lunes, 5 de mayo de 2008

“La mafia no perdona”, dicen en el funeral de dos los hijos de Alba


Reina la tensión en Petatlán; vecinos del ganadero temen otros atentados
“La mafia no perdona”, dicen en el funeral de dos los hijos de Alba

Comando armado, con uniformes de la AFI, se llevó a Ana Karen Alba, de 18 años

ROBERTO RAMIREZ BRAVO (enviado)



Petatlán, 4 de mayo. La voz de la mujer es sin tonos, como de quien dice una verdad ineludible: “Ya sabíamos que estábamos en un barril de pólvora: por aquí siempre andaban armados”. Es vecina de toda la vida del ganadero Rogaciano Alba Alvarez, cuya residencia fue centro del atentado donde la madrugada de este domingo fueron asesinadas nueve personas –y herido uno más que finalmente falleció en un hospital– por un comando armado.

A las cero horas con cinco minutos del domingo, según un reporte policiaco, diez vehículos llenos de hombres equipados con armas de alto poder y con uniformes de la Agencia Federal de Investigaciones cerraron los dos accesos de la calle 5 de Mayo, en el tramo donde se ubica la casa del ganadero y ex alcalde de Petatlán. En ese lugar habían estado conviviendo muchas personas, pero unos cinco minutos antes de los hechos la mayoría se retiró, lo que, según las versiones locales, los salvó de tener un cruento final.

Los recién llegados prácticamente sorprendieron a los que se emborrachaban en la banqueta, entre los cuales estaba Alejandro y Rusbel Alba de la Cruz, los dos hijos del ganadero, y los obligaron a formarse todos en la banqueta opuesta a la casa y ahí les dispararon. Unas versiones sugieren que los hicieron tirarse al piso, aunque otras refieren que fueron ejecutados de pie.

La policía encontró entre 125 y 130 casquillos de diferente tipo de arma, entre los que destacan AR-15 y AK-47, cuernos de chivo; así como ametralladora M-60. Según un análisis hecho por fuentes policiacas, las víctimas habrían sido asesinadas en el piso porque en la pared donde fueron encontrados los cuerpos no se localizaron huellas de disparos. En cambio en la fachada de la casa había 13 impactos de bala, de alrededor de cinco centímetros de diámetro.

Según la versión que cuentan los vecinos, los agresores llegaron, desarmaron a los hombres que estaban en la banqueta, los ejecutaron, luego dispararon a la casa y entonces ingresaron a ella violando las cerraduras y preguntando por Alba Alvarez. Adentro estaba la esposa del ganadero, Arminda de la Cruz, quien pudo esconderse con una de sus hijas, pero la otra, Ana Karen, de 18 años, fue sometida y hasta ahora se desconoce su paradero. Toda la operación duró no más de cinco minutos.

Información obtenida en la policía refiere que el comando armado se dividió en dos partes, una enfiló rumbo a Acapulco y otra hacia Zihuatanejo, pero un retén colocado a la altura de Papanoa informó que por ahí nunca llegó la parte del comando que salío hacia Acapulco.

Las primeras horas del día fueron tensas. Aunque hubo presencia de la policía municipal y del estado, en la carretera y en los accesos al municipio no se vio ningún retén policiaco ni militar. Incluso, a pesar del armamento utilizado, no hubo presencia federal visible.

Pero la tensión venía de otra parte: el temor de que en cualquier momento, durante el velorio, o en el panteón, se presentara de nueva cuenta una agresión por un equipo tan altamente armado y numeroso, dado que por segundo día consecutivo el ex alcalde era el centro ataques similares, luego de que en Iguala la madrugada del sábado siete ganaderos que se reunían con él fueron asesinados.

Entre la multitud que acudió al velorio destacaban los pequeños grupos de hombres robustos con pelo cortado a rape y de mirada acuciosa que observaban cualquier movimiento extraño. Los policías, diseminados en la calle aledaña al domicilio, apenas podía pensarse que eran una protección efectiva ante un eventual ataque.

En la casa de Alba Alvarez –cuyo paradero hasta ahora es desconocido– se velaron los hermanos Alejandro y Rusbel, sus hijos, y un sobrino, Angel Orihuela Anzo. El resto, según la policía, fue llevado a sus viviendas, y uno de los heridos, Angel Chávez Salas, fue trasladado a la clínica del IMSS en Zihuatanejo pero no alcanzó a llegar con vida. Los otros muertos fueron Crisóforo Alonso Muñoz, de 34 años, y Edgar García Vargas, de 44, los dos de Coyuquilla Norte; Eduardo Escamilla, de 38, originario de Matamoros; Oscar Chávez López, de 40, Juan Carlos Castillo, José Francisco Orihuela, y Manuel Hernández Otero. Algunos, según referencias, eran sólo amigos o vecinos.

Entre vecinos los comentarios eran diversos: desde los que conocieron a las víctimas de niño, y se consternaban por la muerte, hasta quienes entienden los hechos como parte de una secuela de violencia. En su local, un carnicero habla por teléfono celular, consternado: “Estamos bien –le explica a alguien–, pero ya ves, ya sabes que la mafia no perdona”.

http://www.lajornadaguerrero.com.mx/2008/05/05/index.php

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