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miércoles, 26 de mayo de 2010

¿Quê serà del mexicano sin Gabriel Vargas y Borola?

                          Gatos Pardos
Hercilia Castro

 ¿Quê serà del mexicano sin  Gabriel  Vargas y Borola?

Yo conocì a la Familia Burròn por los recuerdos de mi madre, y luego cuando llegaron al puesto de revistas, conocì a Borola y su familia cada semana, y confieso, me gustaba  màs que memin pingûin. Asì conocì Tepito, asì conocì la època de oro y la del smog, me imaginaba a Gabriel Vargas duro y duro  en su restirador pasando la vida de Dònceles a un papel, asì empece a viajar al D.F.

Viviendo en el imaginario de Gabriel Vargas, de Boogie el aceitoso, jugando con Mafalda y Educando a papà y viendo los viajes del Principe Valiente en el excelsior, despuès, en los libros a Doña Eme y Calzontzin o el Profesor Bulmaro y vi llorar a Yesenia y los fuertes brazos del Chanoc.
Cuàndo vives en provincia en un lugar donde no hay màs que mar, sol y cero parques viajar lo haces con los libros.

Y en el 88 supimos lo que era  el fraude, saber de los compas  golpeados y desaparecidos por  creer la democracia puede nacer, supe de plantones y botear con tu madre, de mìtines y todo eso. Dònde no hay  juegos infantiles què mejor alegrìa que leer un comic.

Leo la Jornada nacional de hoy, desde ayer supe de la muerte del maestro Gabriel Vargas por el twitter(en estos tiempos "modernos" es màs ràpido saber de defunsiones)y me quedè pensando cuàntas esquelas le darìan hoy còmo a Montemayor, aclaro me gusta leer aùn el perìodico impreso, sentirlo, palpar  las ideas del periodista, gozar las letras en un libro pasando hoja por hoja, y con tristeza veo sòlo el gobierno del D.F   dedicò una.

Con Gabriel Vargas conocì antes la vida de un barrio, con los eternos viajes de 9 horas al distrito comprobè sus personajes, los vi y veo pasar seguido, compruebo somos historietas  y personajes que dejan pasar  el destino amargo, la aceitosa corrupciòn  como en estàs cada semana.
Sea el caricaturista  que la haga.

Veo a Ruperto en cada activista muerto, a la rebelde Borola en cada marcha, y a Briagoberto gobernando en los  Pinos, o bueno, eso cree èl. Y cada mañana me pregunto ¿Quièn, cuàntos habran muerto hoy?,¿Què nuevo personaje de la  faràndula estarà en càmara?.

Pero màs que nada, confirmo  lo que Monsi escribe sobre  los Burròn, se fueron emigrando  con su propio lengûaje, ahora poco  hàblamos, poco escribimos, pocos  palpan un perìodico  o libro, del "Llègale campeòn" en el nuevo  calò  generacional se queda en "Llègale" y se suple por un "Vas".

Mientras menos se hable màs tiempo da para hacer las cosas y seguir en la misma miseria de sueldos, los niños "geek" no tienen palabras o les da flojera, ponen un "k nda",se pierden las letras, el intimar con el otro  y la confianza, se pierde  Borola y Regino con su chacoteo, y avanza la sangre con los guachos mientras  los clasemediera se meten a debatir a el facebook o el twitter  sobre Bazbaz y Paulette y en la sierra ahora, siguen los caminos de terracerìa, las mujeres  muriendo por falta de servicios bàsicos y paramilitares matando niños.

¡Ah!Pero debate el mexicano y lucha  sobre temas cortina de humo e incluso "tuitea" sobre ¿quièn metiò gol?. Se le extrañarà a Borola, Regino y Gabriel Vargas con sus anecdotas de ese Mèxico que ahora no sabe por dònde anda ni quièn gobierna. Y me vuelvo a preguntar ¿Por què  a èl no le dedicaron pàginas  de esquelas?sì muere la madre de un rector todas las instituciones acadèmicas y no le rinden culto a Gabriel.

Gabriel Vargas, el dibujante, no lo conocimos, pero conocimos su visiòn de la felicidad y ocurrencia en medio de la pobreza, el ingenio del mexicano y el personaje que  supo ubicar en cada  rincòn de las colonias de nuestro paìs, y continente. Ojalà y su historieta pase la imaginaciòn y el mexicano actual, vuelva a comunicarse, sin la comunicaciòn, estamos destinados a extinguirnos y a ser parte las nuevas generaciones, del Mundo Feliz de Aldous Huxley.

