martes, 10 de junio de 2008

Casas quemadas y vaqueros muertos, saldo más reciente de la violencia en Rancho Nuevo

Casas quemadas y vaqueros muertos, saldo más reciente de la violencia en Rancho Nuevo



(Segunda parte)

Maribel Gutiérrez

Rancho Nuevo

Los restos carbonizados de tres casas de madera en el centro de este poblado y dos vaqueros asesinados son las muestras más
recientes de la violencia que sembró en Rancho Nuevo el ex presidente de la Unión Ganadera Regional de Guerrero y ex alcalde
de Petatlán Rogaciano Alba Álvarez, que en esta ruta de la sierra siempre se ha presentado al mando de policías federales y
efectivos del Ejército.
Ya no hay olor a humo o a materiales quemados, pero impacta ver el panorama triste de casas destruidas por el fuego, todo
negro, en el pueblo abandonado porque las familias tuvieron que huir del peligro de muerte.
En el centro de esta comunidad quedan en pie la escuela del Conafe y una casa; otras tres se encuentran tal como quedaron el 28
de agosto del año pasado, cuando fueron quemadas mientras las familias estaban ausentes. Cuando los dueños las vieron así, ya
no se acercaron a escombrar o a arreglar para habitarlas nuevamente; se fueron en ese momento, a buscar refugio en otro
pueblo, porque la destrucción si bien no alcanzó a alguna persona, sí fue una señal amenazante, un aviso del peligro que corre la
vida de la gente que se quede en Rancho Nuevo.
En la casa de Luis Torres Landín hay restos camas quemadas, de sillas, roperos y mesas. También de alimentos que estaban
almacenados en costales y quedaron carbonizados, granos de maíz totalmente negros regados por el área donde era la cocina, y
sal endurecida como piedra por el calor de la lumbre.
Las paredes y los techos de las casas en la sierra de Guerrero son de madera, y por eso las de aquí no tardaron en quemarse por
completo; sólo quedan restos de algunas vigas caídas y de troncos que formaban la estructura de las casas. Lo demás está
convertido en ceniza.
Otra casa es de Enriqueta Torres. Cuando regresó el 28 de agosto encontró todas sus cosas quemadas, y los restos están aún
como quedaron; ella no ha movido nada. Perdió todo lo que tenía: camas, ropa, cobijas, comida, porque las familias de la sierra
almacenan víveres antes de que comiencen las lluvias y les duran todo el tiempo que están incomunicados por las aguas que
destruyen los caminos. Dice que el valor de los enceres y muebles que perdió es de más de 50 mil pesos.
Pero lo que más le duele es que se quemaron las fotos de su hijo único, Valente Yáñez Torres, que cuando tenía 19 años murió
quemado vivo, por sicarios que llegaron vestidos de soldados, aparentemente mezclados con efectivos del Ejército, y lo
agarraron en el campo, y lo torturaron y hasta que al día siguiente, el 23 de marzo de 2000, a las 2 de la tarde, la familia lo halló
muerto. Encontraron rastros de que le habían rociado gasolina, y le dieron dos balazos en la cara.
La tercera casa quemada es de Margarita Hernández Peñaloza, que también se aterrorizó cuando la vio, y desde entonces no ha
regresado.
Dicen las familias afectadas que el incendio a Rancho Nuevo fue parte de una serie de operaciones de sicarios del grupo de
Rogaciano Alba en esta área, que actúan con la protección “del gobierno”, como llaman aquí a policías y militares, porque esas
fuerzas es lo único del gobierno que se conoce aquí. Cinco días antes, fue la misma gente a disparar a las tierras de Álvaro García
Ávila, en la comunidad de El Jilguero.
Las incursiones de gente armada son recurrentes. El 15 de abril de 2007, los mismos pistoleros mataron a un vaquero que
trabajaba con la familia Torres de Rancho Nuevo. Se llamaba Leobardo González, y fue emboscado en La Espinuda, un poblado
vecino.
Días antes balearon a Chabelo Torres Yáñez, que se encontraba limpiando su milpa para sembrar calabazas; cayó, con una herida
de bala en la espalda, pero se salvó porque ahí lo dejaron los sicarios pues creyeron que estaba muerto.
El 15 de enero de este año ocurrió al asesinato más reciente de los que se atribuyen a Rogaciano Alba. La víctima es un vaquero
que trabajaba con Enrique Peñaloza, que se llamaba Andrés y era de Petatlán.

