martes, 10 de mayo de 2011

Los Acapulco Kids

Los Acapulco Kids
Alejandro Almazán

La primera vez que Jarocho me ofreció a una niña por 300 pesos le dije que sí, que a eso había ido al Zócalo aquella noche. El tipo, que cuidaba autos frente al Malecón, se echó la franela al hombro y sonrió de tal manera que los dientes le brillaron en el oscuro rostro, reventado por el acné. Luego, cuando se dispuso a traerla de un callejón, dije que no, que mejor volvería más tarde.
—De una vez, brother, el yate llega a la una de la mañana y ahí vienen gringos ya rucos que se llevan a las más morritas. Orita hasta te puedo conseguir una de nueve o diez años –dijo con cara de “tú me entiendes, no te cuento nada nuevo”, y sentí tremendo retortijón en el estómago.
—Regreso antes de esa hora, nada más no vayas a fallar.
—¿Qué pasó, brother? Los hombres sabemos hacer negocios. Y como me caíste a toda madre, te la voy apalabrar pa que te dé un servicio chingón. Ái tú te arreglas con ella si quieres cosas más perversonas.
Volví después de que el yate Aca Rey había tocado tierra firme. Entonces supe que Jarochosólo era un mero cazador de clientes, que trabajaba para un proxeneta y que la niña que llevaría esa noche se llamaba Allison. Era adicta a la piedra –esa droga barata que embrutece más que otras– y no pasaba de los 12 años.


Un día Acapulco se cubrió de verde y de cerdos salvajes que desafiaban los caminos de tierra. Las gargantas de los pescadores toltecas cantaban a los dioses, los bambúes crepitaban con el viento y los mangos petacones engordaban. Mil años después, los aztecas traerían la plaga hasta que Hernán Cortés y su gente la aplastaron a su vez con la gonorrea y la virgen de La Soledad.
Luego de 500 años de ensangrentar destinos, llegaron los grandes edificios a la bahía y dividieron la ciudad en dos: la cara bonita y el patio trasero. Agustín Lara le cantó a María Félix, Pedro Infante compró casa y Tintán amó al puerto por siempre. Entonces cayó el nuevo milenio y bajo el brazo trajo un racimo de pedófilos estadounidenses y canadienses que se hartaron de que en Cancún los señalaran. Ellos fueron los que corrieron la voz y, al poco tiempo, Acapulco se transformó en el paraíso de la carne más joven.
Desde entonces, los pederastas acarrearon consigo padrotes intocables, madrotas disfrazadas de mujeres abnegadas, nuevas estadísticas del VIH, tendejones para emborrachar a las niñas, revólveres, pobreza de la que unos se enriquecen, vientres abiertos, noches para velar a los chicos, home pages para ver el mapa y saber dónde encontrar niños; hoteleros y taxistas para el trabajo sucio. Rencor y noches y días de ajetreo.
Han traído hordas de niños al Malecón, al Zócalo, alcanalque lleva las aguas negras a Hornos, al Oxxo que está rumbo a Telecable, a la Soriana de la Costera, a las canchas de la crom, al asta bandera, a Caleta y Caletilla, a la barda del restaurante Condesa, a la vuelta del salón de belleza Xóchitl, a la calle La Paz, al hotel Real Hacienda, al puente de la Vía Rápida, al semáforo de Aurrerá, a La Redonda que todos conocen como Las Piedras de la Condesa, a la playa que Cortés bautizó como Puerto Marqués, y a los puteros del centro.
Y es por ello que Unicef califica ya a Acapulco como la ciudad mexicana número uno en lo que a prostitución infantil se refiere. Ha desbancado a Cancún y a Tijuana.
En estos 1 882 kilómetros cuadrados se concentra casi todo lo que necesita un pederasta: playas increíbles, droga barata y en cantidades pasmosas, ojos que nunca ven y bocas que nunca hablan, hoteles 50% off, un bando municipal que estipula que en Acapulco no se multa a los turistas, prostíbulos donde la mayoría de edad se alcanza desde chicos, padres que piensan que los hijos son moneda de cambio, y niños, muchos niños, que por un bote de PVC o un poco de mariguana están dispuestos a encarar la vida y despistar la muerte con sus cuerpos.


En las callejuelas del centro, esas que suben dolorosamente hacia el cielo, está el bar Venus. Es una construcción vieja de dos pisos, pintada de mala gana. Es de un naranja parecido con el que Van Gogh pintó el melancólico cuadro The Old Tower in the Fields. La desvencijada puerta es azul, como si quien la cruzara fuera directo al paraíso. Pero no: los ventiladores giran sin énfasis, hay mesitas de lámina extenuada y los clientes son una bola de infelices a los que sólo les queda emborracharse para combatir el calor y la tristeza. Quizá lo más deprimente sea la pista donde bailan las mujeres de vientres poderosos: es una enorme ostra de concreto que arroja luces rojas y verdes. Todo aquello parece sacado de las películas o de los cómics de Alejandro Jodorowsky.
Mía bailaba en el tubo como una boa adormecida mientras de la rocola salía la voz de Noelia con eso de“tú, mi locura, tú, me atas a tu cuerpo, no me dejas ir”.
Mía, que en realidad se llamaba Ariadna, había cumplido los 14 años el 3 de septiembre pasado y estaba orgullosa de su edad porque eso le ayudaba a que los clientes se pelearan por ella.
Intentó sentarse en mis piernas y la mandé a la silla.
—¿Qué, eres joto? –preguntó con un hablar pastoso. Ya estaba algo ebria.
—No, pero tienes la edad de mi sobrina – y Mía miró como si me hubiera vuelto loco. Luego, ordenó una cerveza mientras enumeró sus reglas:
—Me tienes que dar 40 pesos por estar aquí contigo; con eso ya pagas mi cerveza. Si quieres algo más, allá atrás hay cuartos. Cuestan 100 pesos y yo te cobro 200. Si quieres que te la chupe, son 100 más.
—A mí sólo me gusta platicar, soy reportero.
—Bueno, dame los 40 y platicamos.
Al sacar el dinero la miré bien: los ojos, de negro intenso, casi se perdían en la cara; estaba maquillada como los muertos, tenía papada, los pechos apenas le estaban creciendo y su cuerpo rechoncho era de un irreparable color cobrizo. Pagué. Entonces Mía me contó que ese nombre se lo puso ahí un viejo, amigo de la patrona. A ella se le hacía muy estúpido, pero debía aguantarse. “Yo hubiera escogido un nombre como Esmeralda o algo así”. Era de Tierra Caliente, pero había llegado a Acapulco hace medio año para trabajar en un Oxxo, pero cuando le dijeron que en el Venus podía ganar 800 pesos al día mandó al diablo la idea de ser una cajera vestida con uniforme rojo con amarillo. “Ahí en el Oxxo iba a ganar como 50 pesos y a mí me gusta comprarme ropa”. Su mamá no sabe a qué se dedica y, si lo supiera, no le preocupa:“Porque yo la mantengo a ella, a mi abuelita y a dos sobrinos; como mi papá se fue a California y nunca regresó, necesitamos el dinero”.
Prostituirse no le quita el sueño. “En mi pueblo venden a las mujeres desde chiquillas, con eso pagan la tele que compran o las cervezas que no pagaron”. También dijo que le gustaría probar las drogas y que un día quiere ser actriz de telenovelas.
No habló más porque un gordo, al que le faltaban varios dientes y andaba todo andrajoso, la llamó con la mano en la cartera para que se sentara con él. Se bebieron una caguama como si ambos desfallecieran de sed. Luego, cuando en la ostra gigante bailaba una mujer que parecía haber ido con un carnicero a que le hiciese la cesárea, el tipo se llevó a Mía. Fueron a los cuartos.


—Mañana tendré dos chicos; acá nos vemos y te paso a uno.
Andrew tendrá unos 60 años y sus tres hijos ya le han dado cuatro nietos. Su segunda esposa, según contó, es 10 años menor que él y jura quererla igual que el día en que se conocieron. Puede que sea cierto. Andrew tiene cabello blanco, su piel está lo bastante bronceada como para parecer un trozo de marlin ahumado, y sus ojos son de un gris encendido. Su español es mordisqueado, pero da para platicar.
Supuestamente vive en Boston y trabajó en un pub donde los hombres le confiaron nostalgias y proezas de machos. Yo hice eso para acercarme a él mientras comíamos un cóctel de camarones en la playa Caleta. Andrew fue el único gringo que creyó que los niños también eran mi debilidad. Los otros con los que intenté conversar fueron displicentes y no sirvieron de mucho. Desde hace unos cinco años, cuando Jean Succar Kuri calentó Cancún, Andrew entró a las páginas de los pedófilos en Internet y supo a dónde emigrar: Acapulco. Y, sobre todo, a la playa Caleta.
—Me dijeron que en Caleta uno consigue niños, pero no sé cómo —le solté cuando Andrew combinaba los camarones con una coca cola de dieta.
—Es fácil –dijo con el tono de quien no miente–. Hay que tratar con aquellas mujeres —y señaló a las indígenas que aquella mañana vendían artesanías mal hechas y otras baratijas.
—¿Y qué les tengo que decir? —pregunté a Andrew y él me miró como quien le tiene lástima a un pordiosero.
—Cómprales algo de lo que venden o dales para que vayan a comer; el chico ya va en el precio.
—Como el desayuno…
—Sí, como la barra libre.
Para ser honestos, no supe si hablar más o propinarle ahí mismo un puñetazo. Nos quedamos callados porque no se nos ocurrió otra cosa y miramos el mar y sus virutas. Por ahí pasó un par de viajeros con mochilas al hombro, un tipo que vendía raspados, una costeña que hacía trencitas, un viejo que alquilaba cámaras de llanta para usarlas como flotadores, un par de pescadores que mostraban mojarras de 10 kilos, un matrimonio con su hijo en brazos, y unos niños que, como si fuesen cachorros, se revolcaban en las olas. A ellos, Andrew los escudriñó como hacen los críticos de arte.
—No les digas a las mujeres que eres mexicano, mejor háblales en inglés –Andrew rellenó el silencio.
—No me lo creerían. Creo que ya me jodí.
—Mañana tendré dos chicos; acá nos vemos y te paso a uno. Son tan inocentes…
—¿Y hoy no se puede? —No, anoche fue de locos–replicó y ordenó media docena de ostiones con unas gotas de salsa Tabasco.
Cuando me despedí para no verlo nunca más, fui con algunas indígenas y, aunque hablaron en su lengua, entendí que me fuera al carajo.
Con la misma importancia me trató el salvavidas de la playa. Usó una lógica absurda y cínica para responder por qué no hace nada contra tipos como Andrew: “Yo nomás cuido que nadie se ahogue”.
PD: En el DIF municipal, Rosa Muller, una mujer con un corazón enorme, había contado que las indígenas tienen el hábito de vender a sus hijos a los extranjeros. A mexicanos no. Quién sabe por qué. Otro dato: Adriana Gándara, funcionaria del Centro de Atención a Víctimas de Delito de la PGR, ha dicho que al menos la mitad de los más de dos mil niños que se prostituyen en Acapulco son indígenas.


