Gatos Pardos
Ganó AMLO, ganó la gente, gano la
esperanza
Hercilia Castro
Zihuatanejo, 6 de julio de
2018. Llevo varios días queriendo escribir del triunfo de Andrés Manuel López
Obrador, pero los sentimientos estaban, están a flor de piel en los rostros de
todos, en el mío. Apenas el domingo cuando escuchaba que Ricardo Anaya aceptaba
su derrota y que felicitaba a AMLO, no lo podía creer. Estaba justo, haciendo
compras del súper y pensando si me alcanzaría el dinero, a la vez que platicaba
por el celular con mi amiga Rosa cuando puso a todo volumen el discurso en
televisión del Ricky Riquín Canallín. No lo podía creer y me puse a llorar y a
gritar de la emoción. Al otro lado del teléfono, Rosa me preguntaba si estaba
llorando y que me calmara, contesté: Sí, ¡estoy llorando de alegría! En 2012
lloré de tristeza, ahora es alegría.
Y es que, aunque ya se
veía que Andrés Manuel nuevamente ganaría, quedaba la duda, de hecho, mi
cerebro se programaba para que Córdova saliera con su frase de que nuevamente
había perdido. Porque, hay que aceptarlo, Andrés Manuel ha ganado desde hace
dos sexenios, ha ganado desde votos, hasta un inmenso cariño y amor de la
gente. Amor con amor se paga, dice él.
A mí me tocó nacer en
Guerrero, una entidad rezagada en todos los aspectos, pobre en infraestructura
educativa, sin caminos a comunidades, sin puentes concluidos, con largas deudas
históricas como la masacre del 18 de mayo en Atoyac, hecho por el que el
maestro Lucio Cabañas toma la vía armada, la masacre de Aguas Blancas, la
masacre del Charco, la masacre de los copreros, la masacre de estudiantes en Chilpancingo, el asesinato de
campesinos opositores a desarrollos caníbales, las desapariciones forzadas de
Rosendo Radilla y más de 600 campesinos, maestros, estudiantes, niños, mujeres,
tan sólo, en Atoyac, y la desaparición de nuestros 43 normalistas, y los
sucesivos asesinatos de normalistas de Ayotzinapa en varios gobiernos priístas,
y el perredista de Zeferino Torreblanca Galindo, por sólo recordar algunos.
Vengo de una familia de
opositores, una madre profesora universitaria que tuvo alumnos desaparecidos, y
fue perseguida en tiempos del “viejo” Figueroa Figueroa, con 5 hermanos que
también les tocó temer a los guachos (soldados) y a los judiciales, con un
padre que fue despojado por una expropiación del gobierno federal en 1973, poco
antes de que se creara el Fonatur, y que nunca le pagaron a mis abuelos o a él.
De una tierra
costeña, de Acapulco, de Zihuatanejo, donde he vivido casi todo el tiempo. Tuve
la fortuna de que desde niña creciera en plantones, marchas contra el fraude
del 88, me tocó ver caer un aguacero en el plantón que instalaron en el zócalo,
y cómo las gotas traspasaban los hules improvisados.
Zihuatanejo no era un
lugar muy politizado, pero el 88, el fraude a Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano,
pero los momentos históricos es inevitable hagan un bumerang en todas partes.
Hasta en un lugar tranquilo con sol, arena y mar.
La primera vez que vi a
Amlo era adolescente, recuerdo que vino como presidente del PRD, fuimos al
Centro Social a escuchar su discurso, y, honestamente su acento era más
tabasqueño que no le entendimos demasiado. Con el tiempo ha cambiado su forma
oral.
Aquí hago una aclaración,
les hablo desde mi experiencia porque posterior al triunfo de Amlo, después de
ver llorar a mis amigos de alegría, de ver ganar a Maricarmen Cabrera Lagunas,
ahora diputada federal de Morena por el distrito 3, apenas veo ese México de
gente blanquita y acomodada que dice que somos unos mediocres, unos nacos, unos
prietos, unos huevones, unos peje chairos y que hasta hicieron un hastag titulado
me dueles México.
Apenas el jueves, fui por
primera vez al cumpleaños de un amigo que fue regidor por el PRD hace 12 años, ya
no lo es desde hace 6 años. Me encontré con otros vecinos, también luchadores
sociales y que, cansados de la corrupción, con el tiempo optaron por dedicarse
a hacer sus cosas y dejaron de manifestarse.
Hablamos de esto, de que
estábamos incrédulos a que ganara Amlo, que ganara el pueblo, y que no hemos
festejado como se debe. En memoria de los luchadores sociales que ya murieron,
los que sobreviven, y sus nietos, como Maricarmen Cabrera Lagunas, que su
abuelita doña Mary Lagunas, fue de las fundadoras en Zihuatanejo del PRD.
Por los que mataron y
desaparecieron mientras buscaban la democracia, por mi abuelo que murió
pensando que Cuauhtémoc ganó, pero no supo del fraude. Recordábamos con Enrique
a su madre, doña Helene Krebs Posse, quien siempre tuvo espíritu altruista y
fundó la única sociedad protectora de animales que hay en el puerto. Le decía
si recordaba que cuando marchábamos en oposición al PRI y sus abusos, salían
los priistas a burlarse de nosotros, a tacharnos de indios, de argüenderos, a
casi escupirnos, y nosotros, en nuestra decencia, aguantábamos vara para no
caer en provocaciones, y sí, lo recuerda claramente.
Como esa escena de una de
las tantas marchas que hicimos, donde íbamos gritando “El pueblo unido, jamás
será vencido”, y desde una tienda un acérrimo priista nos gritó: El perro
unido, jamás será vencido.
