sábado, 7 de julio de 2018

Ganó AMLO, ganó la gente, gano la esperanza

Gatos Pardos
Ganó AMLO, ganó la gente, gano la esperanza
Hercilia Castro

Zihuatanejo, 6 de julio de 2018. Llevo varios días queriendo escribir del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, pero los sentimientos estaban, están a flor de piel en los rostros de todos, en el mío. Apenas el domingo cuando escuchaba que Ricardo Anaya aceptaba su derrota y que felicitaba a AMLO, no lo podía creer. Estaba justo, haciendo compras del súper y pensando si me alcanzaría el dinero, a la vez que platicaba por el celular con mi amiga Rosa cuando puso a todo volumen el discurso en televisión del Ricky Riquín Canallín. No lo podía creer y me puse a llorar y a gritar de la emoción. Al otro lado del teléfono, Rosa me preguntaba si estaba llorando y que me calmara, contesté: Sí, ¡estoy llorando de alegría! En 2012 lloré de tristeza, ahora es alegría.

Y es que, aunque ya se veía que Andrés Manuel nuevamente ganaría, quedaba la duda, de hecho, mi cerebro se programaba para que Córdova saliera con su frase de que nuevamente había perdido. Porque, hay que aceptarlo, Andrés Manuel ha ganado desde hace dos sexenios, ha ganado desde votos, hasta un inmenso cariño y amor de la gente. Amor con amor se paga, dice él.

A mí me tocó nacer en Guerrero, una entidad rezagada en todos los aspectos, pobre en infraestructura educativa, sin caminos a comunidades, sin puentes concluidos, con largas deudas históricas como la masacre del 18 de mayo en Atoyac, hecho por el que el maestro Lucio Cabañas toma la vía armada, la masacre de Aguas Blancas, la masacre del Charco, la masacre de los copreros, la masacre de  estudiantes en Chilpancingo, el asesinato de campesinos opositores a desarrollos caníbales, las desapariciones forzadas de Rosendo Radilla y más de 600 campesinos, maestros, estudiantes, niños, mujeres, tan sólo, en Atoyac, y la desaparición de nuestros 43 normalistas, y los sucesivos asesinatos de normalistas de Ayotzinapa en varios gobiernos priístas, y el perredista de Zeferino Torreblanca Galindo, por sólo recordar algunos.

Vengo de una familia de opositores, una madre profesora universitaria que tuvo alumnos desaparecidos, y fue perseguida en tiempos del “viejo” Figueroa Figueroa, con 5 hermanos que también les tocó temer a los guachos (soldados) y a los judiciales, con un padre que fue despojado por una expropiación del gobierno federal en 1973, poco antes de que se creara el Fonatur, y que nunca le pagaron a mis abuelos o a él.

De una tierra costeña, de Acapulco, de Zihuatanejo, donde he vivido casi todo el tiempo. Tuve la fortuna de que desde niña creciera en plantones, marchas contra el fraude del 88, me tocó ver caer un aguacero en el plantón que instalaron en el zócalo, y cómo las gotas traspasaban los hules improvisados.

Zihuatanejo no era un lugar muy politizado, pero el 88, el fraude a Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano, pero los momentos históricos es inevitable hagan un bumerang en todas partes. Hasta en un lugar tranquilo con sol, arena y mar.

La primera vez que vi a Amlo era adolescente, recuerdo que vino como presidente del PRD, fuimos al Centro Social a escuchar su discurso, y, honestamente su acento era más tabasqueño que no le entendimos demasiado. Con el tiempo ha cambiado su forma oral.
Aquí hago una aclaración, les hablo desde mi experiencia porque posterior al triunfo de Amlo, después de ver llorar a mis amigos de alegría, de ver ganar a Maricarmen Cabrera Lagunas, ahora diputada federal de Morena por el distrito 3, apenas veo ese México de gente blanquita y acomodada que dice que somos unos mediocres, unos nacos, unos prietos, unos huevones, unos peje chairos y que hasta hicieron un hastag titulado me dueles México.

Apenas el jueves, fui por primera vez al cumpleaños de un amigo que fue regidor por el PRD hace 12 años, ya no lo es desde hace 6 años. Me encontré con otros vecinos, también luchadores sociales y que, cansados de la corrupción, con el tiempo optaron por dedicarse a hacer sus cosas y dejaron de manifestarse.

Hablamos de esto, de que estábamos incrédulos a que ganara Amlo, que ganara el pueblo, y que no hemos festejado como se debe. En memoria de los luchadores sociales que ya murieron, los que sobreviven, y sus nietos, como Maricarmen Cabrera Lagunas, que su abuelita doña Mary Lagunas, fue de las fundadoras en Zihuatanejo del PRD.

Por los que mataron y desaparecieron mientras buscaban la democracia, por mi abuelo que murió pensando que Cuauhtémoc ganó, pero no supo del fraude. Recordábamos con Enrique a su madre, doña Helene Krebs Posse, quien siempre tuvo espíritu altruista y fundó la única sociedad protectora de animales que hay en el puerto. Le decía si recordaba que cuando marchábamos en oposición al PRI y sus abusos, salían los priistas a burlarse de nosotros, a tacharnos de indios, de argüenderos, a casi escupirnos, y nosotros, en nuestra decencia, aguantábamos vara para no caer en provocaciones, y sí, lo recuerda claramente.
Como esa escena de una de las tantas marchas que hicimos, donde íbamos gritando “El pueblo unido, jamás será vencido”, y desde una tienda un acérrimo priista nos gritó: El perro unido, jamás será vencido.

