La
congoja de Esperanza
Hercilia
Castro
Y
líbranos de todo mal…
Esperanza se retuerce, se
lleva las manos a la boca, como si fuera a comerse así los problemas, ni si
quiera ha disfrutado el recalentado de Navidad en El Barrio como tenía
planeado, sigue sin encontrar a su hermana, se equivoca al marcar de número de
celular. Necesita sacar a su chamaco de la cárcel.
Vieras cómo me la paso
tronándome los dedos, pensando en mi chamaco, yo pensé que se alejaría de sus
tíos pero no, no me quiere hablar, no me habla, y yo estoy segura de que anda
en malos pasos, nomás de pensar que está cerca de sus tíos y que ya le
ofrecieron trabajar en eso la droga- más me pongo nerviosa.
…………..
-¿Y tú hijo?
-Mi chamaco ya cayó, yo
tanto que los alejé de la familia pero pues decidió irse con sus tíos, ya anda
en la droga allá arriba –en la sierra- no me ha dicho nada, pero yo lo sé
porque me dijo mi otra chamaca, le dije que le diga que me hable, total, es mi
hijo, qué puede ya hacer.
Esperanza no tiene más
estudios que el tercero de primaria terminado, aprendió a ser mujer desde que
era niña, levantándose temprano para
hacer el nixtamal, yendo a la milpa con el papá y las hermanas, cortando leña
con su madre, con los soldados entrando y matando a los campesinos, en la
ignominia al campo y la felicidad de correr por las milpas de maíz, con las
costumbres añejas de que el hombre puede hacer lo que se le antoje mientras sea
señor de la casa y la mujer sólo obedece.
Allá en la sierra vieras
cómo se sufre, a veces no hay para comer, pero antes sufríamos más, antes de
que llegara la droga, pero cuando llegó la droga todo cambió. Allá arriba los
campesinos la sembramos porque si no te mueres de hambre.
Alta, de ojos claros, cabello
largo y oscuro, de cuerpo firme y voluptuoso y tez blanca, madre de cinco hijos,
Esperanza relata que siempre ha sido dura la vida para los campesinos, inmersos
a dos fuegos, el del Ejército y el narco. Su lógica raya en la simplicidad, si
hay de comer todo está bien, si te traicionan, se mata, con la única ley que es
la Ley del Talión, ojo por ojo, diente por diente.
Ahora vive en una colonia
marginada, lo único a lo que pueden acceder los desplazados por la violencia,
aquellos al que el Estado olvidó de dar oportunidades.
Allá en la sierra las reglas
son diferentes, todos cargan su cuerno de chivo, no es como acá abajo –la
ciudad- que se arreglan las cosas en los juzgados, que
todo lo resuelven con demandas, allá no, allá si hay problemas lo arreglan de
otra manera.
Ella sabe lo que es vivir
entre familias que se han hecho al narcotráfico y quienes no, por eso mismo
huyó hace 17 años de la Sierra de la Costa Grande, cuando tuvo que decidir
entre que sus hijos vivieran alejados de los grupos del narco o darles una vida
con estrecheces pero tranquila.
Yo sé cómo se siembre la
droga, yo corté la amapola, sé cuándo se debe cortar, cuando está buena la
leche, la goma, dice mientras sigue barriendo.
Originaria de Corrales,
municipio de Petatlán, Esperanza conoce los atajos y caminos de terracería, las
carencias de la sierra, el abandono oficial a la educación, la salud y
principalmente al campo.
La sierra de Petatlán que en
el último sexenio del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa sufrió más
incursiones militares a las comunidades, donde los pobladores sufrieron desde
tortura, hasta saqueo de sus hogares.
Yo me vine para abajo –la
ciudad- porque me cansé de huir, me cansé de tanta violencia, mi marido era
matón de Roga (Rogaciano Alba Álvarez) pero me cansé de que siempre andábamos de un lado para
otro, huyendo, y de pensar que mis hijos se iban a morir en cualquier momento,
por eso hui.
Esperanza es una de las
tantas mujeres que crecen entre el machismo y el abandono, mujeres que van a
ciegas, teniendo hijos y observando cómo sus familias se dividen, entre la
necesidad de alimentar a los hijos y la de defender con las armas a sus
pueblos.
Al menos, eso es con lo que
coincide el activista del Frente de Organizaciones Democráticas del Estado de
Guerrero (Fodeg), Bertoldo Martínez Cruz, quien expresa que “Los campesinos no
tienen más que dos caminos, hacerse a la droga o a la guerrilla”, subrayando
que el factor para esas decisiones es el abandono del gobierno a las
comunidades en la entidad.
La llamada Guerra contra el
Narcotráfico, instaurada por Calderón Hinojosa no rindió los frutos que
esperaba, contrario a ello, se acrecentó el problema de las violaciones a los
derechos humanos.
Por ejemplificar, el pasado
28 de junio, comuneros de la sierra baja de los municipios de Tecpan y
Petatlán, denunciaron la tortura contra dos jóvenes por parte de elementos de
la Marina en el punto de Río Frío.
Coyuquilla Norte, Santa Rosa
de Lima, Casas Viejas, El Parotal, El Anono, El Anonito, El Camarón, Corrales
denunciaron el secuestro y tortura que se hizo a los jóvenes Lorenzo Álvarez
Sánchez y Rafael Álvarez Sánchez de 19 y 20 años de edad.
Entre las torturas, Rafael y
Lorenzo sufrieron ser atados de pies y manos y durante el interrogatorio, les
fueron aplicados jeringazos con chile, sal y limón en las fosas nasales, así
como los elementos de la Marina les pusieron bolsas de plástico en la cabeza.
Los comuneros, relataron que
le cerraron el paso a los marinos, por lo que no tuvieron más opción que
regresarlos a sus familias.
Al final de esa tarde, el
coordinador de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Guerrero
(Coddehum), Adelaido Memije Martínez, recibió seis denuncias por abusos de
mandos del Ejército y por la tortura a los hermanos Álvarez Sánchez.
Dos días antes del 28 de
junio, pobladores de Coyuquilla Sur, Los Laureles, Santa Rosa, Arroyo Seco y
Coyuquilla Norte bloquearon la carretera
federal Acapulco-Zihuatanejo en exigencia de que la Marina regresara a “su
patrón”, el empresario de mangos Pablo
Valle Torres., quien también fue víctima de tortura.
Esperanza sabe que las cosas
son difíciles en las comunidades serranas, “la sierra”, una selva (a pesar de
tener grandes bosques) de peligros en la que crecen los jóvenes, y donde es
inaccesible la educación, donde las mujeres, pueden morir en un parto a falta
de médicos y clínicas de salud.
Sabe que las familias
serranas (En toda la entidad) viven entre la espada y la pared, entre los
hermanos que “se hacen a la droga” y los campesinos que sin el apoyo del gobierno
siguen tratando de cosechar su maíz y frijol, sufriendo que muchas veces no
tengan qué comer.
Sabe también, que los
campesinos que tratan de llevar una vida fuera del narco, serán los más
expuestos a sufrir las vejaciones y tortura por parte de las fuerzas armadas.
Sus manos están curtidas de
golpes, hambre y dolor.
Ya salió mi chamaco- dice
con una sonrisa que le ilumina la cara.
¿Tú hijo el que está arriba
–en la sierra?
-No, mi otro chamaco que
está en el Barrio, lo acusó mi nuera de que la golpea porque se enojó pasáramos
navidad con ellos, está loca, pero ya salió.
*Fotografía: Hercilia Castro (Gato)
@HerziliaKatito

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