Sí, desde hace 30 años que existe esa gente que se
cree de otra estirpe, aunque tengan deudas a morir y un estilo de vida que no pueden
solventar, que insulta a los que marchamos y bloqueamos exigiendo justicia.
Recordamos cuando vino
Heberto Castillo, Othón Salazar, Ifigenia Martínez, Cuauhtémoc Cárdenas, Félix
Salgado Macedonio (hoy senador de Morena), el doctor Pablo Sandoval, padre de
Eréndira y Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, tantos y tantos que sí lucharon,
los que se fueron y los que siguen y que no hemos festejado como se debe.
En Guerrero, la mayoría
provenimos de familias así, con luchadores sociales, pero el gobierno nos ha
tratado mal, los priistas, y luego los perredistas, y no hablo desde la
víscera, sino desde esta realidad que noto muchos mexicanos ignoran, el que el
pasado domingo votamos los jodidos, los más desesperanzados, los esperanzados
por ver caer al PRIAN-PRD.
El jueves decía Enrique de
la Madrid (hijo del priista Miguel de la Madrid Hurtado) que se demostró que en
México no se roban las elecciones, claro, son los mismos discursos de siempre,
de que todo está bien cuando no es así.
Porque, esos funcionarios
que estarán hasta diciembre, difícilmente han ido a un municipio marginado, o
han estado en una manifestación, no, no nos equivoquemos, ellos, los poderosos
de siempre, los caciques, son los que nos mandan golpear en las
manifestaciones, los que mandan infiltrados, sicarios, matones para ejecutar a
los luchadores sociales, para violar a las mujeres en los pueblos, como a Inés
y Valentina que recientemente, dictaron sentencia contra sus violadores,
después de 16 años, el hecho, en Guerrero.
Ellos son la clase que nos
aumenta los impuestos, que nos roba con estafas maestras, que asesinan a periodistas,
amenazan, desaparecen, esos, que no saben lo que es tener en la mano 100 pesos
y dudar si comer o no.
Que no saben de la miseria
que pasan muchos niños, del trabajo que les cuesta llegar a una escuela, de que
la reforma educativa, la punitiva reforma, ha restado maestros, si de por sí
hacían falta, ahora más. Tampoco saben de la infraestructura deteriorada de los
planteles, de la falta de agua en las colonias, de que los policías estatales
se llevan profesionistas y los hacen pasar como delincuentes, no lo saben, y si
es así, nunca les interesamos.
Por la mañana me encontré
a un ex perredista, se acercó a mí y me dijo que siempre ando observando todo,
que qué bueno que ande tras los hechos, que me recordaba, junto a mi madre,
cuando íbamos a las reuniones del PRD, a las marchas, los plantones, y
nuevamente, hicimos memoria de los caídos.
Me explicaba que la maldad
llega por el mal salario, que con 100 pesos no la hace un padre de familia
porque a los hijos hay que darles de comer, calzarlos, llevarlos a la escuela,
comprarles útiles, tener para el médico, y que 100 pesos, no alcanzaban.
Que la maldad entra en el
momento en que el padre al ganar mal, fácilmente acepta vender droga, ser
sicario “entonces, qué ejemplo le estoy dando a mis hijos, dígame. Ahí, entra la
maldad”.
Ayer en la entrega de constancia
de mayoría de la diputada Maricarmen Cabrera Lagunas, al salir de la sala de
reuniones del INE, la gente la esperaba, la abrazaban, gente de a pie, de las
colonias, sin ropa de marca, con huaraches, con ropa limpia, niños, mujeres,
hombres morenos claro, de esos que no salen en las revistas de sociales, de
esos que desde las 5 de la mañana están activos, esos, con secundaria trunca
pero que salen a trabajar, como todos, pero que no aspiran a una vida con
tratamientos de spa o viajes al extranjero para comprarse una bolsa Louis Vuitton.
Todos ellos, votaron por
su candidata, por un partido joven, como dice mi amiga Cristina Sierra, ganó el
hartazgo, ganó el cansancio, ganó que la gente ya está harta de tener muertos
en casa, desaparecidos, y que haya gobiernos indolentes, omisos, negligentes y
abusivos.
Hago énfasis en el color
porque me preocupa ese discurso de odio de los que piensan que los mediocres,
los indios, los wevones, votamos por López Obrador, cuando esta nación debería
estar unida ante los atropellos, contra las injusticias, sin importar el color
o el estrato social.
López Obrador ganó el
pasado 1 de julio, a 30 años del fraude del 88 que ha marcado una lógica de
políticas privatizadoras y neoliberales qe sólo nos han dejado en el rezago, el
dolor y la miseria.
No la tiene fácil López
Obrador, antes de tomar posesión como presidente de la República, Peña Nieto
está firmando leyes retrogradas, como la ley de la veda de aguas, que es
leonina y es otro tema que abordar, o las Zonas Económicas Especiales, o la misma
reforma energética que con los contratos a revisar, es muy probable vengan
demandas millonarias en caso de que se cancelaran, o la despiadada minería, o
la ley de playas, muchos conflictos le dejan el PRI al nuevo mandatario.
Ahí, es dónde la sociedad
tenemos que estar atentos y señalar los errores, prepararnos más para una
batalla campal contra el odio del PRI, su mano detrás de ese racismo y esas
campañas como el me dueles México.
Ahí, es donde tenemos que ser sujetos activos y, seguir en pie de lucha.
Ganó AMLO, pero México
también porque tendrá una oportunidad única de incidir en sus mandatarios y
cambiar la política del país, como debería de ser.
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