sábado, 30 de abril de 2011

Gatos Pardos- Niñas de azúcar


Gatos Pardos
Hercilia Castro
Niñas de azúcar
Valeria
Todos los días jugábamos juntas, éramos vecinitas, Valeria fue mi primer amiga, era la típica niña bien vestida, con blusas tejidas y encajes, con vestidos y faldas llenas de holanes,  la niña amistosa y que a los abuelitos les caía bien. Teníamos cinco años.
Él, era nuestro vecinito, todos los días paseaba Valeria por la calle, cuándo no salíamos juntas venía a la casa o salía sola por las calles conocidas a saludar, sobre todo a él, Mario, el vendedor de pieles.
Jugar, ir a la escuela, regresar, ir a la playa, estudiar, visitar los vecinos y abuelos, ir por una malteada que con cinco pesos podías comprar, esperar que nos dieran nuestro domingo. Pero Vale era más “vecindera” que yo,  saludaba a todo mundo. Mario no era la excepción, iba seguido con él.
Un día caminábamos por la panadería, cerca de su tienda y le pregunté si no iba a saludar a Mario, Vale contestó: “No, vámonos”.
Pregunté por qué: “Porque Mario cada que voy, me toca feo, me mete la mano”, dijo.
Mario tenía cerca de 35 años. Fin.

Elizabeth
Todos los días en la secundaria era lo mismo, llegar, escuchar clase y aburrirme, todos los días era lo mismo, estar al fondo en la butaca en espera de quién iba a contarme sus penas del día.
Todos los días era aguantar chamaquitos precoces que no sabían quién carambas era Rius, pero Elizabeth causaba ternura, morena, con el cabello pajizo y lacio, con sus ojos chicos y ojeras, flaca y nunca llevaba para el recreo, era testigo de Jehová, porque sus padres lo eran, nunca la escuché decir quiero ser doctora, ingeniera, quiero ser dentista, quiero.
“Me gusta estar contigo porque tú siempre escuchas, me pones atención”, me dijo en una ocasión.
Elizabeth había quedado huérfana de madre a los 8 años, su padre, como es la costumbre, se volvió a casar, pero la madrastra no fue una buena persona.
“Mi madrastra me pega, siempre me ha pegado, me pone a barrer, a trapear, a cuidar a sus hijos, y si no lo hago me pega con la vara, siempre lo ha hecho, ya ni recuerdo”.
¿Y tu papá qué dice?- pregunté-
“Mi papá llega cansado, es albañil, y no dice nada, nunca ha dicho nada. Fin.

Bianca
Bianca iba ya en tercero de prepa, nos hicimos amigas ahí a pesar de que nuestras familias ya se conocían desde antes, soñaba con ser teatrera, y toda una líder política, hicimos varias protestas hasta sacar a un profesor que ejercía acoso sexual.
“Mis primos abusaron de mí, desde niña, siempre abusaron de mi”, me contó un día.
¿No le dijiste a tu mamá?
“No me creyó”. Fin.

Alfredo
“Mi padre andaba con otra, yo no sabía, era un niño, mi padre hacía las mejores tortas que puedas comer, pero yo no sabía, un día me llevó con él pero iba a ver a la otra, yo no sabía, tenía cinco años, mi madre supo, y desde entonces me golpeaba me mandaba a dormir a una silla dura, él nunca le dijo nada, me pegaba si no hacía las labores de mis hermanas, me daba con el cinturón y mi abuela se tenía que meter, creo que desde entonces ya no me quiso”, lloró. Fin .

Lulú y Atziri
Lulú tenía 15 años cuando la conocí, llegó en busca de trabajo, de lo que fuera, con tal de que la aceptaran con Atziri, su niña de 3 años.
Siempre en actitud agresiva, desconfiada de todo buen trato o buena paga, neurótica para su edad, madre soltera.
A ver Lulú, cuéntame, ¿por qué te embarazaste?, ¿cuál fue tu historia?- pregunté
Se quedó callada un rato, después, empezó a decirme mientras le daba de comer a Atziri.
“Yo no soy de aquí, vengo del D.f, me vine huyendo,¿ sabes?”-pero¿ por qué?
“Es que mi tío es el papá de la niña, yo me fui de la casa a los 9 años, le entré a todo, yo ya sé lo que es el chemo, pero me llevaron a un hospicio”, dijo.
Pero ¿por qué te saliste de tu casa?- “Es que mi padrastro abusaba de mi, y la señora (su madre) nunca me creyó y preferí irme”.
¿Entonces Atziri es hija de tu padrastro?-
“No, yo estaba bien ahí en el refugio, estaba aprendiendo a leer, a hacer cosas buenas, mi madre nunca me buscó y llegó a los seis meses un tío por mí, se portaba bien, me daba de comer, pero empezaba a mirarme raro, ahí estuve hasta casi los 13 años con él y su familia…pero me violó, Atziri es hija de ese hombre…por eso huí, no lo metieron a la cárcel”. Fin.

Antes de saber de los derechos de los niños y las niñas, muchas historias, pasaron por mi vida, toda una generación de niños abusados por sus padres o algún pariente, desde Valeria a Lulú, por mencionar unos casos. El maltrato psicológico y físico, abuso sexual, explotación, la violencia intrafamiliar son una enfermedad que no tiene cura, lamentable es en 2011 continúe el registro de abuso a menores y la alcahuetería de la sociedad a una práctica tan nefasta que marca a las y los niños para hacer futuros hombres y mujeres con marcas de odio y dolor insuperable.

En 1999, fue apenas cuando tuve conocimiento existían los derechos de los y las niñas, en ese entonces, ya había escuchado demasiadas historias y tenía 16 años, siempre pensaba, “Si hubiera sabido de leyes y de los derechos que tenía hubiera reclamado”. A los 16 fue cuando inicié mi camino dentro de las organizaciones sociales y por desgracia, viendo la impunidad y la corrupción para muchas mujeres, niñas y niños abusados.

Siempre, con la misma pregunta y con el pensamiento de “Nos hubiéramos salvado”. Me toca una generación inculta de derechos de la infancia, sigo observando la violencia que causa la miseria y marginación, las malas costumbres, la mala educación y que la justicia vale para aquellos que tienen dinero en el bolsillo.

Me toca recordar y este 30 de abril, acordarme de Valeria, Lulú, Elizabeth, Alfredo, Atziri y Bianca, por tan sólo, mencionar unos casos.

Me toca denunciar y preguntar, ¿Por qué hacen infelices a los niños?, ¿no merecen un futuro mejor?, ¿Cuántos adultos de más de 30 años han sido abusados y nunca supieron sus derechos?, ¿Cuántos y cómo han sobrevivido al dolor?.

Me toca escribir de ellos y ellas, y esperar, griten alguna vez y digan “Yo fui abusado”, “Yo fui niña violada”.

Nos toca tener la valentía de denunciar al vecino que maltrata al hijo o a la hija, a la bestia que prostituye o golpea a su sangre, aunque no sean nada nuestro, mientras estemos callados, seremos cómplices de los vicios de una sociedad  decadente y que sigue o seguirá hasta que se quiera, corrompiendo inocencias y destruyendo sonrisas.

Feliz día del niño…¿debemos decir?.

Fin.


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