Agenda Amarilla del Novedades, El diario de la familia guerrerense. Viernes 21 de noviembre. Dos anuncios:
¡Chavita de secundaria! Tiernita, Bebita hermosa y sexy. ¿Qué esperas?
Chiquilla bonita. Soy estudiante de secundaria. Delgadita. Bustona. Llámame.
Llamé de un teléfono público. En el primer anuncio contestó un tipo que sabía su negocio. No recuerdo el nombre de la niña que ofrecía, pero la describió con tal labia que no dejaba resquicio alguno para creer que no existía cintura más delgada ni trasero más redondo y levantado que el de ella.
—Me hablas de una mujer de calendario, compa. ¿Estás seguro de que va en la secundaria?
—Te lo juro por Dios, carnal. La chamaca está garantizada, por eso te la estoy dejando en mil 500 pesos. Ira: ella va a tu hotel y después de dos horas me la regresas.
—Deja hospedarme y te llamo otra vez.
—Pásame tu celular.
Le di un número viejo que dejé de usar.
En el segundo anuncio clasificación xxx respondió una mujer con voz de niña. Suponiendo que sí era una estudiante de secundaria, dijo llamarse Lulú, se jactó de tener experiencia y reiteró que estaba dispuesta casi a todo. Cobraba 2 mil pesos y 500 más por tener sexo anal. Nada de fotos, nada de video.
—Estoy hospedado en el Mayan Palace –mentí–. ¿Y si no te dejan entrar?
—Ya he ido ahí. No te preocupes, me gusta su alberca, está bien grandota.
—Pues deja pensarlo y te busco.
—Anímate ya, más tarde voy a estar ocupada.
—¿Y no te da miedo que sea un asesino o algo así?
—No me conoces.
—Tú tampoco.
—¿Y si te dijera que soy reportero y ando contando historias de niñas como tú?
Colgó.


Tú ponle ahí que me llamo Manuel. Tengo 16 años, pero me prostituyo desde hace 10, cuando me salí de la casa porque mi mamá nomás quería a mi padrastro, un viejo cabrón que sabe que si se mete conmigo mi banda de Ecatepec le pone en su madre. He andado por el DF, Hidalgo, Puebla, Veracruz, Cuernavaca y Chilpancingo. Aquí, a Acapulco, ya tiene que llegué como desde 2004. Y está chido.
[Estamos en el albergue del DIFmunicipal llamado Plutarca Maganda de Gómez, una religiosa a la que nadie recuerda. Aquí llegan los niños prostitutos que la directora del lugar, Rosa Muller, busca en las calles de Acapulco para darles comida, ropa, dejarlos que se duchen y, si quieren, vivir hasta que cumplan los 18. Ningún chico es obligado a quedarse.
Manuel es uno de esos niños que entra y sale del albergue dependiendo de las ganas que tenga de drogarse. Para comprar piedra y mariguana, con lo que le fascina dinamitarse el cerebro, sabe que debe cumplir con el círculo vicioso de escapar, prostituirse, comprar su cóctel letal y ropa nueva que le ayuda a alardear entre la banda de que él ha triunfado; luego vuelve al albergue.
Cuando está afuera, gana unos 6 mil pesos a la semana. A él se le hace una fortuna.]
En esto siempre hay clientes. La mayoría son viejos, pero hay de todo: gabachos, de Canadá, franceses y mucho mexicano. No es cierto que nomás los turistas de otros países nos busquen. Hay batos más dañados. Checa: está el payaso del Zócalo, el Chapatín; ese nomás quiere que uno le dé y nos regala drogas. Está el del Tsuru gris; es de Cuernavaca, le cae una vez al mes y levanta a dos o tres; paga bien. Está otro cabrón de la taquería Los Tarascos. Está un güey del hotel Real Hacienda que nos deja dormir y él tiene mucha piedra y PVC. Otro güey es uno que anda en una moto rojo; también es padrote. La que también le entra duro es una doña que luego vende burbujas de jabón en el centro; a ella le gustan las niñas y es madrota de mayates. Y está Fátima, una gringa ya señora que vive por el Fiesta Inn.
[Manuel no tendría por qué mentir, así que es mejor seguir escuchándolo.]
El precio que manejamos casi todos es de 200 pesos, más 100 por quedarnos a dormir. Los gabachos y las gabachas dan más: 400. Y lo chido también de ellos es que te llevan al parque Papagayo, a Recórcholis o se hospedan en hoteles bien chingones. Yo he ido al Avalón, al Hyatt, al Presidente, al Emporio y al Princess. Son muy bonitos. Pero no creas que me apantallan los gabachos. Sé inglés. Bueno, me defiendo. Sé decir cómo me llamo, mi teléfono, de dónde soy y todas las groserías. Así conquisté a una gringa. Tenía como 50 años. Es la gabacha más vieja con la que he estado. ¿La más chica? Una de 30, cuando yo tenía como ocho años.
[Manuel trae el cabello teñido de las puntas. Es un chico pura fibra con una mirada zigzagueante. Presume sus jeans Fubu o algo así, como si fuesen unos Versace. Lleva dos días sin drogarse.]
Eso es lo que no puedo dejar: las drogas. Los chochos no me gustan porque me amensan. Los hongos me ponen tonto y la coca me quita el sueño. Por eso prefiero la mariguana y la piedra. Unos se paniquean con la piedra, creen que los andan siguiendo, se les entume el cuerpo; a mí no. Ni siquiera me ha dejado loco. Ah, porque la piedra es cabrona. Muchos de la banda se han quedado idos, bien babosos. Con esos ya ni puedes platicar. Ni les entiendes lo que dicen. Pero te decía, con la mota y la piedra la hago. A veces también al PVC, pero poco porque se me mete el diablo. A ese le hago porque la lata cuesta 50 pesos y a mí, el de la ferretería, me lo da a 35. Es que hay noches que me quedo con él y me lo da más barato.
[Mientras habla, Manuel bosteza y parpadea como si lo hubieran sacado a patadas del sueño. Se despertó hace cosa de media hora. Por ahí de la una de la tarde.]
¿Qué más te puedo decir? Pues que aquí me ha tocado ver muchas muertes. A un jotito con el que me juntaba lo treparon a un carro y lo apuñalaron. No sé si eran sus clientes, pero yo vi caer al bato. Otro se murió de cáncer y una morrita de sobredosis. Ángel, el gordo, murió de sida. Yo hasta eso soy negativo. Aquí en el albergue nos hacen la prueba a cada rato. No le tengo miedo al sida. Soy un cabrón con suerte.


Allan García, uno de los editores de La Jornada Guerrero, tiene una memoria implacable para los datos duros y escalofriantes:
Hay paquetes exclusivos para pederastas que incluyen hotel y niño. Costos: de 200 a 2 mil dólares, según el grado de pubertad. El chico sólo recibe 20 dólares.
Desde los cinco años se prostituyen. A los 18 ya no sirven.
Los que controlan la prostitución infantil en Acapulco son, sobre todo, tailandeses.
Después del turismo y la venta de droga, la prostitución infantil es la actividad que deja más ingresos en Acapulco.
Allan recuerda bien esas cifras porque hace menos de un mes, durante la semana que el DIF Acapulco organizó para hablar del tema, los funcionarios locales de la PGRabrieron sus bases de datos.
En esas reuniones también se contó la historia del autobús con un azteca grabado en el parabrisas. Circula por todos lados, menos en su ruta. No levanta pasaje. Suben niñas que se van con hombres decrépitos cada vez que el camión se detiene. De hecho, a la hora de lavar el bus, en el río El Camarón, las chicas se pelean por hacer la limpieza porque el chofer no paga con dinero. Paga con droga y clientela que gasta a puño suelto.


