martes, 28 de abril de 2009

EL DESASTRE SALMONERO

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28-04-2009
ARTÍCULO DENOMINADO "UN DESASTRE CONSENTIDO" DEL PERIÓDICO DIGITAL EL 
CIUDADANO RELATA EL DESASTRE SALMONERO

Caracciolo dice que la mayoría de los pescadores que tuvieron que abandonar 
su actividad tradicional debido a la irrupción salmonera, terminó trabajando 
para esta industria, ahora en crisis y cerrando sus puertas, lo que se está 
traduciendo en desempleo y "provocando una crisis social y económica de 
insospechadas consecuencias" .

El mar chileno está siendo arrasado por actividades económicas basadas en la 
búsqueda desenfrenada de ganancias, sin consideración ambiental alguna y con 
la complacencia del gobierno.
Las regulaciones laxas o de plano ausentes, así como imprecisiones legales, 
han permitido que desperdicios tóxicos de la minería, del sector forestal, 
de los criaderos de salmón y de la pesca industrial sean vertidos en las 
costas sin el menor control. La consecuencia: la destrucción de flora y 
fauna que, en algunos casos, casi ha desaparecido por completo, y la 
generación de conflictos sociales en comunidades enteras.

Por sobre la conservación del medio ambiente y la sustentabilidad, lo que 
prevalece es el interés económico.

Por ejemplo, casi dos tercios del total de las exportaciones chilenas 
provienen de la minería, que en 2007 representó 45 mil millones de dólares. 
Sin embargo, esta actividad ha sido particularmente destructiva: además de 
contaminar y/o secar varias decenas de ríos en el norte del país -como el 
río Copiapó-, ha destruido numerosos ecosistemas marinos.

Lo más grave es la contaminación absoluta de la bahía de Chañaral, luego de 
que a lo largo de 63 años, entre 1927 y 1990, se vertieron en ella 350 
millones de toneladas de arsénico, plomo y molibdeno, entre otros nocivos 
compuestos químicos y minerales.Tanto fue el material depositado que el 
puerto de Chañaral se embancó y el mar retrocedió dos kilómetros, 
literalmente empujado por residuos tóxicos. En esta ciudad hoy no crece ni 
mala yerba. Ya en 1976, un estudio del ingeniero en minas Rolf Behncke no 
pudo detectar "ningún organismo viviente" en esta bahía, de la que hasta los 
años sesenta se extraían 1 millón de kilogramos de peces al año.
Peor aún: los químicos fueron arrastrados por la corriente de Humboldt al 
Parque Nacional Pan de Azúcar y acabaron con buena parte de su flora y 
fauna, una de las más ricas en biodiversidad que había en todas las costas 
del norte chileno.Aunque el caso de Chañaral ha sido considerado en diversos 
foros como uno de los más grandes desastres ecológicos en la historia del 
planeta, no alteró ni un ápice las conductas antiambientales de la industria 
y del Estado chileno en relación con el mar.

Por el contrario, desde que el 11 de marzo de 1990 Patricio Aylwin reemplazó 
al dictador Augusto Pinochet, todos los gobiernos de la Concertación por la 
Democracia, desde Eduardo Frei y Ricardo Lagos hasta la actual presidenta 
Michelle Bachelet, han avalado e incluso promovido la contaminación y 
depredación del mar.

PESCA MORTAL
Desde la promulgación de la Ley 19.713, mejor conocida como Ley "Corta" de 
Pesca, impulsada por el presidente Ricardo Lagos en 2001, para privatizar 
los recursos del mar, la mayor parte de las cuotas de pesca quedó en manos 
de grandes capitalistas, como el grupo Angelini, dueño de Corpesca, que 
monopoliza la pesca en el norte de Chile.