Extrañaremos pues, a Don Gabriel Vargas, pero seguiremos de lado de La Familia Burròn.


www.twitter.com/herziliagato

Borola contra el Mundo

Borola contra el mundo
Sergio Pitol
Foto
El creador de La Familia BurrónFoto Ilustración de José Hernández
L
a historieta de Vargas reproducía el melting-pot vigente en la ciudad de México y su inmensa inmovilidad social a mediados de este siglo. La familia Burrón tenía por eje a un matrimonio: don Regino Burrón, propietario y único operario de El Rizo de Oro, una peluquería de barrio pobre, y Borola Tacuche, su mujer, con quien vive en perpetua contienda. Don Regino es un dechado de virtudes modestas: sensatez, honradez, ahorro, pero es también la más perfecta expresión del tedio y de la falta de imaginación. Borola representa, en cambio, la anarquía, el abuso, la trampa, el exceso, y al mismo tiempo la imaginación, la fantasía, el riesgo, la insumisión y, más que nada la inconmensurable posibilidad del goce de la vida. Decidida a conquistar el mundo, de llegar a la cúspide, se atreve a todo: negocios, política, espectáculo. No hay hazaña donde no fracase. De cada experiencia volverá derrotada a su guarida, al horrísono patio de vecindad del que, por lo visto, le es imposible escapar. Pero en el mismo instante de regresar al lado de su fiel Reginito, de pedir perdón por sus deslices, de jurar no volver más a las andadas, planea ya una nueva aventura más desorbitada aún que la anterior. Los personajes secundarios, los otros miembros de la familia, se mueven en círculos antagónicos. Hay una tía Cristeta, millonaria, quien vive con Marcel, su mascota, un cocodrilo con el cual se sumerge todas las mañanas en una piscina llena de champaña; el hermano, de Borola, Ruperto, es un gángster sin suerte, un perpetuo prófugo de la justicia, cuyo rostro jamás conoceremos. La pareja central sólo logra reconciliarse por momentos: la revuelta y la sumisión no casan bien. El mundo exterior a ese patio de viviendas paupérrimas está regido y sostenido por la corrupción y la prepotencia: policías corruptos, inspectores corruptos, jueces corruptos, burócratas corruptos. Me imagino que la mayoría inmensa de lectores nos alineábamos del lado de Borola, a quien las recriminaciones, los sermones, las moralinas y los consejos le hacían lo que el viento a Juárez. El efecto es igual al que producen varias de las novelas inglesas que escudriñan la moral victoriana. ¿Quién no prefiere a la inescrupulosa Becky Sharp sobre los sepulcros blanqueados que pueblan La Feria de las Vanidades? ¿Quién que haya leído La isla del tesoro a la edad adecuada no prefiere a Long John Silver, el pirata despiadado y seductor, sobre los solemnes caballeros que asesoran a Jim Hawkins en su empresa, los cuales, no hay que olvidarlo, compartirán con él el codiciado tesoro sobre el que gira la novela?
En este mundo de insoportables yuppies el nombre de Borola es un anacronismo. Evocarla me remite a una vitalidad ambiental ya desaparecida.
Sergio Pitol, Borola contra el mundo, en El arte de la fuga. Barcelona: editorial Anagrama, 1996