Eric Miralrío, un acapulqueño que sirvió de guía al reportero, sugirió que buscáramos a Nayeli en el Malecón. La conocía porque apenas este año le había tomado algunas fotografías durante la realización de un documental. Por lo que le escuché decir, la chavita no pasaba de los 16 años, a los 13 fue mamá y su padrote le pegaba para imponer respeto. Parecía un gran personaje.
La segunda noche en que la buscamos, otro niño de la calle llamado Chucho nos dijo con su lengua drogada que a Nayeli la habían asesinado de 25 puñaladas. Ya no dijo más porque el PVC lo traía hecho un zombi.
Un día después, Rosa Muller, la directora del albergue del DIF municipal, contaría la historia de una Nayeli que resultó ser la misma que Eric conocía.
Y esto es lo que viene en la libreta de apuntes: Nayeli era una costeña que desde que nació fue linda. Antes de cumplir los siete años ya era parte del catálogo que un padrote mostraba a los clientes. A los 13, el proxeneta la hizo madre y le quitó el bebé porque le dijo que una adicta como ella lo terminaría matando. Nayeli se la pasó en las calles hasta que un chico de la banda se enamoró de ella y juntos lograron rentar un cuartucho allá por las fábricas. A principios de mayo pasado, salió drogada de su casa y se la tragó la tierra. Los reporteros de la nota roja la encontraron tirada en las calles, con 25 puñaladas. También la degollaron. Muller se enteró del asesinato por las páginas de El Sol de Acapulco, el diario que contabiliza a los muertos.
Lo que las autoridades llegaron a saber es que, por unos cuantos pesos, Nayeli delató un quemadero (lugar donde se consume droga). Y los traficantes no perdonan esas cosas. Cuando el DIF quiso recoger el cadáver en el forense para entregárselo a la familia, ya había desaparecido. Nadie quiso saber más del asunto. Muy pocos le lloraron.


Esa mañana la radio dijo que Acapulco estaría fresco, a no más de 33 grados. A Samy, sin embargo, el sol le caía como un piano en la cabeza: traía una tremenda resaca. Lo conocí en la playa Condesa porque un pescador con un ojo de vidrio llegó a ofrecer de todo: ostiones, el paseo en el paracaídas, hasta que aterrizó en el asunto de la mariguana y los niños.
—Conozco a los jotitos de Las Piedras, le puedo decir a uno que venga acá contigo o, si quieres, te lo puedes coger ahí mismo, no hay pedo. Todo el mundo lo hace ahí.
Samy traía un pantaloncillo rojo, la playera en el hombro y una sed endemoniada. Le dije que era reportero desde el arranque. Quién sabe si pudieron más las ganas de beberse una Yoli, pero se quedó un rato.
Primero dijo que nada más había ido a Las Piedras porque le urgía dinero. Pero ya en el tren de confesiones, presumió que su mejor experiencia fue con una pareja de cubanos, hace un año: mientras él recorrió el cuerpo de la mujer, el hombre lo grabó. Le dieron 100 dólares y con eso se fue a nadar al parque de diversiones Cici, comió en una taquería del centro, se compró dos camisetas y lo demás se lo inhaló. Dejó en claro que no era homosexual: “Yo nomás doy y tengo novia”, remarcó con la pose del Valiente de la lotería.
—¿Y usas preservativos? ¿Te cuidas?
—No me quedan.
Se fue hundiendo sus pies en la arena.
No lo he mencionado, pero Samy tiene nueve años.


Si Rosa Muller se lo propusiera, probablemente sería capaz de contar un millar de historias.
Por ella me enteré cómo Yahaira, una niña de Pachuca, llegó un día hasta la casa de Muller con un pastel de cumpleaños, una pierna gangrenada, una tuberculosis invencible y un VIH que le arrojaba dardos a las últimas defensas de su organismo. Murió hace un par de meses.
Otra historia que le duele a Muller es la de Oliver, de 12 años. Hasta hace unas semanas, además de prostituirse, se dedicaba a vender drogas. Se le hizo fácil consumir y no pagar al dueño del negocio. Para que escarmentara, para que entendiera que eso no se hace, lo amarraron con cinta canela a un árbol. En 15 días, sólo le dieron agua, sopa de pasta y un centenar de golpes. Así llegó al albergue. A los médicos les llevó varios días salvarle las manos y a él cinco minutos volverse a escapar. Muller, que sabe por qué dice las cosas, jura que a estas alturas Oliver debe estar muerto.
La historia más atractiva, sin embargo, es la de la propia Muller. Es decir, la de Mamá Rosy, como todos los chicos la llaman.
Resulta que su hijo, hoy de 13 años, solía ir a un internet ubicado atrás del hotel Oviedo, en pleno centro de Acapulco. Iba ahí porque le prestaban el play station sólo por dejarse tomar fotografías. Además, como el dueño del lugar le decía que en la casa de Mamá Rosy había fantasmas, al chico no le interesaba volver a su recámara si su madre no se encontraba.
Un día, a Mamá Rosy le llamó la atención que, súbitamente, su hijo fuese huraño, sudara por las noches y hablara de espíritus malignos a los que nadie podía derrotar. La curiosidad la llevó a indagar y a saber que en el café internet siempre había muchos extranjeros que a simple vista no resultaban nada confiables. Con el tiempo, contactó a la policía cibernética de la PFP y en pocas semanas se descubrió que aquel café internet era el centro de operaciones de una banda de pederastas.
En abril de 2003, las autoridades arrestaron a 18 pedófilos, 12 de ellos extranjeros, y rescataron a 10 niños. Entre los detenidos iba Enrique Meza Montaño, hijo del entonces regidor por Convergencia, Óscar Meza Celis. Enrique fue el único que obtuvo su libertad a las pocas horas. No importó que él, de 29 años, fuese el dueño del internet llamado Ikernet ni que fuese arrestado cuando estaba en compañía de dos menores.
A los otros, la PFP los presentó como parte de una banda que operaba en Europa, Estados Unidos, Canadá y México, además de vincularlos con dos artistas de la pedofilia: Robert Decker y Timothy Julian, ambos sentenciados en cárceles californianas. La edad promedio de los detenidos era de 65 años. Un par de ellos tenía VIH y se “suicidarían” después en las mazmorras acapulqueñas.
Ese hecho marcó a Mamá Rosy y fundó una ONG para proteger a los niños. De la gasolinera de su familia sacó los recursos y los chicos la fueron queriendo.
Pronto su nombre empezó a circular en el puerto y en 2005, cuando llegó Félix Salgado Macedonio a la alcaldía,éste la nombró directora del albergue Plutarca.
El próximo 31 de diciembre terminan los tres años de Mamá Rosy. Los chicos están tristes, dicen que volverán a las calles porque nadie los ha cuidado como ella. Muller, de ascendencia alemana, tiene pensado rentar una casona vieja para llevarse a los niños. “Ya veré cómo le hago, pero no quiero dejarlos, son presa fácil”, dice mientras se acomoda sus anteojos para la miopía. Lo que sí es un hecho es que su hijo poco a poco ha ido saliendo. Ya no ve fantasmas.
PD: El pasado miércoles 26 de noviembre, la estadounidense Patricia Katheryn O’Donovan denunció que el neozelandés Murray Wilfred Burney, también conocido como Mario Burney, estaba reclutando a menores de edad para reorganizar la red de pederastas que Meza Montaño y otros dejaron a la deriva.


Yo era de ésas que andaba vendiendo droga. El buenero (narco) hasta me dio una pistola para defenderme. Era una 22, bien perrona. Le entré porque a mí no me gustó eso de acostarme con los gringos. Bueno, lo que pasa es que un día uno me pegó y ya no quise. De ahí les tiré la onda a las mujeres, pero hubo una, creo que era de Italia porque hablaba bien chistoso, que se puso bien loca en el cuarto, como que quería matarme. Era flaquita y yo, ya ves, pues estoy llenita, así que le puse unos madrazos y me fui. Por eso me metí de dealer. Bueno, me metieron.
¿Cómo te explico? Aquí hay mucho buenero que nos agarra para vender porque a nosotros no nos meten a la cárcel, nomás nos quitan la droga y nos dan unos zapes. Y le entras porque le entras. Si no quieres, te pegan. Dicen que a uno hasta lo mataron. Ya luego me harté y mejor me vine al albergue. No sé qué haré ahora que Mamá Rosy se vaya. Es todo lo que puedo contar. Tengo una vida aburrida.
[Silvia, se llama Silvia. Para tener su edad, 14 años, es lo bastante fuerte como para destrozar un piso entero en un arrebato. Le gustaría tener una muñeca.]


Yo soy Norma. Crecí en Tepito, ahí en la calle de Jesús Carranza. Me fui de ahí porque mi mamá se murió. Tenía sida. Yo digo que mi papá la contagió; siempre fue muy mujeriego, pero quién sabe, mi mamá también tuvo sus novios y cuando andaba drogada no se fijaba.
[Otra vez en el albergue Plutarco. Otra historia. Otra niña invisible. Otro cigarro para aguantar.]
De lo otro, de cómo empecé a prostituirme, no me gusta hablar. Me da ansiedad. Pero ya estoy aquí, ya qué. Me voy a abrir. Mamá Rosy nos ha dicho que lo hablemos, que eso que trae uno es como una piedra en el zapato o como un anillo que se nos atoró en el dedo. A ver, ahí te va.
[A Norma, de 16 años, le han estado sudando las manos desde que sentó. Se la ha pasado secándolas sobre el short de basquetbolista que viste. Trae el cabello mal cortado, como si alguien le hubiese mordido la cabeza. Huele a jabón barato. Hace bombas con el chicle y tiene una sonrisa exacta.]
Tendría que empezar a contar que a los seis años me violó un primo. Luego, como a los ocho, me violó un tío, hermano de mi papá. Ya tenía como 11 años cuando mi papá llegó drogado y quiso hacérmelo. Sólo Dios sabe por qué no pudo. Si me lo hubiera hecho, seguro yo también tuviera sida. Desde ahí ya no me gustaron los hombres. Me dan asco. Pero hace como cuatro años cuando llegué a Acapulco, me dijeron que había señores que se acostaban con la chamacada. Yo, al principio, no quise. Luego ves que les regalan cosas y que la banda trae dinero. Entonces dije “chingue a su madre, le entro”. Eso sí: siempre lo he hecho bien drogada. Como que en mi juicio no se me da, hasta me dan ganas de vomitar. La bronca es que luego ni te acuerdas de lo que te hicieron. Yo luego he despertado con dolores en todo el cuerpo y con moretones. Con quienes sí me ha gustado, la verdad, es con las gringas. A ellas sí se los hago como con amor. Había una que me buscaba mucho. Ella me regaló un celular y ropa. Me dijo que quería llevarme a Estados Unidos para que viviera con ella, pero ya nunca volvió.
[Norma se levanta, dice que va al baño. Se ve rara, ansiosa, sin saber por qué. Todo empezó porque le pregunté si ese tatuaje mal rayado que dice Faby era en honor a la gringa y ella dijo que no, que Fabiola es una historia que ahora que vuelva va a contar. Regresa y cumple con su palabra.]
Fabiola fue mi novia, pero me hizo como trapeador. Era una cabrona. Decía que me quería y andaba con hombres. Yo le lloré, le dije que mi hijo, ¡ah!, porque tengo un hijo de cuatro años que no he visto hace mucho, necesitaba una mamá como ella. Le valió madre. Nomás me engañó. Hasta los papás de ella me querían, decían que algo como yo era lo que Fabiola necesitaba. Ahora la odio y amo a Diana, la chava que hace rato vino acá con su bebé. Diana sabe que ahora que termine de estudiar enfermería voy a cuidar de ella y el bebé. Lo malo de Diana es que todavía actúa como una niña y luego no sé ni lo que quiere.
[Intempestivamente, Norma me pregunta que si ya se puede ir. No puedo obligarla. Al poco rato, la psicóloga llega como un ventarrón con la mala noticia de que Norma se ha enterrado las uñas en la cara y que se la ha pasado quemando las cartas que le escribió a Fabiola. Me siento un imbécil.
Mamá Rosy irá a tranquilizarla y Norma volverá con el rostro sangrante. “No hay bronca, luego me pongo locochona”, dice con el tono de quien asume toda la culpa sin tenerla. “Ahorita me curo yo, ya me enseñaron en la escuela cómo hacerlo”. Lleva medio curso para auxiliar de enfermera. Se lo paga Mamá Rosy. Me dice que ahora que se reciba vaya a su graduación.]