La pesca artesanal, pese a que genera 10 veces más empleos que la pesca 
industrial, fue despojada de la mayor participación y sólo conservó 5% de 
las cuotas de captura de jurel y 35% de la merluza común, el pez 
históricamente más consumido en Chile.
Esto, a pesar que la pesca industrial es insustentable dado los artes de 
pesca que utilizan: arrastran el fondo marino con sus redes, con lo cual 
convierten a los arrecifes coralinos y bancos de moluscos en arenales 
carentes de vida. Además, capturan a la fauna acompañante, que llega a 
representar hasta 40% de la pesca total y es separada y devuelta muerta al 
mar.

A partir de esta ley, la biomasa marina existente en la zona económica 
exclusiva de Chile evidencia un descenso catastrófico. De acuerdo con cifras 
del Instituto de Fomento Pesquero (IFOP), dependiente del Ministerio de 
Economía, en 2001 se registraban 6 millones de toneladas de jurel; para 2007 
quedaban apenas 91 mil toneladas. Y lo mismo pasó con la merluza común, que 
bajó de 1 millón 555 mil toneladas a sólo 300 mil.

A la sobreexplotació n de la pesca industrial se suma la contaminación de una 
red cada vez más numerosa de plantas de celulosa, que casi sin restricciones 
arrojan sus desperdicios al mar, como lo hace en el golfo de Arauco la 
empresa Horcones.El golfo de Arauco, una zona pesquera por excelencia, ha 
visto disminuir la producción pesquera hasta en 90% desde la irrupción de la 
planta, en 1972, como paraestatal en el gobierno de Salvador Allende, luego 
privatizada por Pinochet. Horcones es propiedad de la empresa Celco, que a 
su vez forma parte del grupo Angelini, y produce 770 mil toneladas anuales 
de pulpa blanqueada de pino y eucaliptos para la confección de papeles de 
impresión, escritura e higiénicos.

Lo poco que aún se captura representa un grave peligro para la salud: los 
peces están contaminados con dioxinas altamente cancerígenas. Por si fuera 
poco, la miseria entre los pescadores que aún quedan en Arauco es cada vez 
más grande y motivo de continuas y crecientes protestas.

A pesar de esta tragedia, la Comisión Nacional de Medio Ambiente (Conama) 
autorizó en 2005 a Celco verter los residuos tóxicos de la Planta Nueva 
Aldea en la bahía de Cobquecura, lo que debiera producirse a partir de abril 
próximo, puesto que el ducto ya fue terminado. Ubicada en Chillán, Región 
del Bío Bío, Nueva Aldea es la planta más grande de Chile, con una 
producción de 870 mil toneladas anuales de pulpa de celulosa.
Celco -por otra parte- enfrenta una fuerte oposición de parte de 
mapuche-lafquenches de Mehuín, en la Décima Región, quienes rechazan la 
instalación del ducto de la Planta Valdivia, que funciona desde el 30 de 
enero de 2004. De hecho, su historia es un prontuario: poco tiempo después 
de haber sido abierta provocó la mortandad total de la colonia de cisnes que 
habitaba en el Río Cruces, donde Celco arroja hasta ahora sus desechos 
tóxicos.

El sector forestal y de celulosas representa el segundo rubro exportador del 
país: en 2007 exportó productos por 4.952 millones de dólares, lo que 
contrasta con los 254 mil dólares en exportaciones efectuadas en 1980.

Ahora, las termoeléctricas son la nueva gran amenaza que afecta al mar 
chileno: una decena de proyectos que se ubicarían en el borde costero de 
cuatro regiones del país están en fase de aprobación por parte de la 
Comisión Nacional de Medio Ambiente (Conama). Entre ellos destaca el 
proyecto Barrancones, en las proximidades de la Reserva de Pingüinos 
Humboldt, en la Región de Coquimbo, al norte de Valparaíso.
Este proyecto significaría el fin de esta colonia, además de buena parte de 
la fauna marina existente, según lo reconoce la propia Corporación Nacional 
Forestal, entidad gubernamental, en un estudio dado a conocer en enero 
pasado.
Pese a todo lo anterior, el daño más grande al mar ha sido provocado por la 
cría de salmón, tercer rubro exportador de Chile.

