martes, 24 de abril de 2012

“Algún día voy a salir”, dice un mixteco recluido en la cárcel de Azueta

A dos años y medio de estar en prisión, Juan Calixto Chávez aún no ha sido sentenciado por una acusación de violación

“Algún día voy a salir”, dice un mixteco recluido en la cárcel de Azueta

HERCILIA CASTRO (Corresponsal)
Zihuatanejo, 19 de abril. Juan Calixto Chávez se gana la vida con la elaboración de hamacas y artesanías. Mientras teje, ve las paredes a la espera de que una puerta invisible se abra. Es un indígena mixteco recluido en el cárcel de este municipio desde hace dos años y medio.
Expresó que “algún día voy a salir” y contó que antes de ingresar al penal acusado de violación por su ex pareja, fue albañil: “Soy de la Costa Chica, de Ometepec, no de dónde fue el temblor, Huajintepec está más adelante”.
“Mi familia una vez ha venido aquí, el pasaje sale caro y mi mamá ya es una persona grande, no es tan fácil. Soy de la raza indígena –dijo orgulloso–, me han venido a ver los de derechos humanos, que según ayudan a la raza indígena, yo soy mixteco”, subrayó.
El interno explicó: “yo tenía una pareja, pero con la señora esa –la acusante– ya no vivía, me salí porque ya tenía otra pareja, entonces platiqué con ella y le dije que no podía seguir y ese fue su coraje: salirme de la casa a juntarme con mi otra pareja, y ese fue el enojo y yo creo que por eso me privó de mi libertad”.
Reflexionó: “A veces es malo encontrarse una persona así, una persona que no sabe pensar”.
Calixto Chávez resaltó que en el Cereso municipal se encuentran recluidos ocho indígenas sin terminar su proceso legal, entre mixtecos, amuzgos y tlapanecos. “Hay como 10 personas, muchos vienen por robo, por delitos diferentes”, dijo.
Recordó que lo último que le dijo la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos del Estado (Coddehum) fue que movería a su abogado, “porque ya llevó aquí mucho tiempo y no me han sentenciado”.
Calixto Chávez, como otros presos, vive de la fabricación artesanal de hamacas, aunque dijo que es mal pagada: “El trabajo que hacemos apenas nos da, ya ve que no hay trabajo. Aquí hacemos hamacas y la pagan a 80 pesos, la más cara a 120; se vive ahí –en la celda– tejiendo hamacas, yo hago la mota (asa de la hamaca) y la colgadera, pero es poco lo que se puede ganar”.
Platicó que un sicólogo dio una charla en la cancha del Cereso, entre tendidos de hule que cubrían a los internos que comieron con sus familiares, algunos niños dormitaron bajo el calor de los plásticos.
Calixto Chávez también relató que algunos reos caen en depresión, ya que “están acostumbrados a su libertad y te encierran aquí, te cae la depresión porque no tienes con quién platicar, no tienes amistades, aunque con el tiempo ya haces amigos, convives con ellos, empiezas a trabajar”.
Agregó que “se suicidan de la presión que siente y hay gente que no aguanta, se arrepiente de sus errores. Pero no, la verdad no, aquí no, eso depende de cada persona, yo un día tengo que salir”.
El recluso dejó su trabajo y concluyó que “aún no estoy sentenciado, sí hubo careo, pero falta que se llegue a determinar mi caso, pero no se ha cerrado”.

http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2012/04/21/index.php?section=sociedad&article=008n1soc

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