Frente al bar Barbaroja, en la playa Condesa, abordé un taxi en la Costera Miguel Alemán.
—¿Tú sabes dónde puedo conseguir morritas?
—Ahorita, por la hora, nomás en el Tavares, el Sombrero o en las casas de cita. Ya son las cinco de la mañana.
—Pero tengo gustos raros: quiero niñas, o niños –dije mirándole los ojos por el espejo retrovisor. El conductor, como si le hubiera dicho que necesitaba comprar un perro, buscó entre su celular ciertos números de contactos.
—Conozco a un cabrón que tiene pura chamaquita. Ya he trabajado con él, es seguro, no te roban y todo es muy discreto. Deja llamarle.
Habló con tal desenvoltura que bien podría renegociar el TLC.
—Dice que las tiene ocupadas. Es que ya es tarde, el bisne hay que hacerlo a media noche.
Aliviado, me bajé en un hotel que no era el mío. La cara del taxista, en la duermevela, no me dejó en paz.


Es viernes por la tarde y en el Zócalo de Acapulco hay una cacofonía sostenida. Cuando mis padres me traían yo sólo veía boleros libinidosos, indígenas que se la pasaban expulgando a sus hijos, jóvenes que llevaban en sus cabezas cubetas en equilibrios imposibles, perros comiendo basura, al vendedor de globos, una catedral cuya entrada olía a excremento, basura y tamarindo; un puesto de periódicos que sólo vendía malas noticias, la nevería, policías que se la pasaban rascándose la cabeza, un quiosco donde los gringos se tomaban fotografías con las indígenas, como si las mujeres fuesen unos macacos, y una acera de restaurantes donde uno terminaba con diarreas interminables.
Hubiese visto ese mismo zócalo si no fuera porque Mamá Rosy me hizo un croquis de lo que uno nunca ve.
Entonces vi que, en efecto, la banca que está frente al Oxxo es para que se sienten las mujeres que buscan niño. Unos metros adelante, a la derecha de sur a norte, hay otra banca que rodea un árbol. Esa es para las niñas. Los pederastas lo saben muy bien. Quien busca acción con manos infantiles tiene que sentarse donde trabajan los boleros; la mercancía llega sola. En la noche, con sacar el celular y mantenerlo encendido, basta para que los chamacos se ofrezcan. Ahí está la gorda que vende burbujas, metida en unas mallas de lycra, al lado de un tipo cuya cara parece retrato hablado de la PGR. Es la misma a la que tanto las autoridades del DIF municipal como los chicos ubican como madrota. Vi la lonchería Chilacatazo atestada de indígenas, pero no vi a gringos. Supuestamente, ahí las indígenas ofrecen a sus hijos a cambio de comida. Vi al viejo en short y zapatos que se la pasa ejercitándose mientras escoge a qué chico llevarse. Los extranjeros, sobre todo estadounidenses, comen en El Kiosco. Se la pasan analizando a los chicos como si fuesen catadores expertos.
Ni el mosquerío sabía de qué color ponerse por la pena.


Alexa, Chucho y El Quemado hunden sus rostros en los platos donde les han servido un vomitivo alambre de carne al pastor. Estamos en una taquería por los rumbos del Malecón.
Y como hablarán hasta que terminen de comer, sólo queda verlos. Sobre todo a Alexa.
Es muy delgada. Dicen que no estaba así. Que de un tiempo para acá trae diarreas. Su cabello tiene un color pariente muy lejano del rubio. Es casi negra. Trae una mochilita rosa donde guarda la lata de PVC. Ella es la menor de los tres: tiene 17 años y una década en la calle. El Quemado y Chucho, que ya rebasan los 20, contarán luego que la niña es huérfana y que qué bueno, porque sus padres le pegaban.
–¿Entonces qué quieres saber? –la voz de El Quemado repta por las paredes.
–Todo lo que quieran contar.
Alexa y Chucho, ya con el estómago medio lleno, se rehúsan a hablar. Pero El Quemado, quien ha perdido todo escrúpulo, resume la vida de ambos:
—A Alexa todo mundo se la ha cogido. Y el Chucho ha sido mayate.
—Cálmate, güey –reprocha Chucho, un tipo bajito que se cree luchador.
—Es la neta, ¿no? ¿Para qué nos hacemos pendejos? Hay que decir las cosas como son.
—Pero ya no lo hago con hombres –se defiende Chucho.
—¿Pero le hicistes, qué no?
—Nomás un tiempo, de los ocho a los 14 años.
Alexa se mantiene callada. Nada la hará cambiar de opinión: dejará que El Quemado cuente lo que quiera. No le importa.
—Aquí todos hemos sido mayates –dice El Quemado–. Uno necesita el dinero. Neta que si nos dieran trabajo dejamos esto, pero como que le valemos madre al gobierno. Ve a la Alexa, toda puteada. Ve tú a saber si está enferma.
La plática se interrumpe porque el mesero nos ha corrido de la taquería. La gente que comía en la otra mesa exigió que se largaran los tres pordioseros y el cliente con más dinero manda.
Camino a las canchas de la CROC, donde los tres duermen, El Quemado irá contando que ya no tienen tanta ropa desde que un canadiense al que familiarmente llamó Cris dejó de ir a Acapulco.
—¿Él se las regalaba? ¿Era religioso o algo así?
—No mames, compa, ese cabrón era un pinche cogelón de morritos. Venía muy seguido al Malecón porque tenía un velero. Ese bato nos daba un chingo de ropa y las drogas que quisiéramos por acostón.
—¿Y qué fue de él?
—Pues mira: el Cris tenía la maña de pegarles a los morros. Un día, un cuate al que le decimosEl Querétaro no se dejó y le puso sus madrazos. Lo mandó al hospital. Ya tiene como un año que el Cris no se para por aquí.
—¿Y qué hay de Alexa? Se ve muy mal.
—Simón. Es el sida, esa morra ya tiene sida. Pero uno no le dice para que no se agüite.
—¿Y qué hay de tu vida? ¿Por qué te dicen El Quemado?
—Porque cuando era morrito me quemé en la casa del Padre Chinchachoma. Se me prendió el suéter por andar de cabrón. Tengo toda la espalda como chicharrón.
—¿Y tus padres? ¿Tienes hermanos? ¿De dónde eres?
—No, no, no. De mí no vamos a hablar. Además ya te conté mucho y ni un pinche refrescoquisistes comprarme.
El Quemado se fue. Chucho se despidió con una pirueta de luchador. Y Alexa dijo que odiaba a los reporteros.


