel, también, en fiestas patrias, y hace 3 años la desaparición de nuestros 43 compañeros normalistas de Ayotzinapa. Los temblores del 19 y 20 de 1985, y ahora la repetición de la tagedia, el mismo día, en el mismo país golpeado por sus gobernantes. Y también, ahora la tormenta Max que afectó en demasía la Costa Chica, y claro, Costa Grande, aunque esta ha pasado desapercibida hasta ayer.

Las carreteras no han cambiado su situación, cada temporada los caminos terminan colapsados, incomunicadas las comunidades, claro, la fuerza del cambio climático aumenta, y la negligencia de las autoridades también.

El celular se murió al caer al agua ese día que reporterito se fue con nosotros los reporteros hasta Petatlán y ahí nos agarró la tormenta mientras veíamos la solidaridad de nuestra gente damnificada por Max, pero con el corazón entregado a las víctimas del temblor en la CDMX y Morelos.

Petatlán fue de los municipios más afectados ahora por las lluvias de Max, y aún así, la gente, puso su centro de acopio e iba a entregar los víveres que podía, incluso, a pesar de la tormenta.

Ahora no tengo celular para enlazarme al noticiero de Aristegui y reportar que en la Costa Grande, incluido Zihuatanejo, nos estamos ahogando. Pero no, no tengo herramienta de trabajo.

Petatlán, Atoyac, Tecpan (En riesgo) y Zihuatanejo fueron de los más afectados, pero no han existido para los medios grandes, sí, entiendo las prioridades, supongo deben morir antes para que les pongan atención a estos municipios.

Lo más doloroso, que Héctor Astudillo hizo su reunión con todos los alcaldes 8 días después de la tormenta, ya que la tragedia tocó a Zihuatanejo con la inundación del fin de semana y las 50 casas aterradas, además de los que quedan damnificados en las comunidades de Pantla y El Coacoyul.







Tampoco tengo hambre, no sé si fue el estrés del 19, pero desde entonces, no siento hambre, es como si mi estómago rechazara el alimento aunque mi cerebro lo obligue a comer, no siento ganas, me sento inapetente.

Tal vez la impotencia de no poder hacer algo, no poder ayudar, querer hacerlo y verte imposibiltado,como si todos los recuerdos de la desesperación y origen de mi claustrofobia a raíz de los temblores del 85 volvieran.

Día 4 con reporterito

No sé si sea el gatico nuevo que llegó a darme una enseñanza de sobrevivencia, o estar sin celular, pero sin querer estoy haciendo el trabajo que me dejó la psicóloga, exteriorizar lo que siento, lo que pienso y encausar el post trauma por violencia.

Y es que no acaba uno de pasar por el shock de la muerte, cuando los desastres naturales impactan en el colectivo social. Hace unos días tuve que ir a terapia, porque yo sí creo que la cura a los transtornos está con la psicología y la psiquiatría, a pesar del estigma que muchos le tienen a los médicos del alma, digo, ni siquiera saben las raíces etimológicas de Psique, y ahí van a juzgar a los que vamos a consulta, como si nosotros fuéramos los locos. 

Tuve que ir porque estoy, honestamente, hasta la madre de la violencia, y la última nota cubierta fue sobre el crimen de un delegado de tránsito municipal, no me ha dolido el cadáver, sino ver tanto dolor, el dolor de las familias, la impotencia de no saber cómo explicar la muerte, el dolor.

Pero todo fue a raíz del show mediático de los policías, eso, todos nos dimos cuenta, no era necesario, como dice un amigo del palacio, que hicieran tanto escándalo, pudo ser un operativo más ágil. 

Pero el dolor, cómo me explico que es algo normal, no soy médico, ni cura, ni tanatóloga, tampoco soy una reportera fría como mis compañeros de roja que parecería ya no los sucumbe el dolor, o al menos, no sé cómo lo administran. A mí el dolor emocional me duele, soporto el dolor físico, lo he controlado gracias a tantos años en hospitales, es algo normal someterte a una canalización. Pero el dolor emocional, no lo soporto.

Fue lo que me tumbó hace dos semanas, tuve una crisis nerviosa, según refirió la psic y mi sobrino urgenciólogo- neuro, el hastío a la violencia, el colmo de la violencia me tumbaron. Ahora, con lo del temblor, ha sido estremecedor, mueve recuerdos como cristales que se encajan. 

Se me fue el hambre y el sueño, la crisis epiléptica es lo que no se ha ido, pero desgraciadamente no hay diazepam inyectable en este pueblo, para así emborracharse de un diazepanazo y dormir hasta que la pesadilla acabe.

Como cereza en el pastel, este sábado llegó un gato negro, contrario a lo que digan de que es mi destino tener gatos, no lo creo, aunque este gato llegó a darme una lección de vida.

Llegó maltrecho, pensé estaba herido por maltrato animal, además de la sarna, pensaba en llevarlo el lunes a curar, pero vi tan nerviosos a los otros gatos que ni querían acercarse al enfermo, que lo lleve  inmediatamente al veterinario, estaba tan mal el gato que no quiso huír.

El veterinario me explicó que la sarna come la capa de grasa que mantiene a los perros y gatos bien, el ácaro se mete hasta la piel, entonces los animales se rascan hasta herirse del dolor insoportable. Pensé en la veterinaria en dejar en observación al gato negro, ver si se salvaba, y entonces, adoptarlo. 

Pero cuando el médico dijo que el gato estaba muy enfermo y mal por la sarna, tuve que decidir, y pregunté en cuánto salía la inyección letal para dormirlo y no vuelva a sufrir. La inyección cuesta 120, así que decidí dormirlo, pude pagar el tratamiento, pero el dolor, no. El gato ya duerme, y ya nadie lo molestará.

La lección es que estoy preparada para la muerte, pero aún no para el dolor emocional, reconozco mis fallas y sé que debo manejarlas más en la terapia. 

También quisiera escribir sobre la violencia, detallar los sucesos, pero se han cruzado prioridades. Lo bueno- malo es la falta de celular.

Ya anocheció, es hora de darle de cenar al reporterito.

Hercilia Gato

















1 comentario:

Isabel Muscicapidae dijo...

Me encanta su blog, Emmanuelle! Es pero no se ofenda. Tengo un teléfono muy primitivo, le serviría? @IsaMuscicapidae

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