jueves, 17 de diciembre de 2009

Yo lo conocí

Yo lo conocí

Hercilia Castro

Yo lo conocí. Juro que yo lo conocí, llegó a mi puerta como una aparición, sin avisar, vestía  como esos viajeros espaciales perdidos en las playas de la luna y su paso era igual de callado que el de un gato. Era noche cuando le abrimos la puerta, vino diciendo que empezaban aquí con su legión a hablar de ella, la que dicen es una perdida, la lucha social a transformar.

Se le habló de ella y los demás problemas del municipio, y él solo escuchaba atento, y asi como llegó se fue. Después ahogada en insomnio y por último y único recurso me acordé de su tarjeta y le hablé del caso del puerto, sabía me respondería casi como ganar un albur. Le regalé  la historia, lo demás lo hizo  él, aplastó irremediable con su arma  a esos  traidores que  querían despojarnos, fue de los mejores guerreros   solitarios, se lo puedo jurar, yo lo vi porque por meses en la batalla de la impotencia, él me  ayudaba  a pensar hasta que ganamos la odisea contra el gobierno en turno y la última nota  fue el golpe rotundo contra el gobierno federal, se lo juró que ganamos y prueba de ello es que hoy se lo digo.

 

Lo que no supe fue cuándo y cómo caí presa de sus encantos de chaman. Tal vez fue cuando dijo: De ahora en adelante sólo pensaras  en vocalizar, será lo primero que hagas, nunca más dejarás de hacerlo, será como el habito de respirar(…). Ahí fue, sí, lo admito, aunque para esas fechas ya conocía al Pachacuas, me lo presentó un día que le deje uno de mis hijos, después  empecé a perderle el rumbo pero siempre tratando de seguirle,  aunque déjeme decirle que tiene como todos ellos el poder de la desaparición, transforma  las piedras en ríos y convierte los panes en  sapos, hace volar la ropa y acaba uno  cayéndose por la aridez de la montaña, saca lágrimas y deja suspiros, revuelve la pesca y saltan conejos por doquier,enfría y calienta  los cuerpos a placer, su ira es  titánica cómo aliento de dragón, y su desprecio puede ser  gélido y mortal, pero alegre hace   crezcan flores y mete asesinos a la carcel, saca a relucir la verdad, es igual a ellos, los transformadores.

La última vez que lo vi fue hace meses, pero ya estaba por subir a la carroza de las famas, de los halagos virtuosos y ohs comprometidos, se le veía feliz, pero no lo he vuelto a ver ni por Aguacaliente ni por La Ropa o la zona de tolerancia.

Yo lo conocí, y ahora que me pregunta, sí, él era, se llamaba Roberto Ramírez. Aunque ahora usted me diga desapareció, yo lo conocí…

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