Jarocho, con sus pies descalzos y su hedor agrio, llevó a Allison hasta el auto. La niña traía un perfume grosero, el cabello lacio, estaba bronceada, apenas le estaban saliendo los pechos, y usaba sandalias y una pulsera de Hello Kitty.
—Bueno, yo los dejo –dijo Jarocho con sus 100 pesos en la mano por haber sido el intermediario y a mí me dio la desesperación.
Allison iba triste o asustada. No avancé mucho. Me estacioné por la Playa Tamarindos. Estaba por decirle que sólo platicaríamos, y nada más, cuando una camioneta me echó las luces. Pensé que era la policía. Me imaginé en la cárcel y en la contraportada de La Prensa. Pero no, era algo peor: una Lobo blanca doble cabina con vidrios polarizados.
—Es el que nos cuida –dijo Allison y volví a experimentar uno de esos momentos cuando el mundo parece detenerse.
—¿Y por qué nos sigue?
—Porque quiere ver en qué hotel voy a entrar.
Empecé a sudar y me sentí pegajoso. Lo único que se me ocurrió fue acelerar. Tan preocupado iba que pasé los semáforos en rojo. Entonces ahí sí me detuvo la policía. Bajé del auto y, entre murmullos, les tuve que decir que era reportero y que la niña era parte de la historia. Uno de ellos, el de mandíbulas potentes, le echó la luz a Allison y ella sonrió de tal manera que en ese momento hubiese podido venderle cocaína a cualquier cártel. “Pues si ya le pagaste, cógetela”, dijo el oficial y yo quise romperle la cara. “Sale, te vamos a dar el servicio”, dijo el otro con su diente de oro como Pedro Navajas. Ahí reparé que la Lobo blanca doble cabina no estaba. Llegamos al estacionamiento del hotel.
Cuando Allison, que en realidad se llamaba Gregoria, intentó bajarse del auto para entrar al local, la paré:
—Sólo me interesa que me cuenten historias.
Allison arrojó un gesto de incredulidad.
—Primero págame los 300 pesos y pon una canción de Belanova.
—No tengo ninguna de ella. ¿No te gusta U2?
—Pon lo que quieras, pero menos en inglés. Es que me gusta cantar, eso quiero ser de grande: cantante.
Caifanes se escuchó en las bocinas y ella echó a perder la canción.
Entonces Allison tomó la palabra:
—Vengo de por allá de Zihuatanejo, allá tengo un novio europeo que luego viene a visitarme acá. Me trata bien. Me compra lo que yo quiera. Él me regaló un celular rosita. Nada más que el que nos cuida me lo quitó, dijo que eso no es para mujeres de mi edad. ¿Esto quieres que te cuente o algo más cachondo?
—Así está bien.
—Eres bien raro –y le dio una bocanada violenta al cigarro–. Bueno: pues a mi papá lo mataron y mi mamá está en la cárcel. Creo que se robó algo, no sé bien. Y como allá mis tíos me pegaban, pues mejor me vine para acá. Nomás terminé la primaria. Me gusta el color rojo y casi a diario el que nos cuida nos regala piedra. Esa soy yo.
—¿Y vives en una casa, rentas un cuarto de hotel?
—Ahora me quedo en la casa del que nos cuida. Somos como siete y dos chamacos que se la pasan fregando.
—¿Y pueden salir solas?
—Depende.
—¿De?
—Depende.
—¿Y a quién prefieres: gringos, canadienses o mexicanos?
—Depende. Me gustan los que tienen dinero. Una vez un gringo me llevó a Cancún como un mes. Allá está muy bonito, no sé si conozcas. Aquí, una pareja me llevó una semana a su casa, nomás para estar con ellos, dormirme en medio de los dos y nadar sin ropa. No sé si lo sepas, pero cada cliente es distinto –lo dijo como si hubiese descubierto la rueda.
—¿Qué es lo mejor y lo peor que te ha pasado en este negocio?
—Lo mejor es conocer gente de todos lados y que además de pagarte te regalan ropa o piedra. ¿Lo peor? Cuando nos pega el que nos cuida.
–¿Les pega mucho?
–Nomás cuando anda drogado. En su juicio es muy bueno. ¿Cómo te diré? Es cariñoso.
Jarocho me había dicho que no me excediera de la hora para no tener problemas y que dejara a Allison a un lado del bar Barbaroja, que ahí alguien la recogería. El plazo estaba por cumplirse. Allison se fue cuando Los Caifanes decían algo así como que “no dejáramos que nos comiera el diablo”. Cuando amaneció me largué de Acapulco, odiándolo.


Alejandro Almazán (México DF, 1971) es reportero freelance. Ha fundado CNI-Canal 40, Milenio Semanal, Milenio Diario, y La revista de El Universal. Ha ganado tres veces el premio nacional de periodismo en el género de crónica


Fuente: http://nuestraaparenterendicion.blog....html?spref=fb

Mensaje AMLO 9 de mayo del 2011 desde Villahermosa

Gobierno Legítimo de México

Gobierno Legítimo de México

CARTONES DE LA JORNADA




FELIZ 10 DE MAYO 2011


Pensamientos para el Día de la Madre

Tus brazos siempre se abrían cuando quería un abrazo. Tu corazón comprendía cuándo necesitaba una amiga. Tus ojos tiernos se endurecían cuando me hacía falta una lección. Tu fuerza y tu amor me guiaron y me dieron alas para volar.

Eres la única persona del mundo, que siempre está de forma incondicional. Si te rechazo, me perdonas. Si me equivoco, me acoges. Si los demás no pueden conmigo, me abres una puerta. Si estoy feliz, celebras conmigo. Si estoy triste, no sonríes hasta que me haces reír. Eres mi amiga incondicional.

Una madre es capaz de dar todo sin recibir nada. De querer con todo su corazón sin esperar nada a cambio.Una madre sigue teniendo confianza en sus hijos cuando todos los demás la han perdido.

Mi madre encuentra la felicidad cuando yo la encuentro. Cuando yo vivo algo hermoso, lo vive a través de mi experiencia. Mi madre reza por mí, incluso cuando yo sólo rezo por mi mismo. Mi madre me daría el mundo entero si fuese capaz.

Gracias Mamá.



FELIZ 10 DE MAYO A TODAS LAS MADRES DE MEXICO


lunes, 9 de mayo de 2011

Más vídeos de la #MarchaNacional




CARTONES DE LA JORNADA




Sin avances sustanciales en indagatorias del asesinato de Quetzalcoatl Leija: PIM

Chilpancingo, Gro; 08 de mayo (IRZA).- Hasta el momento la Procuraduría General de Justicia de Guerrero (PGJG), solo presentó a declarar a dos personas que estuvieron conviviendo con el presidente del Centro de Estudios y Proyectos para el Desarrollo Humano Integral (Ceprodehi), Quetzalcoatl Leija Herrera, momentos antes de que lo asesinaran el pasado jueves por la madrugada, pero no hay avance sustancial en las investigaciones.
Lo anterior, fue aseverado por el director de la Policía Investigadora Ministerial (PIM), Fernando Monreal Leyva, quien indicó que hasta el momento no tienen pistas para detener a los presuntos responsables.
El director de ese cuerpo policiaco, informó que agentes de esa corporación llevaron a dos personas a declarar ante el Ministerio Público (MP) para que aportaran elementos a la investigación, pues con ellos estuvo conviviendo antes de que fuera asesinado Leija Herrera, “los dos individuos estuvieron con esta persona (con Leija Herrera) en calidad de presentados, pero ya están en sus casas”, manifestó.
Monreal Leyva, no descartó que el MP llame a comparecer a los elementos de la Policía Municipal que tienen de tarea resguardar el zócalo de esta ciudad y que fue donde ocurrió el asesinato del activista en favor del reconocimiento a la diversidad sexual en la entidad.
Fernando Monreal, dijo que “no” es normal la violencia en pleno Zócalo capitalino, “eso no es normal (la violencia) no puede ser algo normal y máxime que esto ocurra en el centro de la ciudad donde se supone que hay vigilancia policiaca en forma permanente”, indicó.
Respecto a este asesinato, el director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña “Tlachinollan”, Abel Barrera Hernández, exigió al gobierno de Ángel Aguirre Rivero el total esclarecimiento del asesinato de Leija Herrera, “todo parece indicar que fue un asesinato homofóbico, pero lo más grave es de que las autoridades no hagan nada para prevenir este tipo de delitos y más cuando ocurre en pleno centro de la ciudad donde se supone que hay policías municipales cuidando esa zona de Chilpancingo”, manifestó.
Quetzacóatl Leija Herrera, fue asesinado a pedradas el miércoles en la madrugada en la Plaza Cívica “Primer Congreso de Anáhuac”, a un costado del Palacio de la Cultura “Ignacio Manuel Altamirano” y al ayuntamiento municipal donde usualmente hay elementos policiacos.
Pero a cinco días del crimen del dirigente gay en Guerrero, la Procuraduría de Justicia, dice que hay varias líneas de investigación para esclarecerlo, una de ellas, el asalto, “entre las ropas de esta persona asesinada, no tenía la cartera y por eso presumimos que el móvil fue un el robo, pero esto no está nada definido”, añadió el director de la PIM. (www.agenciairza.com).

http://www.agenciairza.com/2011/05/sin-avances-sustanciales-en-indagatorias-del-asesinato-de-quetzalcoatl-leija-pim/

