sábado, 20 de septiembre de 2025

Morena y Sheinbaum, la Continuidad del Autoritarismo



Morena y Sheinbaum: La Continuidad del Autoritarismo y la represion a la prensa

Slavik Brandt

El supuesto "cambio" de Morena se desmorona ante las agresiones a la prensa, revelando la perpetuación de las viejas prácticas autoritarias.

El pasado 19 de septiembre, durante un evento encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo en Chilpancingo, Guerrero, se evidenció lo que muchos temíamos: el "nuevo" gobierno de Morena no ha roto con las viejas prácticas de represión y control sobre la prensa. A pesar de las promesas de cambio, las agresiones a periodistas siguen siendo una constante, y los mecanismos de contención, como las vallas metálicas que cercan a los reporteros, siguen vigentes, impidiendo que ejerzan su labor con libertad.
El caso de la agresión al periodista Sergio Rafael Ocampo Arista, corresponsal de La Jornada en Chilpancingo, pone de manifiesto el carácter autoritario de un gobierno que no ha sabido (ni querido) transformar las estructuras de poder. 

A pesar de las instrucciones de acceso que fueron supuestamente gestionadas por Ruslán Aranda Hernández, un funcionario del gabinete de AMLO, el trato a los reporteros fue el mismo que en las administraciones anteriores: desdén, control y violencia.
Este incidente no es aislado. Es parte de una serie de agresiones sistemáticas contra los periodistas en Guerrero y en todo México. Y lo que es aún más alarmante, es la incapacidad del gobierno de Sheinbaum para romper con el legado de autoritarismo, como se prometió durante la campaña. Si el "nuevo régimen" no puede garantizar la libertad de prensa ni respetar los derechos fundamentales de los trabajadores de los medios, ¿de qué sirve el cambio?
Ruslan Aranda Hernández, agresor de periodistas.

En este contexto, la exigencia es clara: el gobierno debe ofrecer una respuesta contundente, tanto en la investigación de las agresiones como en la reforma de los mecanismos de protección a la prensa. Pero no solo es una cuestión de protocolos, sino de voluntad política. Si el gobierno de Morena no está dispuesto a desmantelar el aparato represivo que persigue y acosa a los periodistas, la promesa de democracia y justicia social será solo una fachada vacía.


Es hora de que Claudia Sheinbaum y su gabinete muestren si realmente son un cambio o solo una versión reciclada de lo que se pretende combatir. Mientras tanto, los periodistas de Guerrero y de todo México seguirán siendo los guardianes de la verdad, dispuestos a resistir en un sistema que cada vez más revela su verdadera naturaleza.

La agresión sufrida por los periodistas en Chilpancingo, a manos de un servidor público del gobierno federal, es un claro reflejo de la falsedad del "cambio" prometido por Morena y Claudia Sheinbaum. Más allá de los discursos de transformación, lo que vemos es la reproducción de un sistema autoritario y represivo que no está dispuesto a ceder ni un ápice de control. 

La violencia contra la prensa, lejos de disminuir, persiste como una herramienta de contención contra cualquier intento de crítica o cuestionamiento al poder.

Este gobierno ha demostrado, una vez más, que las promesas de democratización y justicia social quedan vacías cuando se trata de cuestionar el orden económico y político que sigue beneficiando a las élites y Narco politicos . Mientras el Estado siga manejando los medios y limitando la libertad de expresión, no hay verdadero cambio. La 4T no es más que una nueva cara del mismo modelo neoliberal que tanto dicen combatir. Las estructuras de poder siguen siendo las mismas.

El pueblo de Guerrero, y el de todo México, tiene derecho a una verdadera democracia, donde la crítica no sea perseguida ni silenciada. Hasta que esto no suceda, la 4T no será más que una ficción para engañar a las masas, mientras el autoritarismo se fortalece desde las entrañas del gobierno actual.

Critica del editor:
Este "nuevo gobierno", en realidad no ha hecho más que sustituir a una élite política por otra. El mismo aparato estatal represivo, el mismo control sobre los medios, y la misma oligarquía de intereses económicos que dictan las políticas públicas siguen intactos. Lo que estamos viendo no es una transformación estructural, sino un ajuste superficial que beneficia a los mismos actores de siempre, aunque con un maquillaje de “progreso”.

La represión contra la prensa, en lugar de disminuir, se ha sofisticado. El control no solo es físico, sino también simbólico. No se puede hablar de democracia cuando la crítica es silenciada con golpes y cercos mediáticos. Este tipo de violencia simbólica es inherente a un sistema capitalista que ve en los periodistas una amenaza a su orden establecido, especialmente cuando estos deciden desafiar las narrativas oficiales.

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