Xihuacan, el lugar que olvidaron los gobernantes
Alondra García
Petatlán, Gro. En Soledad de Maciel y El Cabritero el miedo baja
del cielo, llega en nubes negras y desciende a la tierra en forma de lluvias
torrenciales y viento.
Allí el río cruje y arranca el pavimento, destroza puentes, inunda
sembradíos e invade casas.
Cinco días después de que la tormenta tropical Manuel destrozó la
única vía de acceso a ambos poblados, la gente aun tiene miedo y padece los estragos
de la contingencia.
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Hace más de 3 mil años, en el 1305 a.C., el poblado de Soledad de
Maciel tenía otro nombre: Xihuacan, que en náhuatl significa “lugar de los
poseedores de turquesa” o “los que poseen el tiempo”.
Y tal parece que el tiempo se detuvo en manos de los xihuacanos…
por donde se mire el pueblo que ahora se erige sobre esa zona prehispánica
parece inmóvil, ancestral, atemporal.
Casas de barro y teja, ancianos de pelo blanco y rostros arrugados
que descansan en mecedoras viejas, en las mediaguas de sus casas.
Las excavaciones en este sitio arqueológico revelaron que fue el mayor
centro rector de la Costa Grande e incluso se le compara en importancia a Teotihuacán.
Más de 3 mil años después de su construcción, Xihuacan reclamó su
espacio y contribuyó a la inundación de lo que hoy es Soledad de Maciel.
El arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH), Rodolfo Lobato Rodríguez, explicó que con las lluvias intensas se
reactivaron los canales pluviales prehispánicos de lo que alguna vez fue la
zona habitacional de Xihuacan.
Cuando los canales se desbordaron, inundaron al poblado actual y
Soledad de Maciel se convirtió en una laguna.
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La madrugada del domingo 15 de septiembre la lluvia desbordó el
río de San Jeronimito, que pasa a un costado de las comunidades rurales El
Cabritero y Soledad de Maciel.
Un arroyo que se desprende del río y atraviesa la comunidad de El
Cabritero destrozó por completo el puente y arrancó una vivienda.
Dos kilómetros adelante, el agua subió hasta dos metros en la zona
de huertas que son la entrada al poblado Soledad de Maciel.
Esa noche, una familia vio cómo el torrente de agua despegó una
pared de su hogar y la arrastró hacia abajo, entre las huertas, donde también
flotaban pesados electrodomésticos.
El río que abastece de agua dulce a los pobladores, riega sus
huertas y los alimenta con pescado fresco todos los días, se convirtió en
peligro mortal.
Desde el sábado por la noche nadie durmió en el pueblo, pero el
domingo el insomnio se convirtió en terror.
Una vez que pasaron las lluvias, los pobladores utilizaron una
lancha para salir del pueblo en busca de víveres y agua potable.
“La corriente de agua era fuerte y le adaptamos a la lancha un
motor chiquito que tenía uno de los vecinos, de dos caballos de fuerza, sólo
así podíamos salir del pueblo”, narró Hilarión Valle Zúñiga, ex comisario de
Soledad de Maciel.
Y cuando salieron del pueblo, el escenario fue igual de desolador.
Su única vía de acceso, una carretera nueva, se desmoronaba poco a
poco cual pieza de pan. En su lugar, dejaba grandes zanjas peligrosas de
cruzar.
Hilarión, quien nació hace 60 años en Soledad de Maciel, lleva una
bitácora en la que apunta cada año el inicio de las lluvias, los días en que
azotan al poblado, su intensidad y sus afectaciones.
De acuerdo a la bitácora de Hilarión, en 1967 las lluvias fueron
muy fuertes, después, en 1976 se repitió el fenómeno.
En 1985 las lluvias azotaron fuertemente al poblado, luego hubo
calma durante 17 años, hasta el 2002, que las tormentas nuevamente le dieron un
susto a los habitantes.
“Pero como este año yo no he visto igual, en mis 60 años de vida
el agua nunca había caído así, las lluvias de este año superaron por mucho a
todas las anteriores”, aseguró.