“Estamos hasta la madre”, se oye desde Acapulco y Taxco

Cientos de personas se suman a la movilización nacional por la paz y seguridad

“Estamos hasta la madre”, se oye desde Acapulco y Taxco

Reclaman manifestantes al gobierno federal la estrategia emprendida en el combate al narcotráfico
FRANCISCA MEZA CARRANZA Y
 CORRESPONSALÍA
Cientos de acapulqueños se sumaron a las movilizaciones que a nivel nacional se llevan a cabo contra la lucha que el gobierno federal ha emprendido en el combate al crimen organizado. En silencio, expresaron un “estamos hasta la madre” de personas que han muerto y que el presidente Felipe Calderón Hinojosa ha calificado como “daño colateral”.
El punto de encuentro fue sobre la costera Miguel Alemán, a la altura del Asta Bandera, de donde por lo menos 500 personas vestidas de blanco partieron en marcha hasta el zócalo.
En la mayoría de las mantas plastificadas que iban al frente del contingente había leyendas como “No más sangre” y “Estamos hasta la madre” de los movimientos sociales que se han desarrollado a nivel nacional, como el de poeta Javier Sicilia.
Asimismo, en cartulinas que mostraban los participantes se expresaban pensamientos particulares: “Basta de gastar en armamento”, “Demos oportunidad a la paz, no a la guerra”, “Ya basta, alto al fuego”, “La violencia no se combate con más violencia” y “Esta guerra no es nuestra”.
Entre las más significativas había leyendas de personas que han sufrido la muerte de algún familiar o personas cercanas. “Esto va por mi hijo”, “Muerto inocente” y algunos con playeras con fotografías de jóvenes muertos y desaparecidos.
En el contingente iban personas de todas las edades, representantes de la sociedad civil y la Iglesia católica. Conforme avanzaba la caravana personas se unieron; los que pasaban en vehículos observaban detenidamente las pancartas, en la calle otros expresaban de manera sincera un “ya estamos hasta la madre”.
En el zócalo los participantes se aglutinaron frente a un templete que ya estaba instalado para algunos oradores, del lado derecho de este fueron colocadas las flores y las veladoras que llevaban; con las flores formaron una cruz y con las velas un circulo que la rodeó.
El vocero de la arquidiócesis de Acapulco y sacerdote, Jesús Mendoza Zaragoza, celebró que por fin se haya alzado la voz para exigir paz y consideró que el miedo es la principal arma de los violentos.
“Los ciudadanos nos manifestamos enérgicamente con el vivo interés de defender la paz que se nos ha arrebatado dejándonos abandonados en la desprotección y la inseguridad; era tiempo de que empezáramos a sacudirnos el miedo para ponernos de pie, salir a la calle a caminar juntos para darnos cuenta de que no estamos solos y compartimos en gran interés para construir la paz”, dijo.
Francisco Camacho expresó que una marcha por si misma cambie el mundo pero sí lo hará si los participantes cambian.
“La miseria es el mejor caldo de cultivo para han optado por ser chingones con un arma en la mano, con la depredación y la muerte de los demás, porque el chingón no mira hacia atrás y pasa por sobre quien sea, desde la clandestinidad, desde el crimen o desde el escritorio o desde una curul de las Cámaras”, dijo.
Mujeres por la paz
En tanto, en Taxco, unas 200 personas en su mayoría mujeres, entre ellas la presidenta de la Comisión de Equidad y Género en el Congreso local, Alicia Sierra Martínez, vestidas de blanco y con cartulinas en señal de protesta, caminaron por la ciudad para manifestar su inconformidad por la ola de violencia que se ha presentado en la entidad y que está afectando a este destino, además de responder a la marcha por la paz convocada a nivel nacional por el escritor Javier Sicilia.
Después de las 5 de la tarde, este contingente partió de la Garita, caminando por las principales calles. Tomó la calle Miguel Hidalgo y llegó hasta el tramo conocido de los Castillos.
En la caminata, las mujeres portando algunas cartulinas en rechazo a la violencia, lo mismo que una manta que estuvo al frente del contingente con el texto “Paz y justicia, basta, no más violencia”, llamó la atención, en este día domingo cuando las familias acostumbran salir a caminar por el primer cuadro de la ciudad.
En la marcha, se unieron obreros, plateros, trabajadores del volante, empresarios, amas de casa y estudiantes, quienes exigieron un alto a la violencia, reclamaron paz en la ciudad.
El contingente fue nutriéndose conforme pasaron por varias bocacalles, donde se unieron sectores hasta arribar a la Plazuela de la Libertad de Expresión que ya los esperó otro grupo que sumó, lo mismo que turistas y algunos ciudadanos que presenciaron la manifestación.
Con un “No”, escrito en una manta que estuvo en medio y algunos zanqueros y en silencio caminaron por las empedradas calles y llegaron hasta el centro de la ciudad, para la realización de un acto-mitin y exigir a las autoridades de gobierno una mayor seguridad.
En el lugar, Roberto Díaz Portillo integrante del Comité Ciudadano, se solidarizó con el poeta Javier Sicilia y al mismo tiempo afirmó que la marcha culmina con poesía y canto, como “un granito de arena en este mar de esperanza silenciosa que se construye desde la sociedad civil”.
Por ello, lanzó al gobierno federal “un alto y ya basta”, aunque consideró que no es suficiente decirlo, pero es sin duda para tratar “de detener la guerra y luchar por una paz con dignidad”.
Díaz Portillo exclamó: ¡estamos hasta la madre!, porque en verdad estamos cansados y hartos de esta cotidianidad de muerte, de esta cotidianidad que reclama al ciudadano silencio, para volverlo cómplice de la impunidad de los asesinos.
Dijo que “no queremos esta guerra, no queremos seguir poniendo los muertos, no queremos un estado fascista policiaco y militarizado”. Al mismo tiempo exigió vivir en paz “queremos que, el Ejercito regrese a los cuarteles, que la lucha contra el crimen organizado sea por parte de las instituciones encargadas de la seguridad pública y no de las encargadas de la seguridad nacional”.
Posteriormente se realizaron actos poéticos y también se continuó con el discurso a favor de la paz y contra la violencia.

http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2011/05/09/index.php?section=sociedad&article=004n1soc


