A cien años de la muerte de Mark Twain, el río Mississippi guarda aún los ecos de sus personajes
DPA
Nueva York
Durante años, se consideró al cometa Halley pájaro de mal agüero.
Cuando en 1835 volvió a brillar puntualmente en el firmamento, en la
pequeña localidad de Florida (Missouri) vino al mundo un muchacho
llamado Samuel Langhorne Clemens.
Pero aquel despierto jovencito no fue ninguna tragedia, sino que se
convirtió en un agudo pensador, uno de los autores más sagaces de la
historia de la literatura y una de las conciencias tempranas de su
nación, que estaba empezando a prepararse para convertirse en potencia
mundial.
Cuando murió, era uno de los pocos escritores estadunidenses de fama
mundial, aunque se le conociera por su nombre artístico: Mark Twain.
Desde ese 21 de abril han pasado ya 100 años.
“El hombre es la criatura que Dios hizo al final de una semana de trabajo, cuando ya estaba cansado.”
Twain se crió en Hannibal, en el centro de los 3 mil 800 kilómetros del
Mississippi. El río y el sur marcaron su infancia. Su familia era tan
pobre que tuvo que vender su posesión más preciada: su esclava Jenny.
Tras la temprana muerte de su padre, tuvo que dejar la escuela.
Después, su hermano dirigió un diario provincial en el que Sam fue
primero tipógrafo y luego redactor. Recorrió el país y envió a su
hermano artículos de sus viajes, hasta que volvió al río: a los 22 años
comenzó a trabajar como práctico (técnico de navegación) en el
Mississippi.
Pronto, la guerra civil acabó con sus viajes en barco. Clemens se
enroló en el ejército de los estados sureños, pero desertó a las dos
semanas. De ahí pasó a buscar oro en el oeste de Estados Unidos, hasta
que volvió al trabajo en la redacción. Clemens volvió a escribir, esta
vez baratas historias de crónica social, que más de una vez le
ocasionaron disgustos. Por eso, comenzó a inventarse completamente las
historias. Tomó como seudónimo un nombre prestado de sus años de
navegación fluvial que servía para señalar dos brazas de profundidad
del agua: Mark Twain.
Su libro La célebre rana saltarina del condado de Calaveras se leyó en
todo Estados Unidos, y Los inocentes en el extranjero se ha convertido
en todo un clásico. Este primer libro de viajes de Twain es el
resultado de casi medio año deambulando por Europa y Cercano Oriente. Y
le salió una obra de arte: se ríe de todo lo extranjero sin resultar
arrogante y, al final, se ríe de todo lo estadunidense.
Fue en la distinguida Nueva Inglaterra donde Twain escribió los libros
sureños que cimentarían su fama mundial: Las aventuras de Tom Sawyer,
que se convirtieron en 1876 en el primer libro escrito a máquina de la
historia de la literatura, Vida en el Mississippi (1883) y Las
aventuras de Huckleberry Finn (1884). Twain escribe en un lenguaje
inocente y por ello aún más claro la idílica vida en el río y cómo fue
desgarrada por la esclavitud y el odio racial. No sorprende que este
último libro no cayera bien entre muchos sureños. Hoy, esta novela que
quizá haya contribuido tanto al entendimiento entre razas como La
cabaña del tío Tom de Harriet Beecher Stowe, vuelve a estar señalada: a
algunos sectores les irrita que la palabra “nigger” aparezca ya en la
primera línea.
La vida de Twain fue fascinante, pero también muy golpeada por el
destino. Su mujer, hemipléjica, le dio cuatro hijos, de los que tres
murieron antes que él, al igual que su esposa. Cuando ayudó a un amigo,
el general de la guerra civil y presidente de Estados Unidos Ulysses
Grant a escribir sus memorias, ganó un buen dinero, y lo perdió todo.
Twain tuvo que empezar otra vez desde cero y se volvió cada vez más
sarcástico. En 1909, cuando casi toda la familia había muerto, dijo:
“Vine al mundo con el cometa Halley. Vuelve el año que viene y sería la
mayor desilusión de mi vida no irme con él. Sin duda, el Todopoderoso
ha dicho: aquí tenemos a estos dos bichos raros. Llegaron juntos, que
se vayan juntos”. Y su deseo se hizo realidad.