EXCESOS

A principios de los ochenta, en plena crisis económica, bajo la dictadura de 
Augusto Pinochet, el régimen militar decidió impulsar la industria del 
salmón. En 1991 este sector realizó exportaciones por 159 millones de 
dólares, las cuales se dispararon 16 años después a 2 mil 241 millones de 
dólares, según datos del Banco Central.

Las salmoneras, crecieron a tasas de 70% anuales durante los noventa, debido 
en gran parte a que el agua del mar y de los lagos intervenidos -su 
principal insumo- les fue entregada prácticamente gratis por el Estado: por 
cada hectárea de mar que ocupan sus centros de cultivo de salmón pagan sólo 
70 mil pesos anuales en patentes. En contraste, cada uno de esos centros de 
cultivo -en su mayoría pertenecientes a empresas noruegas, japonesas y 
chilenas- genera una producción anual equivalente a más de 5 millones de 
dólares en promedio.

Con base en la Ley Austral, decretada por Pinochet en 1974, las salmoneras 
están exentas de impuestos. El Estado también subsidia hasta 100% del sueldo 
base de sus trabajadores mediante distintos programas, como los "bonos de 
capacitación" , entregados por el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo.

Pero detrás del abrupto crecimiento de las salmoneras se escondían métodos 
productivos que terminaron por destruir casi irreparablemente los 
ecosistemas marinos intervenidos por esta industria, concentrada en los 
hermosos y casi virginales canales, fiordos, bahías y lagos del extremo sur 
de Chile.

En el estudio titulado Efectos de la normativa ambiental vigente para la 
salmonicultura intensiva en Chile, de octubre de 2008, preparado por el 
experto en salmonicultura Héctor Kol -con coautoría de quien suscribe esta 
nota-, se hace un detallado diagnóstico de los daños provocados por esta 
industria y del marco legal y jurídico que lo ha hecho posible. La 
investigación servirá de base a un proyecto de ley que presentará este mes 
de abril -y si su salud de lo permite- el senador del oficialista Partido 
Radical, Nelson Ávila.

Entre otras cosas, el estudio destaca el uso desmesurado de antibióticos 
que, según datos de 2004, en algunos casos ha alcanzado una proporción de 
más de un kilogramo por tonelada de salmón. Según la Fundación Oceana, en 
Chile se emplean 250 gramos de antibióticos por tonelada, en promedio. Sin 
embargo, no hay datos oficiales al respecto porque el Estado no lleva un 
registro ni existe una norma que regule los distintos tipos de antibióticos 
ni las cantidades de éstos que se deben ocupar. En Noruega la máxima 
cantidad de antibióticos permitida en la producción de salmones es un gramo 
por tonelada.

Según Kol, "cuando te comes un filete de salmón chileno, lo que en verdad 
estás consumiendo son antibióticos" que, para colmo, mezclados con el 
alimento, se disuelven en el agua y contaminan la fauna nativa. Esta 
práctica está prohibida en Estados Unidos, lo que no ha impedido que este 
país compre 37% de la producción de salmones chilenos. Según una 
investigación de Fundación Oceana, realizada en el Estuario de Reloncaví en 
2006, hasta 40% de los peces se encontraban contaminados con antibióticos 
disueltos en el mar por la industria salmonera.

Junto al uso indiscriminado de antibióticos, otro gran problema son las 
excesivas descargas fecales de salmón y otros componentes orgánicos que se 
han vertido al mar austral, casi sin restricción, en millones de toneladas. 
En 2005, un estudio encabezado por el premio nacional de ciencias Alejandro 
Buschmann estimó que sólo en la Región de Los Lagos los desechos orgánicos 
generados por la industria salmonera equivalían a los producidos por 6 
millones de personas, es decir, cuatro veces la población de dicha región. 
Según Kol, los desechos generados durante 2007 por toda la industria 
salmonera en Chile semejan a los que originarían 16 millones de personas.