La única intención, sacar
de la sierra a la gente que
no se somete

Cuando repasan la lista de muertos, de heridos y de las familias desplazadas que han dejado sus casas para esquivar el peligro
de un ataque, y se quejan de que no pueden salir de este confinamiento donde ellos mismos de protegen porque si bajan a la
costa los pueden matar, vecinos de Rancho Nuevo y de pueblos cercanos preguntan ¿cuál es la intención?. Y la única respuesta
que encuentran es que Rogaciano Alba quiere sacar de esta parte de la sierra a las familias que no se someten a su control, para
tener disponible el territorio para sus atividades ilícitas.
Lo mismo han dicho desde 1999, año de las primeras víctimas, cuando se les pregunta el motivo del conflicto con Rogaciano
Alba.
El primero fue Otoniel García Torres, muerto el 21 de febrero de 1999, de 29 años de edad. Fue levantado por policías judiciales
federales, que se lo llevaron en una camioneta de lujo y al día siguiente se halló el cuerpo tirado en un basurero a la orilla de la
carretera federal, en la comunidad Los Achotes, hacia Zihuatanejo. En la tortura de casi un día completo le sacaron los ojos y le
cortaron los órganos genitales.
Parecería que el crimen tiene el sello de las venganzas entre narcotraficantes. Pero la familia asegura que no es ese el motivo del
conflicto, sino el control del territorio.
Recuerdan que Otoniel tenía una tienda, y que con sus hermanos y otros vecinos criticaba que Rogaciano Alba y su gente talaran y
quemaran los bosques, porque él decía que el aprovechamiento de los bosques debía hacerse “como lo manda la ley”. Además,
no veía bien la destrucción que causaban Rogaciano Alba y unos socios que eran conocidos como “los sinaloenses”, que en esa
época habían llegado a esta área de la sierra a sembrar mariguana en grandes extensiones en el lugar llamado La Cayaca, cerca
de Las Gordureras, donde además tenían un aserradero clandestino.
Los camiones cargados con mariguana bajaban continuamente por esta carretera, dicen que de día y de noche, y ahí surgieron
los roces con los vecinos de Rancho Nuevo y de otros pueblos. Había también un ingrediente político, porque Rogaciano Alba y
sus pistoleros eran del PRI, y los campesinos de la sierra han sido del PRD desde su fundación.
Los vecinos de la sierra afirman que no se trata sólo de uno o de una cadena de homicidios, sino que lo que busca Rogaciano
Alba con el apoyo de policías y militares es sacar a las familias de estos pueblos; por eso atacan a los vaqueros que trabajan aquí,
por eso les queman las casas, y les tiran cuando están trabajando en el monte y amenazan a los que acarrean mercancías a la
sierra para que no suban a comerciar a Rancho Nuevo, La Morena y sus alrededores.
Luis Torres Landín piensa: “No sé cuál es la mira de Rogaciano, se quiere quedar con todo este lugar de la sierra de Petatlán, que
se quede solo, porque agarran gente secuestrada y la torturan como para espantar a la gente que vive aquí y que se vaya”.

El caso de los siete judiciales federales muertos y de soldados del 40 batallón al servicio de un particular

Por lo mismo, para ahuyentar a las familias o acabar con ellas, hace nueve años, el 4 de marzo de 1999, nueve días después del
sepelio de Otoniel García Torres, subieron a atacar Rancho Nuevo siete policías judiciales federales y madrinas de Zihuatanejo,
pagados por Rogaciano Alba. Los atacantes llegaron por la brecha de terracería hasta el centro del pueblo, se bajaron de las
camionetas Suburban y abrieron fuego contra las casas donde había niños y mujeres, pero los hombres que estaban reunidos en
el velorio de los nueve días del funeral de Otoniel repelieron el fuego, y como eran más y conocían el terreno ganaron el
combate. Quedaron muertos los siete policías judiciales, que después fueron homenajeados en la Procuraduría General de la
República, en la ciudad de México, como héroes que cumplieron con su deber.
De las familias del pueblo sólo un adulto mayor y un adolescente sufrieron heridas. Pero todos tuvieron que huir, a esconderse en
medio de los bosques y en otros poblados.
Igual que ahora, Rancho Nuevo fue abandonado.
Las casas que ahora están quemadas hace nueve años estaban en pie pero con todos los muebles, ropa y enceres revueltos,
porque al día siguiente del ataque llegaron más policías judiciales federales a recoger a sus muertos, abrir las investigaciones y
buscar a los culpables, y catearon las casas para buscar armas o enervantes, y según denuncias de las familias se robaron las
cosas de valor que encontraron como dinero y alhajas.
Ese día se llevaron presas a dos mujeres de la comunidad: María de la Cruz Yáñez Montiel y su nuera Angélica Núñez Hernández,
que habían salido de sus escondites y regresado a la casa a buscar alimento para los niños más pequeños que lloraban de
hambre. Antes de ser trasladadas a la cárcel de Acapulco, donde estuvieron más de un año, la mujer adulta y la joven fueron
torturadas y amenazadas por policías judiciales federales, que de esa manera las oblogaron a firmar declaraciones con las que
fabricaron un expediente para acusar a los hombres de Rancho Nuevo del homicidio de los siete judiciales federales y
acompañantes.
Acusado por el homicidio de los siete policías federales se encuentra en la cárcel de Acapulco Alfredo García Torres, sentenciado
a 13 años y medio de prisión, como una venganza, a pesar de que presentó pruebas de que él no estaba en Rancho Nuevo
cuando ocurrió el ataque de los federales, y es imposible que él los haya matado.
Fue detenido el 18 de febrero de 2000, junto con sus tíos Álvaro y Juan García Ávila, (que estuvieron más de cinco años en la
cárcel) en una operación de efectivos militares del 40 Batallón de Infantería, en las comunidades Las Palancas y El Nogal, en el filo
mayor de la sierra, que llegaron encabezados por Rogaciano Alba.
Luis Torres Landín afirma que “el responsable de la muerte de los federales es Rogaciano Alba porque él los mandó, los federales
sirvieron de pistoleros de Rogaciano. Después agarran a las mujeres y las torturan, por qué no agarraron al comandante que vino
a atacar Rancho Nuevo, sin orden”.
En el expediente penal de Alfredo García Torres aparecen evidencias de la actuación de efectivos de la entonces Policía Judicial
Federal (actualmente Agencia Federal de Investigación, AFI) y del Ejército, en Rancho Nuevo, Las Palancas y El Nogal, al servicio
del ex presidente de la Unión Ganadera de Guerrero.


http://www.suracapulco.com.mx/nota1.php?id_nota=39602

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