Tom Sawyer y Huckleberry Finn, la eterna aventura
Brilla el sol, la tarde del sábado libre llama al ocio, pero hay que
pintar el cerco del jardín. Quien leyó alguna vez el libro Tom Sawyer
de Mark Twain sabe cómo ayudarse.
Hay que alardear que pintar la cerca es el pasatiempo más entretenido
del mundo y dejar que los envidiosos amigos ayuden en la tarea.
El listo Tom no perdió nada de su fresca impertinencia aún 100 años
después de la muerte de su creador Twain. El libro sigue siendo una
lectura preferida, también entre las generaciones posteriores.
“Es el único clásico que logró quedar siempre en la lista interna de la
editorial de los top 50”, dijo Anke Bruns, de la editorial alemana
Arena.
Tiradas en un “nivel bueno y estable para los clásicos” son reportadas
también por otras editoriales de libros infantiles que publican las
historias protagonizadas por Tom y su compañero de aventuras
Huckleberry Finn.
Los clásicos son regalados mayormente por los adultos, como padres,
padrinos y familiares que devoraron en el pasado estos libros y que por
ser entusiastas lectores o a veces también por nostalgia los vuelven a
leer en la actualidad.
Para el centenario de la muerte de Twain, que se conmemora el 21 de
abril, la editorial Hanser, de Munich, lanzó una maravillosa nueva
edición en una presentación doble Tom Sawyer & Huckleberry Finn.
“Twain es un escritor para todas las edades”, dijo la portavoz de
Hanser Christina Knecht.
De esta manera, el escritor estadunidense es un precursor de Joanne K.
Rowling o Cornelia Funke, cuyos héroes de Harry Potter y Corazón de
tinta son queridos por lectores de todas las edades y publican millones
de ejemplares.
Pero Tom y Huck hasta tienen más que ofrecer, según opinaron expertos en literatura infantil.
“‘Tom Sawyer’ brinda todo lo que un niño necesita como alimento de
lectura”, sostuvo Otto Brunken, quien se especiliza en investigación de
lectura y medios infantiles y juveniles en la Universidad de Colonia.
“Huelga, problemas escolares, un episodio de huida, historia de amor,
elementos de un policial, búsqueda de tesoro y un final feliz”,
enumeró. Esta diversidad, sumada a la profunda sensibilidad del alma
infantil, no se logró nunca más desde entonces, según Brunken.
De hecho, los clásicos de aventura de Julio Verne o Karl May prácticamente no puede igualar la riqueza de matices psicológicos.
“Qué niño no conoce la ansiedad secreta de estar alguna vez muerto y mirar al adulto injusto de luto”.
Tom Sawyer vive esto con placer. Él y Huck regresan de una travesura
justo en el momento de su propio funeral y son recibidos por sus
“familiares” con exaltación.
Brunken dijo que la vida de Tom es verdaderamente peligrosa. “Hay
muertos. No hay sólo una tormenta inofensiva, que da miedo”, como
ocurre en otros libros.
Además, la estructura del relato corresponde al comportamiento del lector infantil.
“Ante todo Tom Sawyer tiene, no sólo por la broma y lo cómico, sino
también por la estructura en episodios, una y otra vez momentos
relajados, que permiten una pausa durante la lectura”, señaló Brunken.
Pese a que el segundo volumen, Huckleberry Finn, parece ser más denso
por su clara crítica a la sociedad y el final que aparenta haber sido
construido, el resumen de Brunken sobre Tom Sawyer es que se trata de
“un clásico inmortal”.
Brunken lamentó que precisamente en el ámbito de la literatura infantil
haya muchas versiones reducidas y en las que se eliminaron los temas
más conflictivos. “Así se pierde no sólo contenido, sino también mucha
riqueza de vocabulario”, advirtió.
http://www.suracapulco.com.mx/nota2.php?id_nota=78819
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miércoles, 21 de abril de 2010
A cien años de la muerte de Mark Twain, el río Mississippi guarda aún los ecos de sus personajes
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