Pero de acuerdo a los más viejos, aun más viejos que Hilarión, las
tormentas que azotaron a Soledad de Maciel en 1952 fueron tan intensas como las
de este año.
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En Soledad de Maciel y El Cabritero, la gente sonríe a los
desconocidos y se quita el sombrero cortésmente a manera de saludo.
Son dos pequeñas comunidades donde todos se conocen, pero miran
sin desconfianza y con mucho agrado a los visitantes.
Antes de llegar hay un museo de sitio, donde se exponen los
vestigios de la cultura Xihuacana.
Gracias a este museo, ambas comunidades se beneficiaron
recientemente con la pavimentación de la carretera y el acceso se volvió rápido
y seguro.
Los pobladores, mayormente dedicados a la siembra de maíz y
tabaco, se beneficiaron con las nuevas condiciones del camino, que les permitía
salir a Zihuatanejo para vender sus productos.
La elaboración de puros artesanales es una técnica ancestral
heredada de generación en generación en las familias de El Cabritero y Soledad
de Maciel.
Pero las lluvias derribaron las palmas de cocotero, hundieron las
cosechas de maíz y detuvieron el trabajo artesanal de fabricación de puros.
Las actividades económicas de ambos pueblos se detuvieron para dar
paso a la supervivencia.
Durante cinco días Soledad de Maciel y El Cabritero estuvieron en
el olvido gubernamental y social, hasta que el personal del INAH que realiza
las excavaciones en la zona arqueológica se acercó a la Secretaría de Marina
Armada de México (Semar), el Instituto Lizardi, las asociaciones hoteleras,
empresas y sociedad civil.
Así consiguieron agua purificada, medicamentos, despensas y
pañales. Pero llevar la ayuda fue aún más difícil que conseguirla.
***
A las 14:30 horas del viernes 20 de septiembre partieron 3 camiones
y 2 camionetas de la Semar, cargadas con el acopio de un solo día.
Adelante, en una camioneta particular, viajaban los empresarios
hoteleros, en otra más el personal del INAH, los voluntarios y los reporteros.
Al llegar a San Jeronimito la carretera presentaba un desprendimiento
en el carril Zihuatanejo-Petatlán.
Los marinos descendieron de los pesados camiones para verificar
que su paso era seguro. Luego de unos minutos, atravesaron sin ningún problema.
El camino por la carretera federal continuó sin ningún
contratiempo hasta llegar a la desviación que conduce a El Cabritero y Soledad
de Maciel.
En un principio el camino pintaba bien, pero metros adelante la
mitad de un carril se desmoronaba hacia un barranco, como si se tratase de
terrones de azúcar.
Una vez más la caravana se detuvo y los marinos bajaron para
analizar la resistencia de la cinta asfáltica y la confiabilidad del terreno.
“Pueden pasar, sí resiste”, fue la indicación de uno de ellos.
Por ser más ligeras, las camionetas particulares atravesaron
primero, pero los pasajeros lo hicieron a pie.
El pavimento crujía mientras las llantas cruzaban lentamente la
cinta asfáltica, pero resistió. Después pasaron los pesados camiones cargados
de víveres.
Más adelante, el daño era mayor, pero una vez más la caravana de
vehículos atravesó sin problemas, aunque con mucho temor.
A unos metros de El Cabritero, el paso se dificultó.
El puente de acceso a la comunidad colapsó completamente y los
pobladores hicieron provisionalmente un camino de tierra al que sólo pueden
aventurarse vehículos todo terreno.
La gente del pueblo e incluso los perros salieron a la cancha de basquetbol, cuya mitad pendía
en el aire luego de que el arroyo arrastró la tierra que la sostenía.
“Saquen sus garrafones, traemos agua y despensas. Si alguien
requiere de atención médica acérquese, que también vino con nosotros un
doctor”, indicó uno de los marinos.
A cada familia le tocó medio garrafón de agua purificada y una
despensa. Los niños recibieron galletas y leche con chocolate.