http://www.jornada.unam.mx/2010/05/26/index.php?section=opinion&article=a06a1cul

Gabriel Vargas

Gabriel Vargas
Carlos Monsiváis
Foto
Gabriel Vargas, flanqueado por Carlos Monsiváis y Hugo Gutiérrez Vega, en imagen de 2003, cuando recibió la medalla José Vasconcelos en el Seminario de Cultura MexicanaFoto José Antonio López
E
l reconocimiento tributado a Gabriel Vargas es uno más de los numerosos de su extraordinaria carrera. He tenido la buena suerte de intervenir en algunos de esos homenajes y allí he destacado las enormes cualidades, el trazo de los personajes, a la vez sencillo y de una gran expresividad cómica (en este punto debo mencionar las maravillosas portadas y contraportadas de Agustín Vargas, Guty, el sobrino de don Gabriel); el sentido del humor, que va del registro naturalista a la fantasía satírica; el uso del habla popular, creativo, convincente y que causa adicción; la conversión de la vecindad típica y arquetípica del Centro o del Centro Histórico; los nombres de los personajes, en sí mismos una portentosa rebelión onomástica; los métodos suntuosos para denotar la felicidad de la pobreza, y el modo en que la felicidad en la pobreza es un ir y venir del relajo a la resignación y de regreso; el tejido de situaciones en la vecindad porque Harún-Al Raschid (don Gabriel) no se cansa de oír a Scherezada (Borola), y, en la cumbre, la picaresca, el género donde ni la liebre ni la tortuga se explicarán jamás como en el maratón y antes del pistolazo de salida, alguien ya se guardó la meta en el bolsillo.
Todo esto figura en la lista de méritos y hazañas de un dibujante satírico, de un monero con más de siete décadas de gran inventiva popular, lo que es extraordinario... ¿Y en qué nos quedamos? ¡Ah, sí! En que ha llegado el momento de desplegar los paisajes de nuestra memoria, abigarrados, divertidos, poblados de tumbas (el lugar y el instrumento musical) que fueron generaciones, de bailes y ritmos ensayados con puntualidad en las tardes en que el bugui-bugui o el mambo o el cha-cha-chá o el rock o el twist o el ponchi ponchi desplazan a la merienda, de modas en el vestir, de variantes del desempleo, de rebeliones de las seños que exigen lo del gasto, de zánganos que ni se acomiden al ver a su mamacita sepultada bajo la montaña de ropa, del viejerío que toma las azoteas porque los embotellamientos les impiden lanzarse a la trevolufia desde el Monumento...
¡Ah, lectoras y lectores; ah, mujerío y ruquerío: ah, expresiones que pasan de moda y desastres que se olvidan al no caber más ruinas en la memoria! ¿Qué ha pasado con los públicos de don Jilemón Metralla y Bomba, el Güen Caperuza, Cuataneta, don Regino, doña Borola, la tía Cristeta, Ruperto Tacuche, Bella Bellota, la Divina Chuy, don Susano Cantarranas, Briagoberto Memelas, Juanón Teporochas, doña Gamucita, Avelino Pilongano, Sinfónico Fonseca, Satán Carroña, Foforito, Wilson, Macuca, el Tractor, los chorros millonarios y Reginito? Entre otras cosas se casaron, dejaron la vecindad, se fueron a los cerros, envejecieron y se amargaron al ver que nadie recordaba aquella noche gloriosa en que, con su compañero que hoy es su viuda o viceversa, ganaron el campeonato de danzón...
Se fueron a los stéits y allí trabajaron en los campos o en el Renglón de Servicios (ya casi otro país) o de elevadoristas o de janitors, gimme a break, y se acordaban de La familia Burrón cuando conversaban telepáticamente con la palomilla brava, what does it mean, jefe, cómo que no sabes lo que es una palomilla brava, pinche gringo alterno que usurpas mi apellido, una palomilla brava es una ganga buena onda, ganga viene de gang, palomilla viene de la colonia Guerrero...
Desertaron del Centro, abandonaron el Centro Histórico, les dieron un aventón a la próxima parada del ascenso social, se burlaron módicamente de sus orígenes, saquearon los recuerdos en las fiestas familiares, a qué no sabes cómo le decían a tu tía, pues Diosa Iguana, no viejo, ésa era la del 7, a tu hermana le decían Buenonga...
Se fueron de volada a las clases medias, adquirieron títulos, les fue bien mi licenciado, recéteme la salud doctor, a dónde quiere que pongamos estos sacos arquitecto, licenciado apóyenos, queremos luz y agua y drenaje y pavimento, usted ya la hizo, ayúdenos, yo conocí a su mamá cuando vendía billetes de lotería, pero por qué se enoja, de veras que la conocí entonces, no me saque de su despacho a empellones...