 Sí, desde hace 30 años que existe esa gente que se cree de otra estirpe, aunque tengan deudas a morir y un estilo de vida que no pueden solventar, que insulta a los que marchamos y bloqueamos exigiendo justicia.

Recordamos cuando vino Heberto Castillo, Othón Salazar, Ifigenia Martínez, Cuauhtémoc Cárdenas, Félix Salgado Macedonio (hoy senador de Morena), el doctor Pablo Sandoval, padre de Eréndira y Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, tantos y tantos que sí lucharon, los que se fueron y los que siguen y que no hemos festejado como se debe.

En Guerrero, la mayoría provenimos de familias así, con luchadores sociales, pero el gobierno nos ha tratado mal, los priistas, y luego los perredistas, y no hablo desde la víscera, sino desde esta realidad que noto muchos mexicanos ignoran, el que el pasado domingo votamos los jodidos, los más desesperanzados, los esperanzados por ver caer al PRIAN-PRD.

El jueves decía Enrique de la Madrid (hijo del priista Miguel de la Madrid Hurtado) que se demostró que en México no se roban las elecciones, claro, son los mismos discursos de siempre, de que todo está bien cuando no es así.

Porque, esos funcionarios que estarán hasta diciembre, difícilmente han ido a un municipio marginado, o han estado en una manifestación, no, no nos equivoquemos, ellos, los poderosos de siempre, los caciques, son los que nos mandan golpear en las manifestaciones, los que mandan infiltrados, sicarios, matones para ejecutar a los luchadores sociales, para violar a las mujeres en los pueblos, como a Inés y Valentina que recientemente, dictaron sentencia contra sus violadores, después de 16 años, el hecho, en Guerrero.

Ellos son la clase que nos aumenta los impuestos, que nos roba con estafas maestras, que asesinan a periodistas, amenazan, desaparecen, esos, que no saben lo que es tener en la mano 100 pesos y dudar si comer o no.

Que no saben de la miseria que pasan muchos niños, del trabajo que les cuesta llegar a una escuela, de que la reforma educativa, la punitiva reforma, ha restado maestros, si de por sí hacían falta, ahora más. Tampoco saben de la infraestructura deteriorada de los planteles, de la falta de agua en las colonias, de que los policías estatales se llevan profesionistas y los hacen pasar como delincuentes, no lo saben, y si es así, nunca les interesamos.

Por la mañana me encontré a un ex perredista, se acercó a mí y me dijo que siempre ando observando todo, que qué bueno que ande tras los hechos, que me recordaba, junto a mi madre, cuando íbamos a las reuniones del PRD, a las marchas, los plantones, y nuevamente, hicimos memoria de los caídos.

Me explicaba que la maldad llega por el mal salario, que con 100 pesos no la hace un padre de familia porque a los hijos hay que darles de comer, calzarlos, llevarlos a la escuela, comprarles útiles, tener para el médico, y que 100 pesos, no alcanzaban.
Que la maldad entra en el momento en que el padre al ganar mal, fácilmente acepta vender droga, ser sicario “entonces, qué ejemplo le estoy dando a mis hijos, dígame. Ahí, entra la maldad”.


Ayer en la entrega de constancia de mayoría de la diputada Maricarmen Cabrera Lagunas, al salir de la sala de reuniones del INE, la gente la esperaba, la abrazaban, gente de a pie, de las colonias, sin ropa de marca, con huaraches, con ropa limpia, niños, mujeres, hombres morenos claro, de esos que no salen en las revistas de sociales, de esos que desde las 5 de la mañana están activos, esos, con secundaria trunca pero que salen a trabajar, como todos, pero que no aspiran a una vida con tratamientos de spa o viajes al extranjero para comprarse una bolsa Louis Vuitton.

Todos ellos, votaron por su candidata, por un partido joven, como dice mi amiga Cristina Sierra, ganó el hartazgo, ganó el cansancio, ganó que la gente ya está harta de tener muertos en casa, desaparecidos, y que haya gobiernos indolentes, omisos, negligentes y abusivos.

Hago énfasis en el color porque me preocupa ese discurso de odio de los que piensan que los mediocres, los indios, los wevones, votamos por López Obrador, cuando esta nación debería estar unida ante los atropellos, contra las injusticias, sin importar el color o el estrato social.

López Obrador ganó el pasado 1 de julio, a 30 años del fraude del 88 que ha marcado una lógica de políticas privatizadoras y neoliberales qe sólo nos han dejado en el rezago, el dolor y la miseria.

No la tiene fácil López Obrador, antes de tomar posesión como presidente de la República, Peña Nieto está firmando leyes retrogradas, como la ley de la veda de aguas, que es leonina y es otro tema que abordar, o las Zonas Económicas Especiales, o la misma reforma energética que con los contratos a revisar, es muy probable vengan demandas millonarias en caso de que se cancelaran, o la despiadada minería, o la ley de playas, muchos conflictos le dejan el PRI al nuevo mandatario.

Ahí, es dónde la sociedad tenemos que estar atentos y señalar los errores, prepararnos más para una batalla campal contra el odio del PRI, su mano detrás de ese racismo y esas campañas como el me dueles México. Ahí, es donde tenemos que ser sujetos activos y, seguir en pie de lucha.

Ganó AMLO, pero México también porque tendrá una oportunidad única de incidir en sus mandatarios y cambiar la política del país, como debería de ser.















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