La materia orgánica descargada, al podrirse, consume el oxígeno existente en 
el agua. En 2003, la Universidad Austral de Chile demostró que en el fiordo 
Pillán de la Décima Región, los cultivos salmoneros causaron la pérdida 
total de vida en el fondo marino, mientras que en el fiordo Reñihué la 
pérdida era de 60%.

Cosme Caracciolo, secretario general de la Confederación Nacional de 
Pescadores Artesanales de Chile (Conapach), dice que uno de los "daños más 
terribles" de la producción de salmón en aguas continentales, a partir de 
los ochenta, ha sido "la casi completa destrucción de los bancos naturales 
de erizos, choritos, ostras chilenas, almejas y cholgas existentes" en el 
mar interior de Chiloé, en la región de Los Lagos.
Este es uno de los 10 mares interiores que existen en el mundo y, dada su 
gran biodiversidad y riqueza de recursos, era el lugar que proveía 70% de 
los pescados y moluscos que se consumían en todo Chile. Hoy casi ya no se 
encuentran peces.

Los bancos naturales han sido destruidos por el accionar coordinado de las 
salmoneras y las agencias de gobierno encargadas de la acuicultura y la 
pesca, como el Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca) . Si bien el artículo 
67 de la Ley General de Pesca, vigente desde 1991, ordena que "no se 
otorguen concesiones ni autorizaciones de acuicultura en aquellas áreas en 
que existan bancos naturales de recursos hidrobiológicos (por ejemplo, de 
moluscos)", Sernapesca ha usado un resquicio para justificar el otorgamiento 
de más de un centenar de autorizaciones: la ley no define con claridad qué 
son los "bancos naturales", por lo que no se sabría con certeza qué es lo 
que hay que proteger. En consecuencia, ha optado por no proteger nada.

Esta industria depreda, además, a otras especies del mar territorial 
chileno, pues para alimentar a las más de 600 mil toneladas de salmones que 
Chile llegó a exportar en 2007 y 2008, se capturaron entre 3 y 6 millones de 
toneladas de sardinas, jureles y anchovetas, las que se extraen del mar 
chileno, vaciándolo de estos proteícos recursos que podrían dotar de este 
nutriente de alta calidad a toda la población de Chile.Esta insustentable 
forma de proceder de la industria y del Estado permitió una gran 
rentabilidad a los productores, pero a la vuelta de los pocos años ha 
mostrado sus perjuicios: la excesiva producción, la sobreexplotació n del 
medio acuático y los malos manejos sanitarios y ambientales han derivado en 
la degradación e incluso en la muerte de los ecosistemas marinos y de agua 
dulce utilizados por la industria salmonera.
Fruto de la suciedad que ella misma esparció, esta industria es atacada hoy 
por plagas y epidemias que la tienen en estado de coma y sin posibilidad de 
recuperación. De ser el emblema del modelo neoliberal chileno, el cultivo de 
salmón se ha convertido en la mejor evidencia de sus falencias.

"Toda la inmensa destrucción provocada por las salmoneras ha sido a vista y 
paciencia del Estado que ha actuado como sirviente de esta industria que, 
además de ser hipertóxica, tiene prácticas absolutamente esclavistas" , 
sostiene Kol.
Caracciolo dice que la mayoría de los pescadores que tuvieron que abandonar 
su actividad tradicional debido a la irrupción salmonera, terminó trabajando 
para esta industria, ahora en crisis y cerrando sus puertas, lo que se está 
traduciendo en desempleo y "provocando una crisis social y económica de 
insospechadas consecuencias" .

por Francisco Marín

* Artículo también publicado en revista Proceso de México.
Fuente: www.elciudadano. cl

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