jueves, 19 de febrero de 2009

CARTA A UN MALTRADOR

 
RELATO: "CARTA A UN MALTRATADOR"
30 Mayo 2008 

Carta a un maltratador
Fernando Orden Rueda 2º de Bachillerato, de Ciencias de la
Salud. IES Bioclimático, de Badajoz. II Premio del II
Concurso Nacional 'Carta a un maltratador', convocado por
la Asociación 'Juntos contra la violencia doméstica'

Para ti, cabrón: Porque lo eres, porque la has
humillado, porque la has menospreciado, porque la has
golpeado, abofeteado, escupido, insultado… porque
la has maltratado. ¿Por qué la maltratas? Dices que
es su culpa, ¿verdad? Que es ella la que te saca de
tus casillas, siempre contradiciendo y exigiendo
dinero para cosas innecesarias o que detestas:
detergente, bayetas, verduras… Es entonces, en
medio de una discusión cuando tú, con tu 'método de
disciplina' intentas educarla, para que aprenda.
Encima lloriquea, si además vive de tu sueldo y tiene
tanta suerte contigo, un hombre de ideas claras,
respetable. ¿De qué se queja?

Te lo diré: Se queja porque no vive, porque vive,
pero muerta. Haces que se sienta fea, bruta,
inferior, torpe… La acobardas, la empujas, le das
patadas…, patadas que yo también sufría.

Hasta aquel último día. Eran las once de la mañana y mamá
estaba sentada en el sofá, la mirada dispersa, la cara
pálida, con ojeras. No había dormido en toda la noche,
como otras muchas, por miedo a que llegaras, por pánico a
que aparecieses y te apeteciera follarla (hacer el amor
dirías) o darle una paliza con la que solías esconder la
impotencia de tu borrachera. Ella seguía guapa a pesar de
todo y yo me había quedado tranquilo y confortable con mis
piernecitas dobladas. Ya había hecho la casa, fregado el
suelo y planchado tu ropa. De repente, suena la
cerradura, su mirada se dirige hacia la puerta y apareces
tú: la camisa por fuera, sin corbata y ebrio. Como tantas
veces. Mamá temblaba. Yo también. Ocurría casi cada día,
pero no nos acostumbrábamos. En ocasiones ella se había
preguntado: ¿y si hoy se le va la mano y me mata? La pobre
creía que tenía que aguantar, en el fondo pensaba en parte
era culpa suya, que tú eras bueno, le dabas un hogar y una
vida y en cambio ella no conseguía hacer siempre bien lo
que tú querías. Yo intentaba que ella viera cómo eres en
realidad. Se lo explicaba porque quería huir de allí,
irnos los dos…Mas, desafortunadamente, no conseguí hacerme
entender.

Te acercaste y sudabas, todavía tenías ganas de fiesta.
Mamá dijo que no era el momento ni la situación, suplicó
que te acostases, estarías cansado. Pero tu realidad era
otra. Crees que siempre puedes hacer lo que quieres. La
forzaste, le agarraste las muñecas, la empujaste y la
empotraste contra la pared. Como siempre, al final ella
terminaba cediendo. Yo, a mi manera gritaba, decía: mamá
no, no lo permitas. De repente me oyó. ¡Esta vez sí que
no!–dijo para adentro-, sujetó tus manos, te propinó un
buen codazo y logró escapar. Recuerdo cómo cambió tu cara
en ese momento. Sorprendido, confuso, claro, porque ella
jamás se había negado a nada.

Me puse contento antes de tiempo.

Porque tú no lo ibas a consentir. Era necesario el castigo
para educarla. Cuando una mujer hace algo mal hay que
enseñarla. Y lo que funciona mejor es la fuerza: puñetazo
por la boca y patada por la barriga una y otra vez…

Y sucedió.

Mamá empezó a sangrar. Con cada golpe, yo tropezaba contra
sus paredes. Agarraba su útero con mis manitas tan
pequeñas todavía porque quería vivir. Salía la sangre y yo
me debilitaba. Me dolía todo y me dolía también el cuerpo
de mamá. Creo que sufrí alguna rotura mientras ella caía
desmayada en un charco de sangre.

Por ti nunca llegué a nacer. Nunca pude pronunciar la
palabra mamá. Maltrataste a mi madre y me asesinaste a mí.

Y ahora me dirijo a tí. Esta carta es para tí, cabrón:
por ella, por la que debió ser mi madre y nunca tuvo un
hijo. También por mí que sólo fui un feto a quien negaste
el derecho a la vida.

Pero en el fondo, ¿sabes?, algo me alegra. Mamá se fue.
Muy triste, pero serenamente, sin violencia, te denunció y
dejó que la justicia decidiera tu destino. Y otra cosa:
nunca tuve que llevar tu nombre ni llamarte papá. Ni saber
que otros hijos felices de padres humanos señalaban al mío
porque en el barrio todos sabían que tú eres un
maltratador. Y como todos ellos, un hombre débil. Una
alimaña. Un cabrón.


-- 


* * * * * * * * * * * *
Yo he visto cosas que vosotros nunca creeríais, atacar naves en llamas más allá de Orión, he visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhausser, todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia, es hora de morir. 
-Fragmento, inspirado en la mente del genial actor alemán Rutger, de la película Blade Runner. " 
-Philip Kendred Dick-

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