texto íntegro del discurso de Javier Sicilia leído en el Zócalo

Nuevo pacto o fractura nacional
Domingo, 08 de mayo de 2011
Javier Sicilia
Hemos llegado a pie, como lo hicieron los antiguos mexicanos, hasta este sitio en donde ellos por vez primera contemplaron el lago, el águila, la serpiente, el nopal y la piedra, ese emblema que fundó a la nación y que ha acompañado a los pueblos de México a lo largo de los siglos. Hemos llegado hasta esta esquina donde alguna vez habitó Tenochtitlan -a esta esquina donde el Estado y la Iglesia se asientan sobre los basamentos de un pasado rico en enseñanzas y donde los caminos se encuentran y se bifurcan-; hemos llegado aquí para volver a hacer visibles las raíces de nuestra nación, para que su desnudez, que acompañan la desnudez de la palabra, que es el silencio, y la dolorosa desnudez de nuestros muertos, nos ayuden a alumbrar el camino.
Si hemos caminado y hemos llegado así, en silencio, es porque nuestro dolor es tan grande y tan profundo, y el horror del que proviene tan inmenso, que ya no tienen palabras con qué decirse. Es también porque a través de ese silencio nos decimos, y les decimos a quienes tienen la responsabilidad de la seguridad de este país, que no queremos un muerto más a causa de esta confusión creciente que sólo busca asfixiarnos, como asfixiaron el aliento y la vida de mi hijo Juan Francisco, de Luis Antonio, de Julio César, de Gabo, de María del Socorro, del comandante Jaime y de tantos miles de hombres, mujeres, niños y ancianos asesinados con un desprecio y una vileza que pertenecen a mundos que no son ni serán nunca los nuestros; estamos aquí para decirnos y decirles que este dolor del alma en los cuerpos no lo convertiremos en odio ni en más violencia, sino en una palanca que nos ayude a restaurar el amor, la paz, la justicia, la dignidad y la balbuciente democracia que estamos perdiendo; para decirnos y decirles que aún creemos que es posible que la nación vuelva a renacer y a salir de sus ruinas, para mostrarles a los señores de la muerte que estamos de pie y que no cejaremos de defender la vida de todos los hijos y las hijas de este país, que aún creemos que es posible rescatar y reconstruir el tejido social de nuestros pueblos, barrios y ciudades.
Si no hacemos esto solamente podremos heredar a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños una casa llena de desamparo, de temor, de indolencia, de cinismo, de brutalidad y engaño, donde reinan los señores de la muerte, de la ambición, del poder desmedido y de la complacencia y la complicidad con el crimen.
Todos los días escuchamos historias terribles que nos hieren y nos hacen preguntarnos: ¿Cuándo y en dónde perdimos nuestra dignidad? Los claroscuros se entremezclan a lo largo del tiempo para advertirnos que esta casa donde habita el horror no es la de nuestros padres, pero sí lo es; no es el México de nuestros maestros, pero sí lo es; no es el de aquellos que ofrecieron lo mejor de sus vidas para construir un país más justo y democrático, pero sí lo es; esta casa donde habita el horror no es el México de Salvador Nava, de Heberto Castillo, de Manuel Clouthier, de los hombres y mujeres de las montañas del sur -de esos pueblos mayas que engarzan su palabra a la nación- y de tantos otros que nos han recordado la dignidad, pero sí lo es; no es el de los hombres y mujeres que cada amanecer se levantan para ir a trabajar y con honestidad sostenerse y sostener a sus familias, pero sí lo es; no es el de los poetas, de los músicos, de los pintores, de los bailarines, de todos los artistas que nos revelan el corazón del ser humano y nos conmueven y nos unen, pero sí lo es. Nuestro México, nuestra casa, está rodeada de grandezas, pero también de grietas y de abismos que al expandirse por descuido, complacencia y complicidad nos han conducido a esta espantosa desolación.
Son esas grietas, esas heridas abiertas, y no las grandezas de nuestra casa, las que también nos han obligado a caminar hasta aquí, entrelazando nuestro silencio con nuestros dolores, para decirles directamente a la cara que tienen que aprender a mirar y a escuchar, que deben nombrar a todos nuestros muertos -a esos que la maldad del crimen ha asesinado de tres maneras: privándolos de la vida, criminalizándolos y enterrándolos en las fosas comunes de un silencio ominoso que no es el nuestro-; para decirles que con nuestra presencia estamos nombrando esta infame realidad que ustedes, la clase política, los llamados poderes fácticos y sus siniestros monopolios, las jerarquías de los poderes económicos y religiosos, los gobiernos y las fuerzas policiacas han negado y quieren continuar negando. Una realidad que los criminales, en su demencia, buscan imponernos aliados con las omisiones de los que detentan alguna forma de poder.
Queremos afirmar aquí que no aceptaremos más una elección si antes los partidos políticos no limpian sus filas de esos que, enmascarados en la legalidad, están coludidos con el crimen y tienen al Estado maniatado y cooptado al usar los instrumentos de éste para erosionar las mismas esperanzas de cambio de los ciudadanos. O ¿dónde estaban los partidos, los alcaldes, los gobernadores, las autoridades federales, el ejército, la armada, las Iglesias, los congresos, los empresarios; dónde estábamos todos cuando los caminos y carreteras que llevan a Tamaulipas se convirtieron en trampas mortales para hombres y mujeres indefensos, para nuestros hermanos migrantes de Centroamérica? ¿Por qué nuestras autoridades y los partidos han aceptado que en Morelos y en muchos estados de la República gobernadores señalados públicamente como cómplices del crimen organizado permanezcan impunes y continúen en las filas de los partidos y a veces en puestos de gobierno? ¿Por qué se permitió que diputados del Congreso de la Unión se organizaran para ocultar a un prófugo de la justicia, acusado de tener vínculos con el crimen organizado y lo introdujeron al recinto que debería ser el más honorable de la patria porque en él reside la representación plural del pueblo y terminaran dándole fuero y después aceptando su realidad criminal en dos vergonzosos sainetes? ¿Por qué se permitió al presidente de la República y por qué decidió éste lanzar al ejército a las calles en una guerra absurda que nos ha costado 40 mil víctimas y millones de mexicanos abandonados al miedo y a la incertidumbre? ¿Por qué se trató de hacer pasar, a espaldas de la ciudadanía, una ley de seguridad que exige hoy, más que nunca una amplia reflexión, discusión y consenso ciudadano? La Ley de Seguridad Nacional no puede reducirse a un asunto militar. Asumida así es y será siempre un absurdo. La ciudadanía no tiene por qué seguir pagando el costo de la inercia e inoperancia del Congreso y sus tiempos convertido en chantaje administrativo y banal cálculo político. ¿Por qué los partidos enajenan su visión, impiden la reforma política y bloquean los instrumentos legales que permitan a la ciudadanía una representación digna y eficiente que controle todo tipo de abusos? ¿Por qué en ella no se ha incluido la revocación del mandato ni el plebiscito?
Estos casos -hay cientos de la misma o de mayor gravedad- ponen en evidencia que los partidos políticos, el PAN, el PRI, el PRD, el PT, Convergencia, Nueva Alianza, el Panal, el Verde, se han convertido en una partidocracia de cuyas filas emanan los dirigentes de la nación. En todos ellos hay vínculos con el crimen y sus mafias a lo largo y ancho de la nación. Sin una limpieza honorable de sus filas y un compromiso total con la ética política, los ciudadanos tendremos que preguntarnos en las próximas elecciones ¿por qué cártel y por qué poder fáctico tendremos que votar? ¿No se dan cuenta de que con ello están horadando y humillando lo más sagrado de nuestras instituciones republicanas, que están destruyendo la voluntad popular que mal que bien los llevó a donde hoy se encuentran?
Los partidos políticos debilitan nuestras instituciones republicanas, las vuelven vulnerables ante el crimen organizado y sumisas ante los grandes monopolios; hacen de la impunidad un modus vivendi y convierten a la ciudadanía en rehén de la violencia imperante.
Ante el avance del hampa vinculada con el narcotráfico, el Poder Ejecutivo asume, junto con la mayoría de la mal llamada clase política, que hay sólo dos formas de enfrentar esa amenaza: administrándola ilegalmente como solía hacerse y se hace en muchos lugares o haciéndole la guerra con el ejército en las calles como sucede hoy. Se ignora que la droga es un fenómeno histórico que, descontextualizado del mundo religioso al que servía, y sometido ahora al mercado y sus consumos, debió y debe ser tratado como un problema de sociología urbana y de salud pública, y no como un asunto criminal que debe enfrentarse con la violencia. Con ello se suma más sufrimiento a una sociedad donde se exalta el éxito, el dinero y el poder como premisas absolutas que deben conquistarse por cualquier medio y a cualquier precio.
Este clima ha sido tierra fértil para el crimen que se ha convertido en cobros de piso, secuestros, robos, tráfico de personas y en complejas empresas para delinquir y apropiarse del absurdo modelo económico de tener siempre más a costa de todos.
A esto, ya de por sí terrible, se agrega la política norteamericana. Su mercado millonario del consumo de la droga, sus bancos y empresas que lavan dinero, con la complicidad de los nuestros, y su industria armamentista -más letal, por contundente y expansiva, que las drogas-, cuyas armas llegan a nuestras tierras, no sólo fortalecen el crecimiento de los grupos criminales, sino que también los proveen de una capacidad inmensa de muerte. Los Estados Unidos han diseñado una política de seguridad cuya lógica responde fundamentalmente a sus intereses globales donde México ha quedado atrapado.
¿Como reestructurar esta realidad que nos ha puesto en un estado de emergencia nacional? Es un desafío más que complejo. Pero México no puede seguir simplificándolo y menos permitir que esto ahonde más sus divisiones internas y nos fracture hasta hacer casi inaudibles el latido de nuestros corazones que es el latido de la nación. Por eso les decimos que es urgente que los ciudadanos, los gobiernos de los tres órdenes, los partidos políticos, los campesinos, los obreros, los indios, los académicos, los intelectuales, los artistas, las Iglesias, los empresarios, las organizaciones civiles, hagamos un pacto, es decir, un compromiso fundamental de paz con justicia y dignidad, que le permita a la nación rehacer su suelo, un pacto en el que reconozcamos y asumamos nuestras diversas responsabilidades, un pacto que le permita a nuestros muchachos, a nuestras muchachas y a nuestros niños recuperar su presente y su futuro, para que dejen de ser las víctimas de esta guerra o el ejército de reserva de la delincuencia.
Por ello, es necesario que todos los gobernantes y las fuerzas políticas de este país se den cuenta que están perdiendo la representación de la nación que emana del pueblo, es decir, de los ciudadanos como los que hoy estamos reunidos en el zócalo de la Ciudad de México y en otras ciudades del país.
Si no lo hacen, y se empeñan en su ceguera, no sólo las instituciones quedarán vacías de sentido y de dignidad, sino que las elecciones de 2012 serán las de la ignominia, una ignominia que hará más profundas las fosas en donde, como en Tamaulipas y Durango, están enterrando la vida del país.
Estamos, pues, ante una encrucijada sin salidas fáciles, porque el suelo en el que una nación florece y el tejido en el que su alma se expresa están deshechos. Por ello, el pacto al que convocamos después de recoger muchas propuestas de la sociedad civil, y que en unos momentos leerá Olga Reyes, que ha sufrido el asesinato de 6 familiares, es un pacto que contiene seis puntos fundamentales que permitirán a la sociedad civil hacer un seguimiento puntual de su cumplimiento y, en el caso de traicionarse, penalizar a quienes sean responsables de esas traiciones; un pacto que se firmará en el Centro de Ciudad Juárez -el rostro más visible de la destrucción nacional- de cara a los nombres de nuestros muertos y lleno de un profundo sentido de lo que una paz digna significa.
Antes de darlo a conocer, hagamos un silencio más de 5 minutos en memoria de nuestros muertos, de la sociedad cercada por la delincuencia y un Estado omiso, y como una señal de la unidad y de la dignidad de nuestros corazones que llama a todos a refundar la Nación. Hagámoslo así porque el silencio es el lugar en donde se recoge y brota la palabra verdadera, es la hondura profunda del sentido, es lo que nos hermana en medio de nuestros dolores, es esa tierra interior y común que nadie tiene en propiedad y de la que, si sabemos escuchar, puede nacer la palabra que nos permita decir otra vez con dignidad y una paz justa el nombre de nuestra casa: México.
Redacción Milenio.com
 
http://www.milenio.com/node/713603

México clama contra la violencia y la corrupción

Siguiendo los pasos de un poeta que perdió a su hijo, de una madre que busca justicia para su bebé abrasado hace dos años entre las llamas de una guardería o de un abuelo que no entiende por qué los militares ametrallaron la semana pasada a su nieto en un cruce de carreteras, México clamó este domingo en silencio contra la guerra, contra la impunidad y contra la corrupción política. Desde que, a finales de 2006, Felipe Calderón llegó a la presidencia de la República, más de 40.000 personas han muerto víctimas de la violencia, pero no ha sido hasta ahora que las calles del país se han llenado de gente que, al modo mexicano, han expresado su hartazgo: "No más sangre. Estamos hasta la madre".

Ha sido el poeta Javier Sicilia quien ha logrado canalizar todo ese dolor acumulado. Hace 40 días, en la hasta ahora pacífica ciudad de Cuernavaca y en circunstancias todavía por aclarar, unos criminales mataron a un hijo de Sicilia y a seis de sus amigos. El poeta, que se encontraba de viaje en Filipinas, escribió un poema dedicado a su hijo en el avión de regreso y, al llegar a México, anunció: "Es mi último poema. No puedo escribir más poesía. La poesía ya no existe para mí". Al tiempo, emplazó a las autoridades a que el crimen múltiple no quedara impune -como más del 90% de los delitos que ocurren en México- ni que fueran detenidos falsos culpables. De paso, Sicilia quiso aprovechar la repercusión mediática de su pérdida para ponerle rostro a todas las víctimas sin nombre. Desde el jueves hasta el domingo, una marcha silenciosa recorrió los 80 kilómetros que separan Cuernavaca del Distrito Federal y, ya en el Zócalo de la capital de México, fueron miles y miles de personas -muchas de ellas víctimas directas de la violencia- las que clamaron por el fin de la violencia. "Nos ha rebasado la corrupción", denunció Sicilia alto y claro, "las instituciones están podridas, desde los partidos hasta el Gobierno Federal. Por eso el crimen está campeando, por eso nos está envileciendo. No es este el México que queremos. No es esta nuestra guerra. Pero estos sí son nuestros muertos".
No era una frase retórica. Junto a Sicilia han marchado madres y padres a los que la violencia ha arrebatado a sus hijos y que se esfuerzan por mantenerlos presentes en pancartas y camisetas. Después de escuchar sus historias, cada vez queda más claro que la versión oficial de que son sicarios los que se matan entre sí en las calles de México es cada vez menos exacta. Las llamadas "víctimas colaterales" son cada vez más frecuentes y, gracias al movimiento que acaba de surgir, cada vez más visibles. Eso sí, la protesta de Sicilia, en contra de lo que pudiera parecer, no solo critica la política -que considera equivocada- del presidente Calderón, sino a toda la clase política. De hecho, los líderes de la oposición que han intentado sacar rédito político, adular a los manifestantes, han salido trasquilados. El mejor ejemplo es el de Manlio Fabio Beltrones. El jefe de los senadores del PRI pidió a Calderón que escuchara a los manifestantes, pero Sicilia lo animó a que no se confundiera: "No, senador Beltrones, no solo pedimos que salga Calderón a escucharnos y a recibirnos, también se lo pedimos a las bancadas de los partidos, a las presidencias de los partidos, ellos también han sido omisos. Calderón tiene 40.000 muertos, una mala estrategia de guerra, pero la mierda la crearon ellos, la destrucción de las instituciones la empezaron ellos y siguen haciendo omisiones, siguen comportándose como delincuentes. Esto va para todos los partidos, no se equivoque".
La marcha que desembocó en el Zócalo del Distrito Federal tuvo sus réplicas en varias ciudades de México y aun del extranjero. También movimientos sociales de todo tipo. Desde asociaciones de migrantes hasta los zapatistas del subcomandante Marcos. Todos han querido adherirse al clamor contra una guerra que, sin ir más lejos, el sábado se cobró más de 40 víctimas en distintas ciudades del país. "México", concluyó Sicilia expresando lo que muchos mexicanos sienten, "siempre fue el amor y la solidaridad, nunca el crimen y la guerra. No es este el México que queremos".

http://www.elpais.com/articulo/internacional/Mexico/clama/violencia/corrupcion/elpepuint/20110508elpepuint_7/Tes

“¡Hasta que se te hizo venir a mi pueblo!”

