jueves, 6 de noviembre de 2008

La superioridad del capitalismo

La superioridad del capitalismo

Por Santiago Alba Rico


¿Qué es una crisis capitalista?

Veamos en primer lugar lo que no es una crisis capitalista.

Que haya 950 millones de hambrientos en todo el mundo, eso no es una
crisis capitalista.

Que haya 4 750 millones de pobres en todo el mundo, eso no es una
crisis capitalista.

Que haya 1 000 millones de desempleados en todo el
mundo, eso no es
una crisis capitalista.

Que más del 50% de la población mundial activa esté subempleada o
trabaje en
precario, eso no es una crisis capitalista.

Que el 45% de la población mundial no tenga acceso directo a agua
potable, eso no es una crisis capitalista.

Que 3 000 millones de personas carezcan de acceso a servicios
sanitarios mínimos, eso no es una crisis capitalista.

Que 113 millones de niños no tengan acceso a educación y 875 millones
de adultos sigan siendo analfabetos, eso no es una crisis capitalista.

Que 12 millones de niños mueran todos los años a causa de enfermedades
curables, eso no es una crisis capitalista.

Que 13 millones de personas mueran cada año en el mundo debido al
deterioro del medio ambiente y al cambio climático, eso no es una
crisis capitalista.

Que 16 306 especies estén en peligro de extinción, entre ellas la
cuarta parte de
los mamíferos, no es una crisis capitalista.

Todo esto ocurría antes de la crisis. ¿Qué es, pues, una
crisis
capitalista? ¿Cuándo empieza una crisis capitalista?

Hablamos de crisis capitalista cuando matar de hambre a 950 millones
de personas, mantener en la pobreza a 4 700 millones, condenar al
desempleo o la precariedad al 80% del planeta, dejar sin agua al 45%
de la población mundial y al 50% sin servicios sanitarios, derretir
los polos, denegar auxilio a los niños y acabar con los árboles y los
osos, ya no es suficientemente rentable para 1 000 empresas
multinacionales y 2 500 000 de millonarios.

Lo que demuestra la superior eficacia y resistencia del capitalismo es
que todas estas calamidades humanas ?que habrían invalidado cualquier
otro sistema económico? no afectan a su credibilidad ni le impiden
seguir funcionando a pleno rendimiento. Es precisamente su
indiferencia mecánica la
que lo vuelve natural, invulnerable,
imprescindible. El socialismo no sobreviviría a este desprecio por
el
ser humano, como no sobrevivió en la Unión Soviética, porque está
pensado precisamente para satisfacer sus necesidades; el capitalismo
sobrevive y hasta se robustece con las desgracias humanas porque no
está pensado para aliviarlas. Ningún otro sistema histórico ha
producido más riqueza, ningún otro sistema histórico ha producido más
destrucción. Basta considerar en paralelo estas dos líneas ?la de la
riqueza y la de la destrucción? para ponderar todo su valor y toda su
magnificencia. Esta doble tarea, que es la suya, la hace mejor que
nadie y en ese sentido su triunfo es inapelable: q ue haya cada vez
más alimentos y cada vez más hambre, más medicinas y más enfermos, más
casas vacías y más familias sin techo, más trabajo y más parados, más
libros y más analfabetos, más derechos
humanos y más crímenes contra
la humanidad.

¿Por qué tenemos que salvar eso? ¿Por qué tiene
que preocuparnos la
crisis? ¿Por qué nos conviene encontrarle una solución? Las viejas
metáforas del liberalismo se han revelado todas mendaces: la “mano
invisible” que armonizaría los intereses privados y los colectivos
cuenta monedas en una cámara blindada, el “goteo” que irrigaría las
capas más bajas del subsuelo apenas si es capaz de llenar el cuenco de
una mano, el “ascensor” que bajaría cada vez más de prisa a rescatar
gente de la planta baja se ha quedado con las puertas abiertas en el
piso más alto. Las soluciones que proponen, y aplicarán, los
gobernantes del planeta aceptan, en cualquier caso, la lógica
inmanente del beneficio ampliado como condición de supervivencia
estructural: privatización de fondos públicos, prolongación de la
jornada laboral, despido libre,
disminución del gasto social,
desgravación fiscal a los empresarios. Es decir, si las cosas no van
bien es
porque no van peor. Es decir, si no son rentables 950 millones
de hambrientos, habrá que doblar la cifra. El capitalismo consiste en
eso: antes de la crisis condena a la pobreza a 4 700 millones de seres
humanos; en tiempos de crisis, para salir de ella, solo puede aumentar
las tasas de ganancia aumentando el número de sus víctimas. Si se
trata de salvar el capitalismo ?con su enorme capacidad para producir
riqueza privada con recursos públicos? debemos aceptar los sacrificios
humanos, primero en otros países lejos de nosotros, después quizá
también en los barrios vecinos, después incluso en la casa de
enfrente, confiando en que nuestra cuenta bancaria, nuestro puesto de
trabajo, nuestra televisión y nuestro ipod no entren en el sorteo de
la superior eficacia capitalista. Los que tenemos algo
podemos
perderlo todo; nos conviene, por tanto, volver cuanto antes a la
normalidad anterior a la crisis, a
sus muertos en-otra-parte y a sus
desgraciados sin-ninguna-esperanza.

Un sistema que, cuando no tiene problemas, excluye de una vida digna a
la mitad del planeta y que soluciona los que tiene amenazando a la
otra mitad, funciona, sin duda, perfectamente, grandiosamente, con
recursos y fuerzas sin precedentes, pero se parece más a un virus que
a una sociedad. Puede preocuparnos que el virus tenga problemas para
reproducirse o podemos pensar, más bien, que el virus es precisamente
nuestro problema. El problema no es la crisis del capitalismo, no,
sino el capitalismo mismo. Y el problema es que esta crisis
reveladora, potencialmente aprovechable para la emancipación, alcanza
a una población sin conciencia y a una izquierda sin una alternativa
elaborada. Se equivoque o no Wallerstein en su pronóstico
sobre el fin
del capitalismo, tiene razón, sin duda, en el diagnóstico
antropológico. En un mundo con
muchas armas y pocas ideas, con mucho
dolor y poca organización, con mucho miedo y poco compromiso ?el mundo
que ha producido el capitalismo? la barbarie se ofrece mucho más
verosímil que el socialismo.

Por eso hay que auparse en los islotes de conciencia y en los grumos
de organización. Cuba bloqueada, Cuba azotada por los vientos, Cuba
pobre, Cuba incómoda, Cuba a veces equivocada, Cuba improvisada, Cuba
disciplinada, Cuba resistente, Cuba ilustrada, Cuba siempre humana,
mantiene abierta una tercera vía, hoy más necesaria que nunca, entre
el capitalismo y la barbarie. Si no podemos ayudarla, podemos al menos
ayudarnos a nosotros mismos pensando en ella con alivio y agradecimiento.

Fuente: La Jiribilla nº 391, Cuba

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