También se brindó asistencia médica a quienes la solicitaron, en
su mayoría niños y adultos mayores.
Diabetes descompensada y infecciones respiratorias fueron la
constante en los diagnósticos.
“Aquí no ha venido nadie, es la primera ayuda, aquí no ha venido
la gente del gobierno municipal, el presidente se olvidó de nosotros”, lamentó el
comisario, Magdaleno Rosas.
Relató que después de cinco días de estar incomunicados, ninguna
autoridad se acercó.
Indicó que en El Cabritero habitan cerca de 150
personas, entre niños, adultos y ancianos.
“Llevamos cinco días sin alimento, no tenemos agua ni para beber”,
comentaron los habitantes.
Una vez que todas las familias recibieron la ayuda, la caravana
siguió su camino hasta Soledad de Maciel, dos kilómetros adelante.
Milpas destrozadas, calles convertidas en verdaderos pantanos,
palmas chuecas y árboles derribados fue el panorama que encontró la brigada de
ayuda.
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Cuando los camiones cargados con víveres llegaron a Soledad de
Maciel, el pueblo parecía desierto.
“Todos están en el velorio, se murió la suegra del comisario”,
explicó una señora que caminaba por la calle principal.
“¡Vengan!, ¡traigan sus garrafones, llegó la ayuda!”, avisó un hombre
y todas las personas se asomaron debajo de la lona negra que cubría de la
lluvia a los asistentes del velorio.
En un minuto, la difunta se quedó sola.
Los habitantes corrieron a sus casas, sacaron sus garrafones
vacíos e hicieron una línea, listos para recibir el apoyo que los marinos
acarreaban desde los camiones hasta el centro del pueblo.
“De a medio garrafón, porque no alcanza”, indicó el hotelero Mario
Hernández Diego.
El número de habitantes en Soledad de Maciel sube a más de 800 y todos
se dedican al campo y a la elaboración de puros artesanales.
“Todos perdimos nuestras cosechas, tampoco podemos pescar porque
el clima hace que sea peligroso, llevamos incomunicados casi una semana”,
señaló el ex comisario Hilarión Valle Zúñiga.
Indicó que cuando el río salió de su cauce la inundación llegó a
60 centímetros en las casas ubicadas en la parte alta. En la zona baja, el agua
subió a más de 1.20 metros.
“No sabíamos la magnitud del desastre, la gente
está peor de lo que imaginamos”, reconoció el empresario Mario Hernández Diego.
Al menos 15 hectáreas de sembradío de maíz se
perdieron, el equivalente a 12 toneladas de producto.
“No sabemos qué vamos a hacer, todos nos dedicamos
al campo y vendemos nuestras cosechas en Zihuatanejo, pero todo se lo llevó el
río, se llevó nuestras milpas, se llevó hasta las vacas”, lamentó el comunero Hilarión
Valle.
Los comisarios de El Cabritero y Soledad de Maciel
informaron que después de la tormenta asistieron al ayuntamiento de Petatlán
para solicitar ayuda, la cual nunca llegó.
La caravana de ayuda humanitaria entregó 163 despensas
de comida, 60 garrafones, 67 consultas médicas, 3 bolsas con ropa, 30 garrafas
de cinco litros y 200 botellitas con agua purificada, pañales y toallas
sanitarias.
A una semana de la tormenta, la contingencia sigue
porque la población no tiene qué comer. El apoyo fue insuficiente, según
comentaron los propios organizadores de la caravana de ayuda.
El regreso a Zihuatanejo fue lento y bajo amenaza de lluvia. Otra
vez el crujir del pavimento, la carretera que se desmorona como azúcar, los
pesados camiones que atraviesan los delicados senderos, el arroyo que consume
la tierra.
Atrás quedaron niños descalzos que se asomaban por las ventanas,
sonreían y agitaban las manos en señal de agradecimiento.
@GarciaAlondrita
1 comentario:
Una verdadera tragedia, al igual en Tierra Caliente, solo se van a parar cuando quieren el voto.
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