Gatos Pardos
Hercilia Castro
Niñas de azúcar
Valeria
Todos los días jugábamos juntas, éramos
vecinitas, Valeria fue mi primer amiga, era la típica niña bien vestida, con
blusas tejidas y encajes, con vestidos y faldas llenas de holanes, la niña amistosa y que a los abuelitos les
caía bien. Teníamos cinco años.
Él, era nuestro vecinito, todos
los días paseaba Valeria por la calle, cuándo no salíamos juntas venía a la
casa o salía sola por las calles conocidas a saludar, sobre todo a él, Mario,
el vendedor de pieles.
Jugar, ir a la escuela, regresar,
ir a la playa, estudiar, visitar los vecinos y abuelos, ir por una malteada que
con cinco pesos podías comprar, esperar que nos dieran nuestro domingo. Pero
Vale era más “vecindera” que yo,
saludaba a todo mundo. Mario no era la excepción, iba seguido con él.
Un día caminábamos por la
panadería, cerca de su tienda y le pregunté si no iba a saludar a Mario, Vale
contestó: “No, vámonos”.
Pregunté por qué: “Porque Mario
cada que voy, me toca feo, me mete la mano”, dijo.
Mario tenía cerca de 35 años.
Fin.
Elizabeth
Todos los días en la secundaria
era lo mismo, llegar, escuchar clase y aburrirme, todos los días era lo mismo,
estar al fondo en la butaca en espera de quién iba a contarme sus penas del
día.
Todos los días era aguantar
chamaquitos precoces que no sabían quién carambas era Rius, pero Elizabeth causaba
ternura, morena, con el cabello pajizo y lacio, con sus ojos chicos y ojeras,
flaca y nunca llevaba para el recreo, era testigo de Jehová, porque sus padres
lo eran, nunca la escuché decir quiero ser doctora, ingeniera, quiero ser
dentista, quiero.
“Me gusta estar contigo porque tú
siempre escuchas, me pones atención”, me dijo en una ocasión.
Elizabeth había quedado huérfana de
madre a los 8 años, su padre, como es la costumbre, se volvió a casar, pero la
madrastra no fue una buena persona.
“Mi madrastra me pega, siempre me
ha pegado, me pone a barrer, a trapear, a cuidar a sus hijos, y si no lo hago
me pega con la vara, siempre lo ha hecho, ya ni recuerdo”.
¿Y tu papá qué dice?- pregunté-
“Mi papá llega cansado, es
albañil, y no dice nada, nunca ha dicho nada. Fin.
Bianca
Bianca iba ya en tercero de
prepa, nos hicimos amigas ahí a pesar de que nuestras familias ya se conocían
desde antes, soñaba con ser teatrera, y toda una líder política, hicimos varias
protestas hasta sacar a un profesor que ejercía acoso sexual.
“Mis primos abusaron de mí, desde
niña, siempre abusaron de mi”, me contó un día.
¿No le dijiste a tu mamá?
“No me creyó”. Fin.
Alfredo
“Mi padre andaba con otra, yo no
sabía, era un niño, mi padre hacía las mejores tortas que puedas comer, pero yo
no sabía, un día me llevó con él pero iba a ver a la otra, yo no sabía, tenía
cinco años, mi madre supo, y desde entonces me golpeaba me mandaba a dormir a
una silla dura, él nunca le dijo nada, me pegaba si no hacía las labores de mis
hermanas, me daba con el cinturón y mi abuela se tenía que meter, creo que
desde entonces ya no me quiso”, lloró. Fin .
Lulú y Atziri
Lulú tenía 15 años cuando la
conocí, llegó en busca de trabajo, de lo que fuera, con tal de que la aceptaran
con Atziri, su niña de 3 años.
Siempre en actitud agresiva, desconfiada
de todo buen trato o buena paga, neurótica para su edad, madre soltera.
A ver Lulú, cuéntame, ¿por qué te
embarazaste?, ¿cuál fue tu historia?- pregunté
Se quedó callada un rato,
después, empezó a decirme mientras le daba de comer a Atziri.
“Yo no soy de aquí, vengo del
D.f, me vine huyendo,¿ sabes?”-pero¿ por qué?
“Es que mi tío es el papá de la
niña, yo me fui de la casa a los 9 años, le entré a todo, yo ya sé lo que es el
chemo, pero me llevaron a un hospicio”, dijo.
Pero ¿por qué te saliste de tu
casa?- “Es que mi padrastro abusaba de mi, y la señora (su madre) nunca me
creyó y preferí irme”.
¿Entonces Atziri es hija de tu
padrastro?-
“No, yo estaba bien ahí en el
refugio, estaba aprendiendo a leer, a hacer cosas buenas, mi madre nunca me
buscó y llegó a los seis meses un tío por mí, se portaba bien, me daba de
comer, pero empezaba a mirarme raro, ahí estuve hasta casi los 13 años con él y
su familia…pero me violó, Atziri es hija de ese hombre…por eso huí, no lo
metieron a la cárcel”. Fin.
Antes de saber de los derechos de
los niños y las niñas, muchas historias, pasaron por mi vida, toda una
generación de niños abusados por sus padres o algún pariente, desde Valeria a
Lulú, por mencionar unos casos. El maltrato psicológico y físico, abuso sexual,
explotación, la violencia intrafamiliar son una enfermedad que no tiene cura,
lamentable es en 2011 continúe el registro de abuso a menores y la alcahuetería
de la sociedad a una práctica tan nefasta que marca a las y los niños para
hacer futuros hombres y mujeres con marcas de odio y dolor insuperable.
En 1999, fue apenas cuando tuve
conocimiento existían los derechos de los y las niñas, en ese entonces, ya
había escuchado demasiadas historias y tenía 16 años, siempre pensaba, “Si
hubiera sabido de leyes y de los derechos que tenía hubiera reclamado”. A los
16 fue cuando inicié mi camino dentro de las organizaciones sociales y por
desgracia, viendo la impunidad y la corrupción para muchas mujeres, niñas y
niños abusados.
Siempre, con la misma pregunta y
con el pensamiento de “Nos hubiéramos salvado”. Me toca una generación inculta
de derechos de la infancia, sigo observando la violencia que causa la miseria y
marginación, las malas costumbres, la mala educación y que la justicia vale
para aquellos que tienen dinero en el bolsillo.
Me toca recordar y este 30 de
abril, acordarme de Valeria, Lulú, Elizabeth, Alfredo, Atziri y Bianca, por tan
sólo, mencionar unos casos.
Me toca denunciar y preguntar,
¿Por qué hacen infelices a los niños?, ¿no merecen un futuro mejor?, ¿Cuántos
adultos de más de 30 años han sido abusados y nunca supieron sus derechos?, ¿Cuántos
y cómo han sobrevivido al dolor?.
Me toca escribir de ellos y
ellas, y esperar, griten alguna vez y digan “Yo fui abusado”, “Yo fui niña
violada”.
Nos toca tener la valentía de
denunciar al vecino que maltrata al hijo o a la hija, a la bestia que
prostituye o golpea a su sangre, aunque no sean nada nuestro, mientras estemos
callados, seremos cómplices de los vicios de una sociedad decadente y que sigue o seguirá hasta que se
quiera, corrompiendo inocencias y destruyendo sonrisas.
Feliz día del niño…¿debemos
decir?.
Fin.
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