“¡Hasta que se te hizo venir a mi pueblo!”

R. RAMÍREZ Y H. BRISEÑO
Lo esperaron en la cancha de Agua Caliente con una valla de mujeres que resistieron una hora bajo un sol tan intenso como pocas veces se recuerda un calor igual. Cuando llegó, un grito lo recibió:
–¡Ángel Aguirre, hasta que se te hizo venir a mi pueblo, cabrón!
Era el vocero del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositores a La Parota (Cecop), Marco Antonio Suástegui Muñoz, quien, con una camisa a cuadros azules y negros y sombrero oscuro, salió a abrazar al recién llegado. El gobernador Ángel Aguirre Rivero, primer mandatario en funciones en entrar a la zona en conflicto, también lo abrazó. Vestía una guayabera azul claro, pantalones de mezclilla y mocasines cafés.
Fue el primer momento de una jornada pactada previamente y que se caracterizaría por los acercamientos y las tomas de distancia mutua entre los comuneros y el mandatario. Minutos antes de su llegada, Suástegui advertía ante reporteros que no le darían margen de fijar una postura distinta al rechazo de la presa porque, dijo, “éste (el gobernador) es un zorro”.
Aguirre llegó a los bienes comunales acompañado del arzobispo Carlos Garfias Merlo, y de buena parte de su gabinete; ya estaban ahí el director de Centro de Derechos Humanos La Montaña Tlachinollan, Abel Barrera, y representantes de organizaciones y movimientos diversos que habían ido para atestiguar el encuentro. Desde las 8 de la mañana cinco grandes ollas de pollo y barbacoa esperaban a los comuneros e invitados especiales de diversas organizaciones sociales. Las vendedoras de comida tuvieron que servir platos extras de caldo de gallina. Las pintas a lo largo del camino fueron remarcadas y fueron colocadas grandes mantas que pedían punto final al proyecto hidroeléctrico.
La reunión se planeó en un solar de Agua Caliente, el mismo donde estuvo el subcomandante Marcos del EZLN, y donde se llevó a cabo la asamblea del 12 de agosto de 2008 a la que asistieron los simpatizantes, las autoridades de la Comisión Federal de Electricidad, y en la que los comuneros acordaron el rechazo a la presa. Así se lo recordó a Aguirre el comunero José Venus Hernández Nicanor, quien le pidió sentirse orgulloso de estar en ese lugar “con estos indios guarachudos”, en el mismo donde habían estado también la secretaria general de Amnistía Internacional, Irene Khan y los relatores especiales de la ONU.
Aguirre se veía contento, apapachado de más por los campesinos. Pero de pronto, la voz discordante salía entre la multitud: ¡Fíjate bien, Ángel Aguirre!, y Aguirre buscaba el origen de la voz para mostrarle a su autora, una mujer, su extrañeza. Las pancartas también aludían a la desconfianza: “ni con regalos ni con despensas los dueños de la tierra venderemos el río”, rezaba una, de las varias que había.
En el presidium el gobernador y el arzobispo estuvieron flanqueados por los dos voceros, Felipe Flores y Marco Antonio Suástegui, y a los lados los varios secretarios del gabinete estatal.
Hernández Nicanor hizo un recuento de la lucha y pidió al mandatario definirse en contra de la presa. Es más, dijo, que se ponga la camiseta, y se la dio: una camiseta negra con un círculo rojo y la leyenda “punto final al proyecto hidroeléctrico La Parota”. Aguirre, contra cualquier pronóstico, se movió hacia atrás de una pantalla gigante, se quitó la guayabera y regresó con la camiseta puesta.
Cuando la gente coreaba: “Muera la CFE”, el gobernador repitió la consigna; y con el puño en alto quedó fijado por las cámaras fotográficas.
Pero más tarde –después de una intervención de Felipe Flores Hernández, vocero del Cecop-, Marco Antonio Suástegui también sorprendió con otra petición para Aguirre: que firme, dijo, los Acuerdos de Cacahuatepec, por los cuales él como mandatario se comprometía a no gestionar otra asamblea para aprobar el proyecto hidroeléctrico. Aguirre estaba serio, mientras Suástegui leía el documento. Luego pidió hablar. Diez veces fue interrumpido en su discurso por las consignas del público: “¡Qué firme, que firme!”, “¡No a La Parota!”.
–No me niego a firmar –explicaba el mandatario, y buscaba bromear, pero la gente le respondía.
Incluso declamó un poema para retratar la estrategia fallida implementada para consolidar el proyecto de la CFE.
“Como cuando uno anda enamorando una muchacha. Uno la enamora diciéndole qué bonita estás, qué bonitos ojos tienes. Morena por tu color. Morena porque eres mía, de tu boca de sandía voy a beberme el sabor, que me matan de calor tus ojos de mediodía”.
Pero poco a poco los fue eludiendo. Firmaría, les dijo, pero no en ese momento porque “yo no vine a firmar documentos”, sino hasta que la Secretaría de Gobierno hiciera el análisis jurídico del caso. Luego les aseguró que de todas maneras, aun sin firma, no promovería asambleas pro Parota en la zona. Es más, dijo que se oponía con claridad al proyecto.
En ese momento los campesinos le aplaudieron, y él aprovechó para agradecerles la oportunidad de este diálogo y se despidió. Se fue, así nomás, y se acabó la reunión.

http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2011/05/08/index.php?section=politica&article=003n2pol

Rechaza Aguirre firma en caliente contra La Parota; lo analizará

Día histórico en Agua Caliente; anuncia el proyecto Lomas de Chapultepec

Rechaza Aguirre firma en caliente contra La Parota; lo analizará

HÉCTOR BRISEÑO
El gobernador Ángel Aguirre Rivero visitó la comunidad de Aguacaliente, en los bienes comunales de Cacahuatepec, donde se reunió en una huerta con unos mil 600 pobladores de la zona e integrantes del Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la Presa La Parota (Cecop), quienes pidieron al mandatario estatal poner “punto final” al proyecto que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) intenta construir desde hace ocho años en el río Papagayo, conocido como Presa La Parota.
Ante la insistencia de los asistentes, el mandatario estatal se puso una playera negra con la leyenda “Punto final al proyecto hidroeléctrico La Parota”, ofreció no impulsar ninguna asamblea con el tema de la presa y sí en cambio promover programas sociales en la zona, pero se negó a firmar un documento llamado Acuerdos de Cacahuatepec. En cambio, dijo que empezará ya a operar el proyecto Lomas de Chapultepec para dotar de agua a Acapulco, lo cual “no tiene nada que ver con la presa”.
En este escrito, de cinco puntos, se obligaría a gestionar la cancelación definitiva del proyecto ante la presidencia de la República, a no usar la fuerza pública para hacer nuevas asambleas, a promover el desarrollo de las comunidades, a coadyuvar a recomponer el tejido social de los poblados de la zona, y respetar las luchas legales y pacificas que el Cecop ha entablado desde 2003 en los tribunales.
Pero Aguirre dijo “no”, porque no le habían dicho que habría ningún documento para firmar, y sólo se comprometió a que la Secretaría de Gobierno haría un análisis del texto pues firmarlo ahí sería “irresponsable”.
Día histórico
“Hoy es un día histórico”, expresó José Venus Hernández, secretario del Cecop, quien agregó que “queremos que hoy Ángel Aguirre se comprometa ante miles de huarachudos, como nos llamó el ex gobernador Zeferino Torreblanca, a ponerle punto final a La Parota. Aquí vino la CFE a tratarnos de engañar. El hecho de ser indios no quiere decir que somos ignorantes”. Agregó que “llevamos ocho años de lucha, 11 encarcelados y cuatro muertos. De la tierra hacemos crecer a nuestros hijos. Este pueblo jamás va a vender su tierra”.
El vocero del Cecop, Felipe Flores Hernández, recalcó que los proyectos de las trasnacionales sólo traen consigo el desplazamiento de las comunidades.
El otro vocero del Cecop, Marco Antonio Suástegui Muñoz, entregó al gobernador una copia de la resolución emitida por el Tribunal Unitario Agrario 41 el pasado 18 de abril, la cual declaró nula la asamblea realizada el 28 de abril de 2010 en el poblado de La Concepción, mediante la que supuestamente se aprobó la edificación de la presa.
Agregó que “hoy tenemos otro integrante del Cecop, hoy tenemos otro aliado en Ángel Aguirre, el hecho que la gente se le amontone, quiere decir que no hay recelo, como sucedía con el otro gobernador, eso es una buena señal”.

http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2011/05/08/index.php?section=politica&article=003n1pol

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