Al escuchar el silbato del tren que se acerca, Norma Romero y sus compañeras corren a las vías, cargadas de cajas con bolsas de plástico llenas de arroz, pan y frijoles.
En el convoy, que a veces viaja hasta a 50 kilómetros por hora, cuelgan migrantes centroamericanos que cruzan México en los trenes de carga.
Las mujeres levantan la mano con bolsas de comida y botellas llenas de agua, y las entregan a los indocumentados que se aferran al pasamanos de los vagones.
En pocos minutos Norma y sus compañeras entregan decenas de bolsas de comida y agua, que no pocas veces han salvado la vida a quienes las reciben, pues muchos indocumentados pasan varios días sin comer ni beber agua en su camino desde el sur de México hasta la frontera con Estados Unidos.
El lugar donde encuentran alivio es la comunidad rural de La Patrona, en Veracruz, al sureste del país. Desde hace más de 17 años un grupo de 14 mujeres prepara diariamente raciones de comida y agua para entregar a los migrantes que viajan en los ferrocarriles.
A estas mujeres se les conoce como Las Patronas, no sólo por el sitio donde ayudan a los indocumentados, sino como una forma de reconocimiento.
Autoridad
En México se llama patrona a una mujer con autoridad, pero también a quien cuida de personas vulnerables.
Y eso es lo que hacen todos los días, le dice a BBC Mundo Norma Romero.
"Este trabajo es algo cansadito, pero cada vez que damos de comer a los migrantes y vemos sus sonrisas, nos reconfortamos".
Las Patronas no saben a cuántas personas indocumentadas han alimentado, pero pueden ser son miles.
Cada año, el gubernamental Instituto Nacional de Migración (INM), detiene a más de 100.000 personas, casi todas originarias de Centroamérica, que entran al país sin documentos por su frontera sur. La mayoría cruza el país en trenes de carga.
Según organizaciones civiles, este número representa sólo una parte de los migrantes que intentan llegar a Estados Unidos a través de México.
Pan y arroz
Casi toda la comida que entregan a los migrantes proviene de donaciones que consiguen Las Patronas entre organizaciones civiles, universidades y comercios locales.
En las escuelas vecinas, por ejemplo, realizan colectas de envases vacíos de PET que las mujeres llenan de agua. Una cadena comercial les regala el pan que no puede vender en sus vitrinas, y la iglesia católica de Córdoba, la ciudad más cercana a su comunidad rural, ha destinado un día semanal para colectar ayuda para los migrantes que ayuda el grupo.
No siempre fue así. Al principio, en 1997, la familia de Norma Romero compraba el arroz y frijoles que regalaban en las vías.
Por esos días el número de indocumentados en el ferrocarril era bajo, unas decenas en cada convoy, recuerda Norma.
Sin embargo, a partir de 2000 la cantidad de migrantes aumentó, y entonces por la comunidad empezaron a cruzar trenes con cientos de personas sobre los vagones.
Las Patronas alimentaron a quienes podían pero en 2007 se difundió el documental De Nadie, que narra su trabajo en las vías, y a partir de ese momento algunas organizaciones civiles les apoyaron con recursos para mantener su tarea.
Pero a veces la ayuda no basta, le dice a BBC Mundo Daniela Romero, una de las integrantes más jóvenes del grupo.
"A veces los trenes llegan con 500, 600 personas, y no les podemos dar a todos", cuenta.
Zetas
Para los migrantes sin documentos cruzar México es un viaje peligroso, reconocen autoridades y organizaciones civiles.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) afirma que cada año, en promedio, unos 20.000 centroamericanos son secuestrados por bandas controladas por el cartel de Los Zetas, uno de los grupos de narcotráfico más peligrosos de México y Centroamérica.
No se sabe el número de migrantes que son asesinados o heridos en el viaje desde el sur mexicano hasta la frontera estadounidense, un trayecto de unos 3.000 kilómetros.
Los gobiernos de México, El Salvador, Honduras y Guatemala han acordado protocolos para proteger a las personas indocumentadas. Pero las agresiones en su contra no cesan, advierte la CNDH.
Un tema que Las Patronas conocen de cerca. "A veces llegan muchachos golpeados, algunos heridos", cuenta Norma Romero. "Ayudamos en la medida de lo posible".
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