Se integraron al ejército funerario de reserva y sus últimas palabras fueron ni chicho ni gacho, aquí nomás Tacho o fíjate que suave o ahí está el detalle o aquí nomás como pastoreando one mexican pollo o ontoy rentoy o fíjate Marcelino, así se despide uno de la broza o llégale campeón o échale ganas o ¿a que perdí todo el acento de Tepito, champ?
Se extendieron en sus camas o catres como mancha urbana y adonde fueron se llevaron su vocabulario de los domingos de ya estate quieta Borola, y no alborotes a las vecinas con eso de que ustedes son una tribu africana que va de caza y nosotros somos los leones, nomás ve cómo quedó don Turulato con la flecha clavada en donde la espalda pierde su honesto nombre.
Se aguantaron como los meros machos de ambos sexos cuando lo del terremoto, ya sosiégate Chachis Pachis, ya dejó de temblar, y siguieron por ahí, pero ya no en donde nacieron los chilpayates, y consiguieron su condominio horizontal y como quien no quiere la cosa se quedaron con algunos buenos hábitos, pasa la ponchera Lupe.
Se fueron de vacaciones a Acapulco, en el mar la vida es más sabrosa, a Puerto Vallarta, en el mar te quiero mucho más, a Puerto Escondido, con el sol, la luna y las estrellas, a la carretera porque allí se poncharon las llantas del pinche coche, en el mar todo es felicidad.
Se enfrentaron a los encarecedores, a los maloras del kilo de doscientos gramos, a los aboneros, qué onda doña Tallulah, ya póngase cariñosa, a los caseros, a los zopilotes de la renta congelada, a los embaucadores y caciques de los nuevos asentamientos sociales, mi Rober a las seis es la reunión de los colonos.
Se divirtieron con las caracterizaciones sucesivas de la vecindad en el teatro frívolo (Tiene razón el Cachuchas), en el cine (Amorcito corazón, ya tengo tentación...), en la televisión (el Chavo del Ocho), y se dieron cuenta tarde de que habitaron la zona mítica donde cada cuarto albergaba una historia extraordinaria o no, y para qué averiguas Popochas...
¡Ah, dioses! ¿Y si el Olimpo fuera otra vecindad? Don Gabriel Vargas, el Homero de los oclayos inmejorables (ya no se dice oclayos, Marilyn, actualízate, se dice mirada crítica), ha visto transcurrir a las generaciones y ha perseverado en sus paisajes urbanos y eso con tal de que se sienta luego luego a gusto cada generación que llega al cielo, por qué tardaste tanto Chorejas.
Su público, su pueblo, sus legiones, sus vagones del Metro hasta el ful, sus esqueletos del descuajirongue, sus divas del aguayón, sus suavecitos, sus maridos de sol a sol, sus viejas fodongas. Allí está todo esto, don Gabriel, tan fuera de lugar y de época, tan actual, la comunidad de la chiripa, el ágora del descontón, el coro griego que se las rifa con su
Me lo llevo por bonito,
me lo llevo por barato,
y le digo a mis amigas
dónde deben de comprar,
porcelana y cristal
en el Nueve de Uruguay,
a diecinueve pasos
de San Juan de Letrán.
Se alquila el pasado, se rifa el porvenir. La nación no es un cómic, de acuerdo, pero sus habitantes, los que han sido y los que están siendo y deshaciendo, sí tienen a la historieta en el catálogo de sus orígenes, y allí Gabriel Vargas y Germán Buntze y Cervantes Bassoco y Gaspar Bolaño y Rafael Araiza y Audiffred y Hugo Tilghman y Sixto Valencia y Rius y (perdónenme los excluidos, al fin que esta lista no es una Rotonda) muchos otros son parte substancial de la infancia, la adolescencia, la madurez de colectividades que en el cómic se ensayaron como lectores, que gracias al cómic entraron al melodrama y el relajo. Y allí, en ese árbol genealógico de la onomatopeya y los globitos y las tramas que nunca terminan porque a lo mejor se les perdió el comienzo en los cambios de domicilio, y allí, órale, órale, está en el Centro de la vecindad, en el Centro del Centro Histórico, don Gabriel Vargas, a quien hoy la ciudad, sus autoridades y la plebe elitista que somos todos, le entrega la medalla y el aplauso y el fervor consciente o inadvertido.
Que se ponga de pie el imaginario colectivo y le aseste una cálida ovación al creador de don Jilemón y doña Borola. Gracias, don Gabriel, y como sus personajes dicen: Que se refifa el fulfe de fiña y también el de fafaya.
* Palabras de Carlos Monsiváis en el homenaje a Gabriel Vargas, 21 de noviembre de 2007

http://www.jornada.unam.mx/2010/05/26/index.php?section=opinion&article=a05a1cul

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