viernes, 26 de febrero de 2010

Lucio Cabañas

Lucio Cabañaspor Tomás Mojarro
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Frente a la guerrilla urbana el régimen desarrolla un aparato policíaco basado en Inteligencia Militar que funciona con los métodos usuales de la contraguerrilla urbana: tortura en cárceles clandestinas, desapariciones y muertes “aleccionadoras”: los cuerpos de guerrilleros aparecen terriblemente torturados. (ORPC, 1968-1985.)

Eso, mis valedores, apenas ayer. Pero hoy mismo, ¿así que el máximo violador de los derechos humanos resulta ser nada menos que el ejército mexicano? Aquí el final de cierto relato literario: el grupo guerrillero es emboscado por los soldados en un zanjón de la sierra. Al intercambio de disparos fueron cayendo dos, tres, hasta una veintena de guerrilleros. Ahora a caballo y atados con reatas los dos únicos sobrevivientes son conducidos hasta el cuartel, donde les esperan sesiones de tortura demencial. Fumando y con sombrío sentido del humor, el sargento:

- Suertudos, denle gracias a Dios. Sus compañeros quedaron allá atrás, en la barranca, todos despanzurrados, y ustedes viven todavía.

- Sí, contesta uno de los cautivos. Esto significa que a nosotros Dios nos quiere.

El otro, al pensamiento de lo que les aguarda en la celda del cuartel:

- O es a nosotros dos a quienes Dios no nos quiere, asegún…

“Te vendan los ojos. Toques de picana. Prueban los límites de tu resistencia teniéndote días sin dormir, y el pozo, golpearte hasta dejarte sin aire para de inmediato sumergirte la cabeza en agua y provocar el ahogamiento. Te cuelgan de helicópteros, pero no te dejan morir. Para ti lo mejor: que te maten. En la tortura te matan muchas veces”.

¿El provecho que el guerrillero, equivocado magnífico, reporta a las masas populares? Júzguenlo ustedes. ¿El destino que le aguarda? Terminar como Lucio Cabañas, profesor rural muerto en un enfrentamiento con fuerzas del ejército, que le dieron muerte el 2 de diciembre de 1974. Del guerrillero, lástima, sólo quedan la leyenda popular de una enorme valentía personal, una estatua de bronce y el rito de las honras fúnebres.

Así es: en Atoyac de Álvarez y a las cinco y media de la tarde de diciembre del 2002 nostálgicos fieles del insurgente inhumaron sus restos y los fueron a depositar en el punto en que se alzaba el tamarindo a cuya sombra el combatiente se manifestaba contra el gobierno. Y no más, que tal es el destino de los guerrilleros, ellos que en su impaciencia porque cambien las condiciones calamitosas del país toman un arma y se remontan a la sierra, donde habrán de enfrentarse a un Poder que los rebasa hasta la ignominia y que mañana los va a bajar en una bolsa de plástico, si no es que los arrojen en un hoyo de la tierra bruta, y del generoso insensato nadie conocerá el rastro.

Pero los matanceros de ayer serán las reses de mañana, y el tiempo coloca a los hombres en su lugar. Treinta años después de asesinado Lucio Cabañas, dos de los generales que lo persiguieron, Arturo Acosta Chaparro y Humberto Quiroz Hermosillo, fueron encarcelados por delitos de narcotráfico. Apenas ayer, los militares descalificaron a Lucio Cabañas motejándolo de bandolero, delincuente y criminal. Hoy, el maestro y luchador civil se mira de frente, en bronce, con el bronce del prócer Juan Álvarez. A treinta años de su muerte a manos de las fuerzas federales, en Atoyac de Álvarez fue recordado con una estatua de bronce, una velada cultural y una marcha cívica. Y la paz.

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Rubén Jaramillo, Genaro Vázquez, los hermanos Gámiz, Liga 23 de Septiembre, Lucio Cabañas. (A su memoria)

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